Deslices presidenciales ante la realeza británica: entre protocolos rotos y momentos incómodos
Desde besos inesperados hasta toques prohibidos, repasamos las meteduras de pata más notorias entre líderes estadounidenses y la familia real británica
Las tensiones del protocolo y la diplomacia
Cuando se trata de la realeza británica, cada gesto está cuidadosamente planeado. Desde cómo inclinar la cabeza hasta el orden en el que se camina, el protocolo juega un papel crucial. Sin embargo, los presidentes de Estados Unidos —poco acostumbrados a monarquías y a las normas que conllevan— han protagonizado a lo largo de las décadas varios faux pas que han generado titulares, memes y días de especulaciones diplomáticas.
Jimmy Carter y el famoso beso a la Reina Madre
En 1977, el presidente Jimmy Carter asistió a una cena de gala en el Palacio de Buckingham. Nacido en Georgia y conocido por su calidez sureña, Carter saludó a la Reina Madre con tanto entusiasmo que, según los tabloides británicos, llegó a besarla en los labios. Aunque Carter desmintió esta versión y aseguró que solo fue un beso en la mejilla, el gesto fue considerado como una violación del protocolo real.
Como señaló el Daily Mail en uno de sus artículos retros sobre el incidente: “Puede que no haya sido un beso escandaloso, pero sí uno que Gran Bretaña nunca olvidará.”
La pifia cronológica de George W. Bush
Durante una visita oficial de la Reina Isabel II a la Casa Blanca en 2007, el presidente George W. Bush cometió un error al mencionar, durante su discurso, que ella había ayudado a celebrar el bicentenario estadounidense en... 1776. Nada más y nada menos. Un siglo de diferencia generó carcajadas en la audiencia y una mirada fría de la reina.
Bush bromeó al respecto: “Me lanzó una mirada que solo una madre puede dar.” El momento se convirtió en uno de los clips virales más recordados de la diplomacia real.
Michelle Obama rompe el protocolo con sinceridad
En 2009, durante una visita oficial de los Obama al Reino Unido, Michelle Obama protagonizó un momento que rompió las reglas tradicionales, pero que también humanizó la relación entre Estados Unidos y la Corona. De forma espontánea, colocó su mano en la espalda de Su Majestad, un gesto afectuoso pero fuera de las normas establecidas —ya que nadie debe tocar a la reina a menos que ella tome la iniciativa.
Para sorpresa de todos, la reina devolvió el gesto, colocando su mano sobre la primera dama. El momento fue captado por cientos de cámaras y dividió a la prensa entre quienes lo vieron como una falta de respeto y quienes lo elogiaron como un símbolo de cercanía genuina entre ambas naciones.
Obama y el himno interrumpido
En 2011, durante una cena oficial en el Palacio de Buckingham, Barack Obama intentó brindar por la reina. El problema surgió cuando la orquesta comenzó a tocar el himno “God Save the Queen” en mitad de su discurso. El presidente, sin darse cuenta, continuó hablando mientras la música se alzaba, causando incomodidad entre los presentes.
La reina, con su habitual temple, esperó a que terminara el himno antes de levantar su copa. Una muestra elegante de paciencial real... y una lección de sincronización para su invitado.
Trump eclipsa a la reina en Windsor
Durante su visita en 2018 al Castillo de Windsor, el presidente Donald Trump caminó por delante de la Reina Isabel II durante una revisión de la Guardia de Honor —algo que va completamente en contra del protocolo británico, donde la monarca siempre debe liderar.
El gesto fue ampliamente criticado por comentaristas reales y medios británicos como The Guardian, que señalaron el movimiento como “un ejemplo simbólico de la política exterior poco ortodoxa del presidente Trump.”
La sensibilidad contemporánea al protocolo: ¿cuánto importa hoy?
En un mundo que mira con escepticismo el simbolismo monárquico, muchos se preguntan si estos errores realmente importan. Según la experta en etiqueta Debrett’s, “el protocolo no busca humillar, sino mantener un orden visual y simbólico que contribuye al respeto mutuo”.
Sin embargo, algunos analistas, como el historiador Dr. David Starkey, señalan que los lapsus políticos también pueden interpretarse como estrategias veladas: “A veces es más fácil pedir perdón que pedir permiso.”
¿Existe un manual secreto?
No hay un único manual oficial que se entregue a los dignatarios extranjeros. En realidad, se les prepara por medio de asesores diplomáticos que repasan normas básicas, pero cada personalidad presidencial ha respondido de manera diferente:
- Carter: Cercano y afectivo, a veces en exceso.
- Bush: Improvisador, con carisma pero propenso a errores.
- Obama: Elegante, pero víctima de momentos incómodos ajenos a su intención.
- Trump: Despreocupado por los códigos, en línea con su estilo disruptivo.
¿Siguen siendo relevantes estas reuniones?
Para muchos críticos contemporáneos, las visitas de Estado son puro teatro. Pero más allá del espectáculo, cumplen funciones simbólicas y prácticas: envían mensajes de unidad, reafirman alianzas y abren puertas para acuerdos bilaterales. Un desliz, por pequeño que sea, puede empañar esa imagen.
Durante la pandemia, por ejemplo, la ausencia de estos eventos dejó un vacío diplomático evidente: no solo se perdieron reuniones oficiales, sino también los gestos que cimentan una relación política.
La monarquía británica en el siglo XXI
Con la ascensión de Carlos III, el protocolo real podría enfrentar una modernización. Ya se ha debatido abiertamente la necesidad de flexibilizar ciertas reglas para alinearse más con los tiempos actuales. ¿Veremos en el futuro cenas de Estado con códigos de vestimenta menos estrictos? ¿Habrá más espontaneidad y menos rigidez?
El tiempo lo dirá. Por ahora, los deslices presidenciales se mantienen como pequeñas joyas de la historia diplomática contemporánea, recordándonos que incluso los líderes del mundo son humanos... y a veces, humanos bastante nerviosos frente a una corona.
Curiosidades imperdibles
- La Reina Isabel II fue testigo de 14 presidentes de EE.UU. durante su reinado, desde Truman hasta Biden.
- Fue ella quien, en 1951, conoció a Harry Truman por primera vez, cuando aún era princesa.
- Franklin D. Roosevelt fue el primer presidente estadounidense en alojar a un monarca británico en suelo estadounidense: Jorge VI, en 1939.
- El apretón de manos entre Reagan y la Reina Isabel II en 1983 mientras cabalgaban juntos se convirtió en un símbolo de cercanía angloamericana.
Los errores diplomáticos, aunque vergonzosos en el momento, también alimentan la narrativa histórica. Recordamos las miradas frías de la reina, los gestos incomprendidos o desinhibidos, y —sobre todo— cómo detrás de cada evento de Estado, hay seres humanos con emociones, estilos y, por supuesto, tropiezos inolvidables.