La encrucijada diplomática de Estados Unidos en Medio Oriente: entre Israel, Gaza y una Palestina reconocida

La visita de Marco Rubio a Jerusalén revela grietas en la política exterior de EE.UU. y reaviva los debates sobre la independencia palestina en plena crisis con Hamás

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En medio del conflicto persistente entre Israel y Hamás en Gaza, el viaje del Secretario de Estado estadounidense Marco Rubio a Israel ha desatado un torbellino diplomático. Programada justo antes de una esperada sesión de la ONU para debatir el futuro de un Estado palestino, la visita refleja las difíciles maniobras de Washington en una región donde sus aliados enfrentan cada vez más presión internacional. Este artículo explora el trasfondo político, histórico y estratégico de esta visita en un momento crítico para Medio Oriente.

Rubio en Jerusalén: ¿apoyo incondicional o diplomacia condicionada?

La visita de Marco Rubio, quien se ha destacado por su postura firme pro-israelí, se produce en un contexto de creciente tensión global. Aunque la administración de Donald Trump reconoció a Jerusalén como la capital de Israel en 2017, el ataque reciente de Israel contra líderes de Hamás en Qatar ha creado fricciones incluso entre aliados estratégicos. Qatar, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos han condenado enérgicamente la operación, una muestra clara del malestar árabe.

Rubio llegará a Israel tras reunirse en Doha con el primer ministro qatarí, en un intento de apaciguar las tensiones. En declaraciones previas, aseguró que su presencia en Israel busca:

  • Reafirmar el compromiso estadounidense con la seguridad de Israel,
  • Combatir los intentos internacionales de reconocimiento unilateral del Estado palestino,
  • Presionar a los líderes europeos para que eviten seguir esa vía.

Una política exterior desarticulada

El conflicto entre Israel y Hamás inició una nueva escalada tras el ataque del 7 de octubre de 2023. En medio de bombardeos y una grave crisis humanitaria en Gaza, Estados Unidos intenta mantener el equilibrio entre su respaldo tradicional a Israel y la creciente presión global por una solución política justa para los palestinos.

Trump, a pesar de su distanciamiento verbal del ataque israelí en Doha, mantiene su apoyo férreo a Netanyahu. Ha prometido a Qatar que otro ataque no se repetirá. Pero sus actos anteriores, como trasladar la embajada de EE.UU. a Jerusalén y suspender ayuda a la UNRWA (agencia de refugiados palestinos), cimentaron una imagen de parcialidad que cuesta revertir.

El dilema de Jerusalén oriental: símbolo de fe, política y poder

Uno de los momentos más controvertidos de la visita de Rubio será su paso por la Ciudad de David, un sitio arqueológico en Silwan, Jerusalén este, que genera tensiones importantes. El lugar es promocionado por grupos israelíes como evidencia de la presencia judía en la ciudad hace 3.000 años, supuestamente vinculado al rey David. No obstante, organizaciones como Elad, que gestiona el complejo, han sido acusadas de impulsar una agenda nacionalista y contribuir al desplazamiento sistemático de residentes palestinos.

Israel capturó Jerusalén Este en la Guerra de los Seis Días (1967) y la anexó, algo que nunca fue reconocido por la comunidad internacional. La ciudad alberga los lugares sagrados del judaísmo, cristianismo e islam. Para los palestinos, Jerusalén Este debe ser la capital de su futuro Estado. En palabras del diplomático francés Bruno Delaye: “Cualquier paz duradera pasa por una solución realista sobre Jerusalén. Y eso hoy está más lejano que nunca”.

La ONU y el futuro del Estado palestino

La visita de Rubio también pretende anticiparse a lo que se espera será un debate crucial en Naciones Unidas: varios países europeos analizan reconocer formalmente a Palestina como Estado soberano. Noruega, Irlanda y España han liderado esa tendencia, argumentando que es hora de adoptar una solución más justa para ambos pueblos.

Estados Unidos, por el contrario, considera estas acciones como “contraproducentes y unilaterales”. El Departamento de Estado insiste en que cualquier reconocimiento debe surgir de negociaciones bilaterales entre israelíes y palestinos. Aun así, la realidad sobre el terreno muestra avances mínimos desde las fallidas conversaciones de 2014.

Qatar y los costos de una diplomacia fracturada

Qatar ha demostrado ser un actor clave en los últimos años. Fue mediador en varias treguas entre Israel y Hamás, y su capital, Doha, acogía a varios líderes del grupo islamista hasta que el ataque israelí cambió el juego diplomático. El enojo de Qatar ha provocado choques públicos con Israel y ha desencadenado la reconfiguración de alianzas temporales entre países árabes anteriormente divididos.

El ministro de Asuntos Exteriores qatarí, Mohammed bin Abdulrahman Al-Thani, declaró recientemente:

“Las acciones de Israel no solo violan normas internacionales, sino que socavan cualquier posibilidad de diálogo constructivo en la región.”

Un nuevo equilibrio de poder en el Golfo

La normalización de relaciones entre Israel y varios países árabes bajo los Acuerdos de Abraham ha sido uno de los pilares de la estrategia de Trump en la región. Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos o Sudán establecieron lazos diplomáticos con Tel Aviv en 2020 y 2021. Esta dinámica, sin embargo, se ha erosionado tras el conflicto en Gaza.

Arabia Saudita, que estaba en conversaciones para unirse a este proceso, ha congelado cualquier avance. El asesinato de cientos de civiles palestinos, según datos de la ONU, junto al ataque en Doha, ha generado un rechazo popular en el mundo árabe. Esto ha obligado a sus líderes a distanciarse del proyecto estadounidense-israelí, al menos temporalmente.

¿Hacia una nueva hoja de ruta?

La visita de Rubio podría interpretarse como una forma de medir las posibilidades de reactivar una iniciativa diplomática que se encuentra virtualmente muerta. La promesa de un nuevo acuerdo de paz ha sido reemplazada por una ofensiva militar en Gaza cuyo objetivo, según Israel, es la “eliminación total de Hamás”.

Mientras tanto, los esfuerzos por lograr un cese al fuego y liberar a los rehenes siguen estancados. La ocupación planeada de Gaza City y la ausencia de un plan claro para su administración post-conflicto agudiza las dudas en la comunidad internacional sobre la estrategia de Netanyahu.

Reflexiones finales: ¿Qué papel debe jugar EE.UU. en esta nueva etapa?

El viaje de Rubio pone de manifiesto el dilema central de la política exterior estadounidense en Medio Oriente: ¿es posible mantener una alianza inquebrantable con Israel y, al mismo tiempo, abogar por una solución viable para los palestinos?

En un mundo donde las redes sociales, la presión de la opinión pública y la sensibilidad geopolítica se entrelazan, los líderes estadounidenses se ven obligados a actuar con más sutileza. La era del cheque en blanco a Israel podría estar llegando a su fin, especialmente si aumentan las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos en Gaza.

El reto de Rubio, y de toda la diplomacia americana, es recuperar algo que parece haberse perdido irremediablemente: la credibilidad como mediador imparcial en uno de los conflictos más sangrientos y prolongados del siglo XXI.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press