Las Capillas Familiares de Tinos: Un Legado Vivo de Fe y Comunidad

En la isla griega de Tinos, más de mil pequeñas capillas privadas son cuidadas por generaciones de familias, manteniendo viva una tradición espiritual, arquitectónica y comunitaria única en Europa.

En la isla cicládica de Tinos, Grecia, cada piedra blanca cuenta una historia. No solo sobre arquitectura o paisaje, sino sobre herencia, comunidad y una profunda—aunque a veces silenciosa—devoción.

Una Isla, Mil Capillas: El Fenómeno Único de Tinos

En Tinos, es imposible ignorarlo: desde cualquier colina o sendero pueden contemplarse múltiples capillas encaladas. En total, hay más de 1,000, una proporción impresionante en una isla de menos de 10,000 habitantes.

Estas pequeñas iglesias de uso familiar suelen ser edificaciones sencillas, con torres de campana mínimas coronadas por una cruz. Si bien algunas cuentan con elaboradas iconostasios de mármol o lámparas de araña, otras carecen incluso de electricidad. Comparten el estilo icónico de las Cícladas: formas cúbicas, techos planos, toques de azul sobre blanco.

Un Legado que Cruza Siglos

El origen de las capillas data de tiempos remotos. Durante el dominio veneciano (siglo XIII al XVIII), muchos agricultores recibieron tierras como contrapeso frente a la amenaza otomana. La construcción de capillas en estas tierras no solo era una devoción, también un símbolo de legitimidad territorial.

Cuando los otomanos tomaron la isla, permitieron mantener estas construcciones religiosas como una forma de apaciguamiento. Así, con cada generación, se añadió una nueva capilla o se renovó una ya existente. También hay las que surgieron como ofrenda por la seguridad de los marineros o en honor a vírgenes y santos protectores familiares.

“Cada albañil dejó su huella,” explica el sacerdote católico Markos Foskolos, oriundo de Tinos y cronista local de la historia religiosa de la isla.

Unidad en la Diversidad: Ortodoxos, Católicos e Incluso No Creyentes

La coexistencia pacífica de capillas ortodoxas y católicas en Tinos es excepcional. Algunas incluso se erigen espalda con espalda: una católica enfrentando a otra ortodoxa.

Sorprendentemente, hay quienes no se identifican como religiosos pero continúan cuidando las capillas. Para Giannis Kafantaris, un joven de 26 años que comparte propiedad de la capilla Panagia Theoskepasti, “Es un sitio de silencio... donde puedo leer o simplemente relajarme”.

Esta perspectiva no disminuye el valor simbólico o cultural. “El cristianismo no es solo religión; es también cultura. Reúne a muchas personas”, añade Kafantaris.

Festividades: El Alma de la Capilla

Podría decirse que las capillas cobran verdadera vida durante el panigiri, una celebración litúrgica y festiva que gira en torno a la fecha del santo o virgen a quien se dedica la iglesia. Suele haber misa, procesión, comida compartida y bebidas tradicionales como el raki. A veces participan 20 personas; en otras, cientos.

En el caso de la familia de Ioanna Krikelli, que mantiene Agios Sostis, una capilla del siglo XVII, el panigiri es evento sagrado. “Esta tradición es parte de nuestra identidad. Estoy comprometida a pasarla a mis hijos”.

Durante estas festividades, familiares que viven en el extranjero vuelven a Tinos, restaurando el vínculo ancestral. “Servimos dulces y licor. Aquí compartimos más que comida; compartimos memoria y fe”, afirma Ioanna.

Capillas Que Son Puentes Generacionales

No importa si tienen 400 años o 40. La mayoría de las capillas familiares siguen un mismo patrón: pasan de generación en generación como legado espiritual y social.

En el pueblo de Falatados, Nicoleta Nazou revisa cada día que la llama de su capilla siga encendida. La iglesia Agia Paraskevi, cubierta de mármol, ha estado en la familia desde el siglo XVII. “Es una responsabilidad, como una herencia familiar sagrada”, dice.

En el otro extremo del espectro está Nondas Chrisochoidis. Su iglesia fue construida en los años 80 por su padre en honor a San Constantino. “No soy tan devoto como mis padres, pero creo que esta tradición no desaparecerá. Es nuestra vida”, observa esperanzado.

El Poder Comunitario de la Fe

Además del componente religioso, las capillas servían como puntos de reunión clave. Décadas atrás, los panigyria eran eventos sociales en los que incluso se originaban matrimonios. “Los chicos solían ofrecer carne con una flor a las chicas que querían cortejar”, recuerda Eleftheria Levanti.

Además, explica el padre Foskolos, estas celebraciones respondían a una función práctica. Las personas caminaban largas distancias para llegar a la capilla, normalmente en ayuno. Los dueños ofrecían alimentos, ayudando también a los más necesitados.

“En estas capillas pequeñas, uno se convierte en hermano de todos los presentes”, afirma Foskolos.

La Mano de Todos: Mantenimiento y Restauración

Una vez al año, la familia realiza la “puesta a punto”: se blanquean las paredes, se reparan goteras, se barnizan íconos y se limpia meticulosamente el interior. La tarea puede incluir a hijos, abuelos, primos y hasta amigos de la familia.

En una escena que refleja esta dedicación, Naim Domi, un trabajador inmigrante albanés de 50 años que vive en Grecia desde hace 17, es fotografiado pintando la capilla Panagia Faneromeni.

De hecho, mantener estas estructuras también puede ofrecer beneficios: los inmuebles religiosos están exentos de ciertos impuestos y eso se extiende a edificaciones anexas. Pero para la mayoría, la motivación es irreductiblemente espiritual o emocional.

¿Una Tradición Amenazada?

El proceso de secularización avanza en Europa, y Grecia no es la excepción. Sin embargo, el fenómeno en Tinos parece contrarrestarlo con fuerza.

Familias como la de Romanos y Konstantinos Vasilopoulos preservan con esmero sus tradiciones en la capilla del siglo XIX Panagia Faneromeni. Incluso sin agua corriente ni electricidad, organizan eventos para unas 80 personas cada año. “Es una forma de honrar la familia, la fe y nuestras raíces”, señala Konstantinos.

Tal vez lo más valioso sea el consenso intergeneracional. Jóvenes y ancianos, devotos y escépticos, todos participan. La religión puede transformarse, pero el lazo comunitario —construido alrededor de estas pequeñas estructuras sagradas— permanece fuerte.

Los “Pichones de Dios”

En un conmovedor poema, Eleftheria Levanti define a las capillas como “palomas que han parado a descansar. Son las casas de Dios, hechas por sus hijos para alabarlo”.

Y quizás ese sea el mejor resumen posible: santuarios eternos donde la fe, la familia y la memoria convergen. Sirven como refugios para rezar, leer un libro o compartir vino con los vecinos. Pero sobre todo, como testimonio de que los lazos humanos, cuando se funden con la dedicación, pueden trascender incluso al tiempo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press