La resurrección fotográfica de los yazidíes: cómo un archivo olvidado reconstruye una memoria silenciada
Casi un siglo después de ser tomadas, unas 300 fotografías redescubiertas relatan la vida y cultura de una comunidad devastada por el genocidio
Un tesoro arqueológico oculto resurge del polvo del olvido
En los años 30, mientras arqueólogos de la Universidad de Pensilvania excavaban los antiguos asentamientos mesopotámicos en el norte de Irak, también documentaron la vida de los yazidíes, una minoría religiosa milenaria. Lo hicieron casi sin preverlo, llenando sus negativos de escenas cotidianas: bodas, miradas, templos y celebraciones. Décadas después, esas imágenes resultaron tener un valor incalculable cuando el Estado Islámico emprendió una campaña genocida contra los yazidíes a partir de 2014. Una de esas fotografías, la de un santuario yazidí, fue redescubierta por el estudiante de doctorado Marc Marin Webb en 2022, catalizando un proyecto que culminó con la creación de un archivo visual —cercano a las 300 imágenes— que ahora intenta reconstituir una historia que el extremismo intentó borrar.El genocidio yazidí: una tragedia reciente
Según la ONU, las atrocidades cometidas por el Estado Islámico entre 2014 y 2017 constituyen un genocidio. Miles de yazidíes fueron asesinados, decenas de miles fueron esclavizados —especialmente mujeres y niñas— y se destruyeron templos, manuscritos y edificios centenarios. Los yazidíes, cuyo epicentro histórico es la región montañosa de Sinyar en el norte de Irak, vieron su mundo desmoronarse. Quienes no fueron asesinados, huyeron hacia campos de desplazados o escaparon al extranjero. La historia y memoria cultural de esta comunidad —mezcla de influencias zoroástricas, islámicas y cristianas— quedó dispersa también.Una boda en blanco y negro revive la memoria familiar
La historia de Ansam Basher, una profesora yazidí que vive en Inglaterra, se volvió símbolo del impacto emocional del archivo. Basher se topó con fotografías del casamiento de sus abuelos, tomadas en los años 30 por los arqueólogos que excavaban en Tepe Gawra y Tell Billa. Era la primera vez que veía esas imágenes. Durante el asalto del Estado Islámico, su familia perdió todos sus álbumes familiares, videos de bodas y recuerdos. "Nadie se imagina que alguien de mi edad perdería su historia por una guerra. Ver de repente fotos de mi abuelo y bisabuelo... esto me llena el alma", confesó entre lágrimas. El proceso de identificación fue colaborativo. Su hermano, mientras visitaba Irak, reconoció a los abuelos en una exposición reciente en la región. Así los investigadores lograron reconstruir nombres y contextos. Incluso se descubrió que el abuelo ayudó en las excavaciones y que los arqueólogos blancos prestaron su coche —un modelo de 1927— para la boda, algo inaudito en aquel entonces.Exposiciones como resistencia cultural
Marin Webb, en colaboración con el documentalista canadiense Nathaniel Brunt, montó exposiciones en abril, durante el Nuevo Año Yazidí (Çarşema Sor), en los mismos pueblos donde fueron tomadas las fotos hace casi cien años. Algunas imágenes muestran casas de adobe, otras rituales religiosos, otras retratos cómplices de mujeres jóvenes en mercados y hombres cosechando. "Estas imágenes son una forma de resistencia. Donde el Estado Islámico destruyó templos, nosotros levantamos imágenes del pasado. Reavivamos una memoria que quisieron borrar", explicó Brunt, investigador postdoctoral en la University of Victoria. Las exposiciones fueron recibidas con emoción profunda. Varias se hicieron al aire libre, en espacios comunitarios, rodeadas de música folclórica y relato oral.La importancia de los archivos pasivos
Alessandro Pezzati, archivero principal del Penn Museum, fue uno de los que ayudaron a localizar e identificar las fotos durmientes entre más de 2.000 negativos acumulados en los archivos del museo. "Muchas colecciones están dormidas hasta que alguien con la sensibilidad adecuada las despierta", señaló. Y en este caso, ese despertar se ha convertido en una estrategia post-genocidio para la reconstrucción identitaria de una diáspora fracturada.Satanizados, marginados, sobrevivientes
Pese a su rica historia y religiosidad sincrética, los yazidíes han sido sistemáticamente marginados y perseguidos durante siglos. Cultura kurdófona, religión heredera del zoroastrismo, influencias cristianas, musulmanas y tradiciones propias han hecho de esta etnia una singularidad dentro de Oriente Medio. El desconocimiento ha generado prejuicios tan dañinos como los que los los tildan de adoradores del diablo. Marin Webb subraya este punto: "Nos negamos a definir a los yazidíes solo por la masacre. Son más que el genocidio que sufrieron. Este archivo muestra sus bodas, su alegría, su día a día".Reconstrucción digital desde la diáspora
Webb y Brunt no se han quedado en la exploración física del archivo. Los materiales han sido digitalizados y compartidos en plataformas accesibles para la diáspora yazidí dispersa desde Canadá hasta Alemania, desde Suecia hasta Australia. La respuesta ha sido abrumadora: cientos de comentarios agradecidos, familiares que reconocen rostros, nietos que descubren cómo eran sus abuelos, identidades que, aunque fragmentadas por el exilio, encuentran un hilo de conexión. "La memoria es un acto de rebeldía. Y en este caso, estas imágenes se transforman en puentes", afirma Brunt.Una cultura milenaria en riesgo
Los yazidíes, que se estimaban en unos 500.000 antes del genocidio, han sufrido una merma devastadora. Casi la mitad viven desplazados, la otra mitad lucha por reconstruir. Las posibilidades de retorno a Sinyar son inciertas. La destrucción material ha sido inmensa: el Templo de Lalish, las casas de Bashiqa, manuscritos, reliquias, murales, todo reducido a escombros o saqueado. Mientras tanto, sus tradiciones orales también se encuentran en peligro. La lengua kurmanji (dialecto kurdo que los yazidíes emplean) no se enseña sistemáticamente y el sincretismo religioso yazidí se mantiene bajo prácticas familiares, sin clero centralizado y con transmisión informal, lo que lo hace sumamente vulnerable a la diáspora y al olvido.La responsabilidad de los museos occidentales
Otro punto relevante que emerge de este caso es el papel de los museos occidentales en preservar y, muchas veces, también ocultar, parte de la historia de comunidades no occidentales. Las fotos estuvieron guardadas por 90 años en el Penn Museum, en parte sin catalogar, en parte ignoradas. La familia de Ansam Basher agradece que esas fotos sobrevivieran, pero también abren preguntas: ¿qué otras culturas tienen capítulos clave de su historia dormidos en colecciones privadas o institucionales? "Es momento de devolver no solo objetos, sino memorias", dice Marin Webb.Redefinir la narrativa de Irak
Para muchos, como Ansam Basher, este archivo no sólo es una pieza de museo, sino una herramienta política y educativa. "La imagen que el mundo tiene de Irak es errónea. Piensan solo en guerras. Pero Irak también es cultura, historia compartida, bodas como la de mis abuelos, cafés llenos, gente feliz. Este archivo lo muestra sin pedir permiso. Con dignidad." Basher ha compartido las imágenes en redes sociales, generando conversaciones que van desde la estética cultural hasta el reclamo de justicia histórica.Una comunidad que despierta sus recuerdos
Cada exposición es más que una galería: es una plaza pública de reencuentro. Donde antes hubo bulldozers, hoy hay retratos. Donde antes hubo gritos de horror, hoy hay lágrimas que reconstruyen un pasado robado. El archivo yazidí sigue creciendo. Cada vez que alguien reconoce un rostro, aporta un nombre o fecha, los investigadores actualizan. Esta es, en el fondo, su forma de defender el futuro: restaurando el pasado que les fue arrancado. Este artículo fue redactado con información de Associated Press