Bolsonaro entre la justicia, la política internacional y un Brasil dividido

La sentencia por intento de golpe de Estado reaviva las tensiones internas y provoca respuestas internacionales controversiales, mientras el expresidente enfrenta vigilancia estricta y apoyo popular inquebrantable

La caída de Bolsonaro: golpe frustrado y consecuencias legales

El expresidente Jair Bolsonaro está atravesando el momento más crítico de su carrera política. Tras la sentencia de la Corte Suprema de Brasil que lo encontró culpable de intentar ejecutar un golpe de Estado tras las elecciones de 2022, donde fue derrotado por Luiz Inácio Lula da Silva, el líder ultraderechista enfrenta una pena de prisión de 27 años. Esta decisión judicial desató un torbellino político, tanto dentro como fuera del país.

Bolsonaro, bajo arresto domiciliario desde agosto de 2023, ha sido objeto de una serie de investigaciones profundas y minuciosas. El fallo judicial fue precedido por meses de indagaciones que, según Lula, descubrieron incluso planes para asesinarlos a él mismo, a su vicepresidente y a un juez de la Corte Suprema. Esta narrativa coloca el juicio más allá de una mera lucha política: lo sitúa como una defensa de las instituciones democráticas en Brasil.

La sentencia todavía no es firme. El tribunal tiene hasta 60 días para publicarla oficialmente, y los abogados de Bolsonaro dispondrán de cinco días adicionales para presentar recursos. Aunque intentarán apelar tanto la condena como la sentencia ante el pleno de los 11 jueces del Supremo Tribunal Federal, muchos especialistas consideran poco probable que prospere.

El impacto internacional: tensiones con Estados Unidos

Las consecuencias del fallo no se limitan al ámbito interno. Estados Unidos, bajo el gobierno de Donald Trump, impuso en julio una tarifa del 50% a productos brasileños importados. El argumento fue inusual: Trump sostuvo que su decisión respondía a la “cacería de brujas” contra Bolsonaro, que por entonces enfrentaba graves acusaciones. Esta medida comercial ha sido interpretada por Lula como una represalia política “ilógica e injustificada”.

En una columna publicada en The New York Times, Lula dejó claro que Brasil está dispuesto a negociar lo que traiga beneficios mutuos, pero no a comprometer su democracia ni su soberanía. “La democracia brasileña no está a la venta”, escribió. Lula también recordó que en los últimos 15 años, Estados Unidos ha tenido un superávit comercial de 410.000 millones de dólares con Brasil, por lo que imponer tarifas resulta contradictorio e innecesario.

Rubio y las amenazas veladas

Luego de la sentencia en Brasil, el Secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, escribió en la red social X que “el gobierno de Trump responderá en consecuencia”. Esta afirmación fue respondida con dureza por el Ministerio de Relaciones Exteriores brasileño, que la calificó como “una amenaza inapropiada” y subrayó la independencia del poder judicial de su país.

En un clima geopolítico sensible, donde Brasil está buscando proyectar una imagen de estabilidad institucional y autonomía democrática, estos desencuentros podrían tener implicancias negativas en sus relaciones comerciales, diplomáticas y estratégicas con Washington.

Bajo arresto, pero en la mira pública

En medio de este tenso panorama, Bolsonaro hizo su primera aparición pública desde el fallo del tribunal. El domingo por la mañana, abandonó temporalmente su encierro domiciliario —vigilado electrónicamente con un grillete— para asistir a un hospital privado en Brasilia. Allí fue sometido a un procedimiento para remover ocho lesiones cutáneas, que serán analizadas para un diagnóstico definitivo.

El permiso fue otorgado excepcionalmente por el juez Alexandre de Moraes, quien además dispuso un rígido dispositivo de seguridad y un control estricto de los vehículos que salen del domicilio del exmandatario. La condición: presentar un certificado médico detallando fecha y hora de la consulta.

Apoyo inquebrantable y denuncias de persecución

La hospitalización de Bolsonaro no pasó desapercibida. En la entrada del hospital, un grupo de simpatizantes lo esperaba con pancartas y gritos que pedían “¡Amnistía ya!”. Este clamor popular refleja la movilización de una fracción considerable de la sociedad brasileña que no acepta la condena de su líder y la considera injusta.

Uno de los presentes, Deusélis Filho, líder del grupo Influencers de Brasil, comentó: “Estamos aquí para brindar apoyo espiritual y psicológico, no es un criminal, es un mártir”.

Por su parte, Carlos Bolsonaro, hijo del expresidente, criticó fuertemente el despliegue de seguridad alrededor del viaje médico. “Soy testigo del mayor circo en la historia de Brasil. Más de veinte hombres armados con fusiles, sólo para humillar a un hombre honesto”, escribió en X.

Una nación polarizada

La polarización no es un fenómeno nuevo en Brasil, pero el juicio a Bolsonaro y sus consecuencias han agudizado la división. Por un lado, están quienes consideran la condena como una victoria de la democracia, un mensaje claro contra las aventuras autoritarias. Por otro, millones de ciudadanos creen que Bolsonaro es víctima de una persecución política orquestada por una élite judicial cercana al presidente Lula.

Desde 2018, cuando triunfó en las elecciones presidenciales, Bolsonaro era considerado un outsider convertido en presidente gracias a una retórica agresiva, políticas neoliberales y una férrea defensa de los valores conservadores. Su mandato se vio atravesado por controversias, especialmente por su gestión de la pandemia de COVID-19 y su campaña constante por desacreditar el sistema electoral brasileño antes de ser derrotado en 2022.

¿Camino a la amnistía o al aislamiento?

Los intentos de algunos legisladores aliados de Bolsonaro para conseguir una amnistía legislativa revivieron con fuerza tras el fallo. Aunque Lula y su coalición política se oponen firmemente, la creciente presión en el Congreso podría generar un escenario inesperado. Ya no se trata sólo del futuro político de Bolsonaro, sino del equilibrio ideológico del país.

Existen también temores sobre cómo esta sentencia puede afectar las elecciones municipales de 2024 y las presidenciales de 2026. ¿Será Bolsonaro inhabilitado para postularse nuevamente? ¿Mutará su liderazgo hacia un rol más simbólico o activista, como referente de la derecha conservadora brasileña?

Repercusiones institucionales: ¿una justicia ejemplar o politizada?

Para muchos observadores internacionales —como The Economist o BBC Mundo— la actuación del Supremo Tribunal Federal ha sido ejemplar. Ha demostrado que ni siquiera un expresidente está por encima de la ley. En palabras de Lula: “Estoy orgulloso por esta decisión histórica que protege nuestra democracia y el Estado de derecho”.

Sin embargo, críticos advierten que el sistema judicial brasileño aún arrastra vicios de lentitud, filtraciones informativas interesadas y una imagen de selectividad en la aplicación de la ley. Las tensiones actuales evidencian la necesidad de fortalecer la transparencia judicial para evitar que se repitan episodios como el de la Operación Lava Jato, que puso en cuestión la imparcialidad de jueces y fiscales.

La encrucijada brasileña

El futuro de Bolsonaro, así como el del propio Brasil, depende de decisiones clave en las próximas semanas: la publicación definitiva de la sentencia, los eventuales recursos de defensa, la posición que adopte Estados Unidos con respecto a nuevas sanciones comerciales, y la presión de los sectores bolsonaristas por obtener algún tipo de medida de gracia.

Por ahora, el país se encuentra en una delicada balanza entre justicia, institucionalidad, intereses económicos internacionales y una ciudadanía profundamente dividida. Lo que está en juego no es sólo la suerte de un político polarizante, sino la credibilidad de toda una democracia.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press