Zapad 2025: Rusia y Bielorrusia intensifican su pulso militar con Occidente
Las maniobras conjuntas entre Moscú y Minsk avivan la preocupación en Europa mientras se ensaya el uso de armas nucleares tácticas y se despliegan nuevas tecnologías bélicas
Una demostración de fuerza en medio de la guerra
Este viernes, Rusia y Bielorrusia dieron inicio a uno de los ejercicios militares conjuntos más controversiales de la última década: Zapad 2025 ("Occidente 2025"). Con miles de soldados desplegados tanto en territorio ruso como bielorruso, estas maniobras se desarrollarán hasta el próximo martes y han captado la atención —y preocupación— de Europa, especialmente de los países que comparten frontera con Bielorrusia: Polonia, Lituania y Letonia.
Lejos de ser una simple operación de rutina, Zapad 2025 tiene un claro objetivo: reforzar los lazos defensivos entre Moscú y Minsk y mostrar músculo militar en un contexto especialmente delicado debido a la invasión rusa de Ucrania, que ya supera los tres años.
La preocupación en las fronteras europeas
La geopolítica en Europa del Este ha entrado en una etapa de alta tensión. Esta semana, drones rusos violaron el espacio aéreo polaco, lo que provocó la respuesta inmediata de las fuerzas de la OTAN. Aunque Moscú aseguró que no era un ataque intencionado y Bielorrusia sugirió que se trató de un desvío accidental, los líderes europeos lo calificaron como una provocación deliberada.
Esta incursión se suma al temor de que las hostilidades rusas en Ucrania puedan escalar hacia un conflicto regional más amplio. No es una preocupación infundada: en febrero de 2022, muchos de los soldados rusos que invadieron Ucrania cruzaron desde Bielorrusia, días después de finalizar ejercicios militares conjuntos similares.
¿Qué se está entrenando en Zapad 2025?
El Ministerio de Defensa bielorruso había anunciado inicialmente la participación de unos 13,000 efectivos, pero en mayo ese número se redujo significativamente, estimándose actualmente en alrededor de 7,000 a 8,000 tropas. A pesar de esa reducción, el ejercicio incluye maniobras complejas que simulan la defensa ante un enemigo hipotético, apuntando en particular a las zonas fronterizas con Polonia y Lituania.
Lo más alarmante es que parte del entrenamiento incluye el ensayo del uso de armas nucleares tácticas y misiles balísticos de medio alcance del tipo Oreshnik. Estas armas, cuya primera utilización fue reportada contra Ucrania en noviembre pasado, se espera que sean desplegadas permanentemente en Bielorrusia en la segunda mitad de 2025.
“Las tropas entrenarán la planificación del uso de armas nucleares rusas”, dijo el ministro de Defensa bielorruso, Viktor Khrenin.
Un acuerdo que redefine las reglas del juego
En diciembre de 2023, Rusia y Bielorrusia firmaron un pacto de seguridad de alto alcance que otorga a Moscú el derecho de utilizar su arsenal nuclear táctico para defender a su aliado en caso de agresión. Desde entonces, el presidente bielorruso Alexander Lukashenko ha autorizado el establecimiento de armas nucleares rusas en su país.
Rusia mantendría el control directo de las armas, pero Minsk podría seleccionar los objetivos. Esta fórmula fusiona soberanía nacional con subordinación estratégica y complica aún más la ya frágil arquitectura de seguridad en Europa del Este.
Un mensaje político para la OTAN
La ubicación de las maniobras —alrededor de la ciudad de Barysaw, a unos 74 kilómetros de Minsk— no es azarosa. Aunque la mayor parte de los ejercicios se desarrollan en el interior del país, pequeñas unidades operan cerca de la frontera occidental, una elección que busca poner nerviosos a los aliados de la OTAN en la región.
Incluso se ha cursado una invitación formal a todos los países miembros de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), incluyendo a nueve naciones con agregados militares de la OTAN en Minsk, para que supervisen los ejercicios. Esto podría ser interpretado como un guiño diplomático, o una maniobra para ganar legitimidad internacional.
¿Un giro hacia Occidente?
De forma paradójica, mientras se estrechan aún más los lazos militares con Rusia, Lukashenko ha mostrado señales de querer reconciliarse con Occidente. Durante el último año, su gobierno ha liberado prisioneros políticos y ha suavizado el tono hacia Estados Unidos y la Unión Europea. En junio, se liberaron 52 presos políticos como parte de un acuerdo facilitado por Washington, que respondió levantando algunas sanciones a la aerolínea nacional bielorrusa.
Incluso en un gesto inusual, Lukashenko mantuvo una conversación telefónica con Donald Trump, quien lo calificó como “un presidente altamente respetado”. Este tipo de declaraciones contrastan con la mayoría de los líderes occidentales, quienes siguen considerando al líder bielorruso como un autoritario represor.
El riesgo de expansión del conflicto
Lo que más preocupa a analistas y gobiernos es el potencial de que estos ejercicios sean una cortina de humo para operaciones militares reales, como ocurrió en 2022. En especial considerando la creciente frustración del Kremlin ante el estancamiento del frente en Ucrania, y la necesidad de mostrar fuerza interna y externa.
La participación de nuevos elementos como los misiles Oreshnik añade una dimensión nuclear latente a la doctrina de defensa del eje Moscú-Minsk. En un escenario en el que la disuasión puede escalar fácilmente a provocación, cualquier error de cálculo podría desencadenar consecuencias trágicas.
Una Europa al borde del abismo estratégico
La OTAN no ha tardado en contestar. Se han intensificado los patrullajes aéreos, reforzado las defensas antiaéreas y convocado sesiones extraordinarias para monitorear el desarrollo de Zapad 2025. Desde Estonia hasta Rumanía, la percepción de amenaza se ha reavivado como no se veía desde la Guerra Fría.
Se teme que, más allá de los ejercicios, Rusia esté ensayando un escenario real que podría desencadenarse si la presión militar sobre Ucrania no ofrece los resultados esperados. En este contexto, la frontera oriental de la Unión Europea se convierte no solo en una línea geográfica, sino en una frontera ideológica y estratégica entre bloques en abierta confrontación.
Zapad 2025 no es solo un ejercicio: es un mensaje
Lo que ve el mundo en estos días no es un simple movimiento militar, sino un teatro geopolítico en desarrollo. Bielorrusia, antes considerada un peón más de Moscú, comienza a desempeñar un papel más activo, volviéndose un campo de pruebas para la nueva generación de armas rusas y un punto crucial en la expansión estratégica del Kremlin.
El mensaje es claro: Rusia y Bielorrusia están dispuestas a escalar. Y lo hacen con la certeza de que cualquier respuesta proporcional de la OTAN no llegará sin consecuencias políticas, económicas y militares. En medio de este juego de poder, Europa mantiene la respiración.
Tal vez no asistimos al inicio de un nuevo conflicto armado global, pero sí estamos siendo testigos de un nuevo capítulo en la militarización del Este europeo, cuyas consecuencias, previsibles o no, definirán los años venideros.
