Ocho décadas después: la reconciliación entre los prisioneros de guerra holandeses y los sobrevivientes del bombardeo atómico en Nagasaki
En un acto de memoria, víctimas y descendientes se unen en Japón para rendir homenaje, sanar heridas históricas y reafirmar su compromiso con la paz
La historia detrás del homenaje en Nagasaki
Este año se conmemoran 80 años del bombardeo atómico sobre Nagasaki, una tragedia que devastó la ciudad japonesa y terminó siendo determinante para el fin de la Segunda Guerra Mundial. La ciudad no solo fue testigo de la destrucción masiva causada por la bomba de plutonio lanzada el 9 de agosto de 1945, sino también del sufrimiento de cientos de prisioneros de guerra que se encontraban recluidos en campos cercanos. Entre ellos, más de 500 eran soldados holandeses.
El pasado sábado, decenas de familiares de esos antiguos prisioneros de guerra neerlandeses se reunieron en el sitio del antiguo Campo de Prisioneros de Guerra No. 2 de Fukuoka, ubicado en el distrito de Koyagi en Nagasaki, para rendir homenaje a sus seres queridos. Estos hombres, sometidos a trabajos forzosos y condiciones inhumanas, sobrevivieron no solo la guerra, sino también el bombardeo atómico.
El contexto del sufrimiento y la resistencia
Durante la Segunda Guerra Mundial, Japón capturó a unos 150,000 soldados aliados, de los cuales más de 30,000 fueron enviados a campos de prisioneros en Japón. Estos campamentos se caracterizaron por una cruel explotación laboral: los prisioneros eran obligados a trabajar en minas, fábricas y otras instalaciones industriales para compensar la falta de mano de obra provocada por la movilización de los hombres japoneses al frente de batalla.
El campo No. 2 en Nagasaki albergaba principalmente a neerlandeses, aunque también había prisioneros ingleses, estadounidenses y australianos. Aunque ninguno murió directamente por la bomba atómica, más de 70 fallecieron antes de su detonación, víctimas de la desnutrición, enfermedades y extenuantes jornadas laborales.
El día que cambió al mundo: 9 de agosto de 1945
La bomba de plutonio arrojada sobre Nagasaki causó la muerte de más de 70,000 personas antes de finalizar el año. Fue lanzada solo tres días después del bombardeo de Hiroshima, que dejó 140,000 muertos. Japón anunció su rendición el 15 de agosto de 1945, lo que marcó el fin de la guerra y de su agresiva expansión imperial, especialmente en Asia.
Los prisioneros del campo No. 2 se encontraban a unos 10 kilómetros del hipocentro de la explosión. Según relatos históricos, fueron testigos de una enorme bola de fuego naranja, humo púrpura y la icónica nube en forma de hongo. La onda expansiva destruyó ventanas, puertas e incluso el techo de la clínica del campamento, dejando varios heridos.
En otro campo cercano, el No. 14, más próximo al epicentro, la devastación fue tal que murieron ocho prisioneros y decenas resultaron heridos.
Un monumento cargado de simbolismo
En 2015, con la ayuda de sobrevivientes japoneses y sus descendientes, se erigió un monumento de piedra en el sitio del Campo No. 2. En él están grabados los nombres de los prisioneros caídos, en un gesto claro de reconciliación y memoria colectiva.
Durante la ceremonia de este año, André Schram, hijo del prisionero Johan Willem Schram y autor del libro Johan’s Story, expresó: “Este monumento lleva un mensaje que va más allá del recuerdo. Es un llamado a la paz y un símbolo de reconciliación entre aquellos cuyos antepasados fueron enemigos”.
Johan Schram había sido marino de la armada holandesa y pasó tres años en condiciones extremas antes de presenciar la bomba. Pese a sobrevivir, rara vez habló de sus experiencias, marcado por el trauma.
Del sufrimiento compartido al vínculo común
Uno de los aspectos más poderosos de este acto conmemorativo es la conexión entre las familias de los prisioneros de guerra neerlandeses y los sobrevivientes japoneses del bombardeo. Kazuhiro Ihara, hijo de un sobreviviente japonés y promotor del evento, subrayó: “Organizamos esta ceremonia con la esperanza de que sea un paso hacia un mundo más pacífico”. Añadió que tanto los holandeses como los japoneses desean continuar con el intercambio cultural y el diálogo abierto.
El emperador Naruhito también visitó Nagasaki, acompañado por la emperatriz Masako y la princesa Aiko, para rendir homenaje a las víctimas del bombardeo y reunirse con sobrevivientes, reafirmando el papel crucial de recordar la historia para aprender de ella.
Un llamado urgente a la paz
El evento adquiere aún más relevancia en un contexto internacional tenso, donde resurgen conflictos armados y se reactivan armamentos nucleares en distintas regiones del planeta. Este tipo de actos demuestran que, incluso décadas después de vivencias tan brutales, es posible encontrar caminos hacia la empatía y la paz sostenida.
Según el POW Research Network Japan, las experiencias de las víctimas de campos de prisioneros en Japón durante la Segunda Guerra Mundial son un capítulo muchas veces olvidado. A través de estos actos de conmemoración, sus voces vuelven a cobrar vida y se integran en la narrativa global de la memoria histórica.
Datos históricos relevantes
- Aproximadamente 500 prisioneros de guerra estaban recluidos en el Campo No. 2 en Nagasaki.
- El 9 de agosto de 1945, la bomba atómica lanzada sobre Nagasaki fue una bomba de plutonio (explosión de tipo implosión), en contraste con la de uranio usada en Hiroshima.
- La cooperación y reconciliación entre sobrevivientes japoneses y familiares de prisioneros neerlandeses simboliza uno de los gestos diplomáticos más emotivos de la posguerra.
- Japón anunció su rendición oficial el 15 de agosto de 1945. El 2 de septiembre se firmó de manera formal el fin del conflicto.
Caminos hacia adelante
Eventos como el organizado en Nagasaki afirman que la memoria activa no solo honra a quienes sufrieron, sino que invita a las nuevas generaciones a reflexionar sobre los costos del odio, la guerra y el nacionalismo extremo.
Por eso, recordar el sufrimiento de los prisioneros holandeses y a la vez el de los civiles japoneses no es un ejercicio de nostalgia, sino una herramienta poderosa de educación cívica y compromiso pacifista.
Como afirmó André Schram: “Recordar no es solo mirar atrás, es también la base para construir un futuro mejor”. Que estas palabras resuenen como faro en un mundo que parece, a menudo, tropezar con las mismas piedras del pasado.