Nepal se levanta entre las cenizas: el simbolismo y el reto del liderazgo de Sushila Karki

La primera mujer primera ministra de Nepal asume el poder en medio de protestas violentas, desafíos estructurales y una juventud hastiada del ‘nepotismo político’

  •  EnPelotas.com
    EnPelotas.com   |  

Por décadas, Nepal fue conocido por sus paisajes montañosos, sus monasterios budistas y su transición titubeante hacia una democracia funcional. Sin embargo, el 2025 marcó un antes y un después en la historia reciente del país himalayo: la llegada de Sushila Karki al poder como la primera mujer en convertirse en primera ministra, en medio de una de las crisis civiles más cruentas que haya vivido el país post-monárquico.

Una nación al límite: la génesis de la revuelta 'Gen Z'

Todo comenzó el pasado 8 de septiembre, cuando el gobierno de turno implementó una efímera pero provocadora prohibición de las redes sociales. Este acto, percibido como un intento burdo de censura, fue la gota que derramó el vaso para millones de jóvenes nepaleses que ya estaban hartos de la corrupción rampante, el desempleo crónico y las abismales desigualdades sociales.

Bajo el nombre simbólico de “la protesta de la Generación Z”, decenas de miles de jóvenes salieron a las calles. Su rabia no solo era contra un gobierno que los sometía al silencio digital, sino contra un sistema que premiaba a los llamados "nepo kids": hijos e hijas de políticos poderosos viviendo lujosamente mientras el 25% de la población urbana vivía bajo la línea de la pobreza, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Septiembre sangriento

Lo que empezó como una protesta digital, escaló rápidamente a una insurrección nacional. El 9 de septiembre, el parlamento fue rodeado por manifestantes y la policía respondió con fuego real. El saldo fue devastador: al menos 72 muertos, cientos de heridos y una capital parcialmente destruida.

El palacio que albergaba la oficina del primer ministro fue incendiado, lo mismo que los edificios del presidente, la corte suprema y varios ministerios clave. No solo se atacaron instituciones sino también tiendas de cadenas minoristas vinculadas a familias políticas. El mensaje era claro: “Estamos hartos del clientelismo”.

Sushila Karki: esperanza o símbolo

En medio del caos surgió un consenso nacional encabezado por las Fuerzas Armadas, movimientos civistas y el presidente interino: instaurar un gobierno de transición. Y fue así como el 12 de septiembre se nombró a Sushila Karki, de 73 años, como nueva primera ministra.

Karki no es una desconocida; su mandato como primera y única presidenta del Tribunal Supremo de Nepal (2016-2017) la convirtió en una figura respetada, conocida por su tenaz lucha contra la corrupción y las mafias judiciales. “Este país necesita justicia, no venganza”, dijo en uno de los discursos más recordados de su carrera.

El día de su juramentación, Karki anunció la compensación de 1 millón de rupias (USD 11,330) a cada familia afectada por las muertes. Enfatizó que su mandato buscaría reincorporar a Nepal a la senda democrática y económica.

La dimensión generacional del conflicto

Lo que distingue esta revuelta de otras en la región es su componente generacional y digital. “Estos chicos y chicas no crecieron en la guerra civil de los 90, no temen a los oficiales corruptos. Temen no tener futuro”, señala Ritu Poudel, socióloga de la Universidad Tribhuvan.

La Generación Z, nacida entre 1997 y 2012, representa alrededor del 40% de la población del país. Con alto acceso a smartphones, pero sin oportunidades laborales formales, encontró en TikTok, Instagram y Twitter no solo herramientas de protesta, sino comunidades de apoyo frente a un gobierno que los ignora sistemáticamente.

El enemigo interno: el nepotismo

La rabia de los manifestantes se focalizó en los “nepo kids”, hijos de políticos que muestran en redes sociales sus viajes en yates, autos de lujo y educación en Europa, mientras la mayoría de los jóvenes en zonas rurales abandonan la escuela secundaria por falta de recursos.

Esta desconexión social escaló rápidamente al punto que varias de las casas de estos jóvenes privilegiados fueron vandalizadas durante las protestas. Para muchos, el símbolo de la desigualdad ya no eran los empresarios corruptos, sino los influencers mimados por el Estado.

¿Y ahora qué?

El interinato de Sushila Karki tiene fecha límite. Las elecciones generales están pautadas para el 5 de marzo de 2026. Su gobierno, sin afiliación partidaria directa, enfrenta una doble batalla: restaurar la confianza en las instituciones y preparar un proceso electoral legítimo.

Karki ha solicitado la participación de observadores internacionales y ha prometido implementar reformas sustanciales: desde digitalización transparente del gasto público hasta auditorías obligatorias de los patrimonios familiares de los funcionarios.

Sin embargo, dentro del ejército ya hay voces que temen una escalada si no se aplican cambios visibles en los próximos 90 días. “El país puede entrar en guerra o regeneración, todo depende de lo que haga o deje de hacer este gobierno”, declaró anónimamente un alto oficial del ejército al diario Kantipur.

Un país que se reconstruye desde sus jóvenes

La gran lección política que deja lo sucedido en Nepal es que la juventud informada y consciente puede detonar o reconstruir un país. Y en este caso, han obligado al sistema a renovar su cara, al menos temporalmente.

Queda por verse si la designación de Karki es un cambio coyuntural o el primer paso hacia un nuevo contrato social con las generaciones que ya no se conforman con promesas vacías.

Pero lo que está claro es que Nepal ya no es el mismo desde aquel 8 de septiembre. Y quizás, solo quizás, esta revolución digital y generacional marque el guión de otras naciones que aún subestiman el poder de una juventud conectada… y cansada.

Fuentes: PNUD, Kantipur, Himalayan Times

Este artículo fue redactado con información de Associated Press