¿Libre Expresión o Bozal Político? El Asesinato de Charlie Kirk y la Guerra Cultural que Estalla en EE.UU.

Tras el asesinato del activista conservador Charlie Kirk, una ola de represalias y llamados a despidos reabre un debate incendiario: ¿dónde termina la justicia y comienza la censura política?

El asesinato que agitó el avispero ideológico

El asesinato del activista conservador Charlie Kirk no sólo dejó un vacío en los círculos republicanos más influyentes de Estados Unidos, sino que también desató una cacería de brujas que está reconfigurando los límites de la libertad de expresión en la nación.

El tirador, del cual aún no se han esclarecido completamente sus motivaciones, fue rápidamente vinculado por políticos y comentaristas al ala izquierda del espectro político. Desde entonces, varias figuras públicas, profesores universitarios, empleados corporativos y hasta pilotos de aerolíneas han sido sancionados o despedidos por comentarios que expresaban falta de empatía —o incluso celebración— ante el crimen.

La pregunta resuena con fuerza: ¿la derecha está usando las herramientas de la “cancelación” que tanto criticó para silenciar a sus opositores?

De mártir libertario a justificación para despedir

Kirk era considerado por muchos en el Partido Republicano como una figura estratégica de cara a 2024, gracias a su labor para atraer jóvenes votantes conservadores. Su muerte, según el senador Lindsey Graham, “es un ataque contra un movimiento político”.

La reacción fue inmediata. Según reportes, al menos seis personas han perdido sus trabajos por pronunciarse de forma inapropiada o crítica respecto a la muerte de Kirk. En redes sociales, una avalancha de publicaciones exigió despidos y sanciones institucionales, desencadenando una atmósfera de miedo similar a la que ellos mismos, durante años, atribuyeron a la izquierda cultural.

El secretario de Transporte, Sean Duffy, denunció a pilotos de American Airlines por supuestamente celebrar el asesinato, exigiendo su despido inmediato. La actriz Kristen Chenoweth, por otro lado, recibió críticas de usuarios liberales por haber mostrado condolencias hacia Kirk.

Una visión invertida sobre la 'cancelación'

Aunque se ha hablado por años del “cancel culture” como un fenómeno progresista que amenaza la libertad de expresión en universidades y redes sociales, ahora parece que la derecha ha adoptado sin pudor estas mismas herramientas.

La senadora Marsha Blackburn exigió la destitución de profesores de tres universidades en Tennessee que, a través de publicaciones o comentarios, se refirieron a Kirk en términos que consideró «incitadores al odio». Las instituciones actuaron con rapidez: los tres docentes fueron despedidos.

El desafío constitucional: ¿libertad de expresión selectiva?

Adam Goldstein, de la Fundación por los Derechos Individuales y Expresión (FIRE), expresó su inquietud: “El verdadero test de si apoyas la libertad de expresión es tu tolerancia al discurso impopular. Nadie se molesta en censurar el amor por los cachorros”.

Goldstein también criticó la decisión del Departamento de Estado de revocar visas a extranjeros que celebraran el asesinato de Kirk: “No recuerdo otro momento en el que el gobierno de EE.UU. haya salido a advertir públicamente sobre cancelaciones de personas extranjeras por expresarse”.

Trump, redes sociales e hipocresía estratégica

El expresidente Donald Trump firmó el mismo día de su regreso al poder una orden ejecutiva que prohíbe a cualquier funcionario federal restringir la libre expresión de los ciudadanos. Sin embargo, su administración también restringió visas y sancionó académicos por sus posiciones políticas o ideológicas.

En la reciente Conferencia de Seguridad de Múnich, el vicepresidente JD Vance acusó a la administración Biden de promover la censura por parte de compañías privadas y aseguró que bajo Trump “discrepar está permitido, pero será defendido con la misma fuerza”.

No obstante, muchos ven una doble moral evidente: se celebra la libertad de expresión mientras se castiga el disenso si proviene del bando opuesto.

¿Un país al borde del colapso discursivo?

El asesinato de Kirk ocurre en un momento en el que Estados Unidos se encuentra extremado por divisiones políticas. Según un estudio de Pew Research (2022), el 72% de los estadounidenses cree que su país está más dividido que nunca.

Pero lo más alarmante es cómo las plataformas digitales han servido como amplificadores de la indignación. El gobernador de Utah, Spencer Cox, declaró en Meet the Press: “Las redes sociales están hackeando nuestros cerebros y volviéndonos adictos a la indignación. El problema va más allá del asesinato”.

¿Qué significa hoy “libertad de expresión”?

Uno de los debates fundamentales que ha emergido es sobre la diferencia entre libertad de expresión y discurso dañino. ¿Debe el gobierno proteger todas las formas de expresión, incluso aquellas moralmente reprobables? ¿El despido laboral es una forma válida de castigo social o una violación de derechos civiles?

Para entender mejor esto, vale la pena regresar a la Primera Enmienda de la Constitución, que garantiza la libertad de expresión, pero que también tiene límites: amenazas directas, difamación, incitación a la violencia y pornografía infantil, por ejemplo, no están protegidas.

Pero, ¿se puede determinar objetivamente cuándo un comentario en redes sobre la muerte de una figura pública rebasa el límite?

Un juego peligroso: criminalizar el disenso

El intento de vincular las críticas a Kirk con causantes directos de su asesinato abre una ventana riesgosa hacia la criminalización del discurso opositor. El senador Lindsey Graham y otros miembros del Partido Republicano señalaron esta tragedia como parte de una “campaña violenta contra el movimiento Trump”.

Si bien es válido alertar sobre el odio real en internet, convertir las diferencias ideológicas en cómplices del asesinato es una línea peligrosa que muchos defensores de la libertad —de ambas ideologías— rechazan.

¿Dónde termina el respeto y comienza la hipocresía?

El asesinato de Charlie Kirk es lamentable, y cualquier expresión que trivialice esa muerte merece un rechazo moral. Sin embargo, usar esa tragedia para promover lo mismo que antes era condenado —el silenciamiento del disenso— erosiona la credibilidad del argumento conservador sobre la defensa de la libertad de expresión.

Con cada despido y cada cancelación, se alimenta un ciclo sin fin en el que “libertad” sólo significa “libertad para los míos”. ¿Es esto lo que quiere Estados Unidos? ¿Un país donde tus palabras te valgan no aplausos ni críticas, sino el exilio profesional?

En palabras del juez de la Corte Suprema Hugo Black (1886–1971): “La libertad de expresión debe proteger no sólo las voces que nos agradan, sino especialmente las que nos ofenden”.

Si EE.UU. ha llegado a un punto donde solo se tolera lo que uno quiere escuchar, ya no se trata de política: se trata de un país que se está convirtiendo en su propio enemigo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press