Santiago de Compostela en crisis: cuando el turismo amenaza con expulsar a sus habitantes
La histórica ciudad gallega, famosa por ser el destino del Camino de Santiago, enfrenta un creciente malestar social ante la avalancha de turistas que encarece la vivienda y transforma radicalmente la vida local.
Una ciudad sagrada frente al dilema moderno del turismo masivo
Santiago de Compostela, joya espiritual de Europa y destino final del célebre Camino de Santiago, se encuentra en una encrucijada. Si bien durante siglos ha acogido con devoción a peregrinos de todas partes del mundo, hoy sus propios habitantes se ven desplazados, incómodos y hasta desencantados con lo que alguna vez fue un orgullo: su vocación turística.
Según datos del Ayuntamiento de Santiago, la ciudad recibió en 2023 más de 500.000 peregrinos registrados, una cifra equivalente a cinco veces su población. Y estos números no incluyen a los turistas no peregrinos que también llegan cada vez en mayor número. Este auge ha elevado los alquileres, modificado el tejido urbano y distorsionado la esencia de la vida local.
El precio del éxito: alquileres inaccesibles y desplazamiento vecinal
Durante décadas, el turismo religioso y cultural fue fuente vital de ingresos para Santiago. Pero ahora, como ha advertido la propia Fundación Universidade da Coruña, la vivienda se ha convertido en un lujo: desde 2018, los alquileres han subido un 44% en la ciudad, especialmente en el centro histórico.
Andrea Dopazo, de 32 años, lo explica con resignación: “Quería seguir viviendo donde nací. Pero tuve que mudarme a un pueblo cercano. Imposible pagar aquí.” Como ella, cientos de jóvenes santiagueses se ven forzados a abandonar sus barrios. Solo quienes heredan propiedades logran resistir esta exclusión creciente.
A esto se suma la proliferación de alquileres turísticos como Airbnb, que ha contribuido notablemente a la crisis. Pese a la prohibición de nuevas licencias en el centro histórico dictada por el Ayuntamiento en noviembre de 2023, muchos propietarios siguen ofertando pisos a turistas mediante plataformas digitales. Las asociaciones vecinales denuncian que “se sigue violando la norma, con cajas de llaves colgadas en las fachadas”, según Montse Vilar, integrante del colectivo Xuntanza.
“No tenemos turismofobia, tenemos presión”
Pese a la percepción de una ciudad que da la espalda al turismo, los santiagueses aclaran su posición. “No odiamos al turismo, hemos convivido siempre con él. Pero lo que molesta es que ahora sobrepasa los límites razonables”, sostiene Roberto Almuíña, presidente de la asociación de vecinos del casco antiguo, reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Las calles comienzan a parecer parte de un parque temático. “Antes teníamos panaderías, ferreterías, papelerías. Hoy solo hay cafeterías, heladerías y tiendas de souvenirs”, lamenta Almuíña. De los 6.000 residentes permanentes que habitaban el casco antiguo en el año 2000, hoy quedan menos de la mitad: apenas 3.000 vecinos, muchos de ellos ancianos.
El Camino de Santiago: ¿víctima de su propio éxito?
Este histórico trayecto, que ha unido a Europa desde el siglo IX, se ha visto impulsado en la última década por redes sociales, motivaciones espirituales, turísticas y hasta desafíos personales. Desde el éxito de la película “The Way” (2010), con Martin Sheen, el número de peregrinos se ha multiplicado por siete. Y todo indica que 2024 podría romper otro récord.
Sin embargo, esta popularización ha generado un sentimiento agridulce. Álvaro Castaño y Ale Osteso, quienes se conocieron en el Camino y repiten la ruta cada año, reflexionan: “Se está perdiendo parte de la espiritualidad. Hay más espectáculo, más postureo. Muchos vienen solo por la foto.”
El turismo como negocio… pero también como problema estructural
El modelo económico de Santiago gira cada vez más en torno al turismo. Según un estudio de Rede Galabra, un grupo de investigación cultural de la Universidad de Santiago, en 2023 la mitad de los ciudadanos ya rechazaba este enfoque basado en el visitante, frente a apenas un cuarto en 2013.
“No es sostenible vivir únicamente del turismo. En algún momento hay que repensar el modelo”, advierte Sihara Pérez, investigadora en vivienda y urbanismo. Mientras tanto, servicios esenciales desaparecen en el centro y crece la dependencia hacia una economía de temporada.
¿Hasta cuándo resistirán los residentes?
Ante la presión, el Ayuntamiento ha solicitado declarar el centro histórico como zona tensionada de alquiler, siguiendo el ejemplo de Barcelona o San Sebastián. Esta medida permitiría establecer límites a los precios. Sin embargo, muchos vecinos desconfían de la efectividad real si no se refuerza la inspección y sanción a los alquileres ilegales.
Antonio Jeremías, de 27 años, trabaja en un almacén y no puede alquilar nada en la ciudad. “Estoy pensando en volver con mi madre. No me da el sueldo aunque trabajo jornada completa”, cuenta. Su situación es emblemática del empobrecimiento joven y una clase media que se desmorona.
Un patrimonio en riesgo de perder su alma
El debate también toca el alma de Santiago. Entre liturgias que se vuelven espectáculos, peregrinos en atuendos brillantes y fotos en la misa del peregrino, algunos claman por una reflexión profunda. ¿Puede una ciudad mantener su esencia cuando deja de ser vivida por quienes la habitan?
“Resistimos como galos, pero cada vez con menos fuerzas”, dice Almuíña, aludiendo a la célebre resistencia de Astérix y compañía frente al imperio romano. La espiritualidad, la historia y la convivencia vecinal parecen sucumbir ante una nueva era de “turismo sin alma”.
¿Alternativas al turismo masivo?
Numerosas voces expertas abogan por una regulación más firme del turismo. Uno de los consensos emergentes en múltiples ciudades europeas es la necesidad de diversificar la economía local, promocionando otros sectores como la tecnología, la educación, la investigación o el comercio.
Asimismo, se proponen modelos de turismo responsable, con cupo de visitantes, educación al turista (como los folletos entregados por asociaciones en Santiago que piden silencio y respeto a la vía pública) y una apuesta por conservaciones urbanas ante la gentrificación impulsada por el ocio.
Como señalaba el historiador británico Tony Judt: “El turismo no es enemigo de la ciudad; lo es una ciudad que olvida a sus propios habitantes”.
Santiago aún está a tiempo de elegir qué camino desea recorrer.