Hermeto Pascoal: el genio loco que rompió las barreras de la música brasileña

La vida y legado del 'Hechicero de los Sonidos', un músico irrepetible que desafió etiquetas y elevó el alma musical de Brasil

Una mente sin fronteras: la música como expresión total

Hermeto Pascoal no fue simplemente un músico. Fue un fenómeno, un canal divino de creatividad y libertad sonora que rebasó géneros, convenciones y expectativas. Conocido como "O Bruxo" (El Hechicero) o "El Genio Loco", Pascoal dejó una huella indeleble en la música brasileña y mundial, mezclando jazz, samba, Música Popular Brasileira (MPB), bossa nova, choro y forró —todo en un solo gesto inimitable.

Su fallecimiento a los 89 años en junio de 2024 ha resonado con fuerza en la comunidad artística global. El presidente Lula da Silva lamentó su muerte destacando que su genio influyó a generaciones enteras de músicos, mientras que Caetano Veloso lo describió como “uno de los puntos más altos en la historia de la música de Brasil”.

Desde el noreste brasileño hasta el mundo

Hermeto nació albino en Lagoa da Canoa, un pequeño pueblo del estado de Alagoas, Brasil, el 22 de junio de 1936. Su condición lo mantuvo alejado de las faenas rurales bajo el intenso sol del nordeste brasileño, lo que, paradójicamente, lo acercó a la música: aprendió a tocar el acordeón de su padre casi por instinto.

A los 14 años, su familia se mudó a Recife, donde participó en radios locales y expandió su horizonte musical. Posteriormente, vivió en Río de Janeiro y São Paulo, convirtiéndose en una figura clave del movimiento experimental en los años 60. Fue en esta época cuando conoció a Airto Moreira, famoso percusionista con quien viajaría a Estados Unidos, donde su destino daría un giro tras conocer a nada menos que Miles Davis.

El hechizo de Miles Davis y la consagración internacional

En 1971, Pascoal participó en el álbum “Live-Evil” de Miles Davis. El propio Davis describió a Hermeto como “uno de los músicos más importantes del planeta”. Su presencia en esta grabación puso en el radar internacional a este brasileño inclasificable, y desde entonces su carrera despegó globalmente.

A diferencia de otros artistas que modulan su estilo para adecuarse al mercado, Hermeto se mantuvo intransigente frente a las etiquetas. “Yo nací música. No hago nada que no sea música”, declaró en una entrevista con el diario Folha de São Paulo. Y lo vivió así: componía en papeles, en tazas de té, en paredes e incluso en inodoros. Cada superficie era un pentagrama. Cada momento, una partitura.

Instrumentos no convencionales, creatividad sin límites

Pascoal tocaba piano, flauta, saxofón, melódica, acordeón y cuanto instrumento se le pusiera entre las manos. Pero lo que realmente lo distinguía era utilizar objetos no musicales para crear sonidos únicos. Pocas personas pueden presumir de haber grabado un tema usando cerdos vivos. Eso ocurrió en su álbum de 1977, “Slaves Mass”, en el cual la canción abre con un chillido real: Pascoal estaba sosteniendo un lechón y lo hizo sonar como parte esencial del tema.

También experimentaba con el sonido producido por copas, cubiertos, muñecas, su propio cuerpo, agua en movimiento o expresiones vocales transformadas en sonidos armónicos. Su objetivo era uno solo: expresar la posibilidad infinita del sonido. En sus propias palabras: “La música es sagrada, venga de donde venga.”

Creación sin descanso: más de 10,000 composiciones

El portal de eventos del Barbican Centre de Londres, donde Hermeto iba a presentarse en noviembre de 2024, lo describía como uno de los compositores más icónicos de Brasil, con un repertorio que superaba las 10,000 composiciones, muchas de ellas todavía no grabadas.

Incluso organizó el reto “Calendário do Som”, en el cual compuso una pieza musical por cada día del año, incluyendo fechas festivas y personales. Esto no solo demostró su capacidad de producción, sino también su vínculo afectivo con la música como un agente transformador de la cotidianidad.

El amor por la improvisación y el jazz: encuentros con gigantes

Hermeto no fue ajeno al jazz internacional: tocó y fue admirado por leyendas como John McLaughlin, Chick Corea, Ron Carter y Joe Zawinul. Tocó en festivales en Europa, Asia y América. Sin embargo, nunca se disoció de sus raíces brasileñas o del lenguaje musical popular del nordeste.

No hago jazz. Hago Hermeto”, solía decir. Esa frase resume su mirada: un universo musical paralelo que tomó lo mejor de cada cultura sin perder su centro gravitacional brasileño. Nunca buscó encajar. Mas bien, logró lo impensable: que el mundo se girara hacia su centro musical.

Educador y mentor: el legado que trasciende generaciones

Además de performer, Hermeto fue educador. Formó parte del cuerpo docente de diversas universidades en Brasil y dio masterclasses desde Berlín hasta Buenos Aires. Muchos de los músicos contemporáneos que hoy gobiernan la escena experimental brasileña —como Hamilton de Holanda, Jovino Santos Neto y Toninho Ferragutti— se formaron directa o indirectamente bajo su filosofía.

Jamás usó métodos tradicionales de enseñanza. Prefería decir: “No les voy a enseñar a tocar. Les voy a enseñar a sentir”.

Un personaje irrepetible

Con su cabello blanco enmarañado, su barba igualmente indomable, y sus inconfundibles gafas redondas, Hermeto era una figura mítica. Andaba con túnicas psicodélicas, sandalias abiertas y un brillo constante de niño explorador en los ojos. Lo apodaban también "el Frank Zappa del Pantanal" por su irreverencia e inventiva.

Vivía rodeado de músicos, animales, instrumentos y grabadoras. Alejado de las luces mediáticas, hizo de su pequeño estudio un santuario de creación en libertad absoluta.

Una influencia inmortal

Hermeto Pascoal fue mucho más que un músico. Fue un místico, un chamán sonoro, un representante legítimo del espíritu creativo de América Latina. Su mensaje fue claro: todo puede ser música, si se toca con honestidad y corazón.

En una época donde la producción artística está cada vez más contaminada por los algoritmos y el mercado, Hermeto defendió hasta el final una forma de arte orgánica, profunda e impredecible. Una forma de arte que, aunque nació en una esquina olvidada del nordeste brasileño, cruzó mares, culturas e idiomas para convertirse en un idioma universal.

Hoy su legado vive más que nunca, en cada improvisación, en cada nota que busca trascender la partitura, en cada acto musical que se niega a ser domesticado.

“Compor é como respirar”, decía Hermeto. Su aliento sigue flotando en la atmósfera de la música universal.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press