El ascenso imparable de AfD en Alemania: ¿agotamiento democrático o despertar del malestar social?

La ultraderecha avanza con fuerza en las urnas mientras los partidos tradicionales se tambalean: un análisis del fenómeno político que está reconfigurando el panorama alemán

AfD: de paria político a pieza clave en la política alemana

El sorprendente ascenso del partido Alternative für Deutschland (AfD) en las elecciones municipales de Renania del Norte-Westfalia ha vuelto a encender las alarmas en el panorama político alemán. En el estado más poblado del país, hogar de 18 millones de personas, la formación de extrema derecha logró un 14,5% de los votos, casi triplicando sus resultados respecto a los comicios de 2020.

Aunque el partido de gobierno, la Unión Demócrata Cristiana (CDU) encabezada por el canciller Friedrich Merz, obtuvo el primer lugar con un 33,3%, y los Socialdemócratas (SPD) quedaron en segundo con un 22,1%, la verdadera noticia fue este crecimiento explosivo de AfD, incluso en zonas donde históricamente no tenía presencia significativa.

Un síntoma del descontento

La creciente ola de apoyo a AfD no se puede entender sin analizar el profundo malestar que sufren amplios sectores de la sociedad alemana. En palabras de Stefan Marschall, politólogo de la Universidad Heinrich Heine de Düsseldorf, "AfD está sabiendo articular el descontento con los partidos tradicionales". Y eso es precisamente lo que ha pasado en regiones como el Ruhr, antes bastiones socialdemócratas, donde ahora el partido ultra compite en segundas vueltas por alcaldías.

Este éxito no es aislado. En las elecciones federales de febrero, AfD se convirtió en la segunda fuerza a nivel nacional con el 20,8% de los sufragios, superando su media histórica, y confirmó su presencia incluso en los estados occidentales, donde la izquierda tradicional solía dominar. En Renania del Norte-Westfalia, obtuvo un 16,8% en aquellas elecciones, lo cual sugiere que su ascenso todavía continúa.

¿Cuáles son las claves de este fenómeno?

El éxito de AfD se sostiene en tres pilares estrechamente relacionados:

  • La crisis migratoria: La llegada masiva de refugiados en 2015 y los debates sobre asilo político han dejado una profunda huella. AfD ha capitalizado ese miedo, con un discurso centrado en el cierre de fronteras y el "rescate" de la identidad germana.
  • Estancamiento económico: Alemania afronta una desaceleración preocupante. El crecimiento del PIB ha sido inferior al 1% en los últimos dos trimestres, y la inflación energética ha golpeado duramente a las clases trabajadoras. AfD supo conectar con ese hartazgo.
  • Crisis de credibilidad política: Tras el colapso del anterior gobierno de coalición liderado por Scholz (SPD), la nueva administración de Merz ha sido incapaz de generar confianza. Sus propias divisiones internas y medidas impopulares, como recortes sociales, han favorecido a los extremos.

Una amenaza orquestada o un castigo democrático legítimo

Aunque el Ministerio del Interior alemán y la Oficina Federal para la Protección de la Constitución clasificaron a AfD como un "grupo de extrema derecha con posibles vínculos antidemocráticos y racistas", su crecimiento ha sido constante. Actualmente, el proceso de clasificación como amenaza está suspendido debido a una apelación legal del partido, pero la preocupación entre los líderes democráticos es palpable.

Alice Weidel, co-líder nacional de AfD, lo expresó sin vacilar tras la votación: “Este es un enorme éxito y una señal clara de que el pueblo está de nuestro lado”.

El vacío del centro y el eclipse de los Verdes

Mientras la derecha radical sube, los partidos de corte reformista o centrista siguen perdiendo fuelle. Especialmente alarmante es el caso de los Verdes, cuya caída del 20% al 13,5% en las municipales muestra el desgaste que ha provocado su participación en gobiernos tanto estatales como pasados gobiernos nacionales.

La llamada coalición semáforo (SPD-Verdes-FDP), que gobernó antes del desastre electoral de febrero, está asociada con la inestabilidad política, el aumento del coste de vida y una percepción de elitismo progresista desconectado de la realidad del votante medio.

Renania del Norte-Westfalia como espejo nacional

Lo ocurrido en este estado es un reflejo a pequeña escala de lo que ya sucede en toda Alemania. Las características de Renania —zonas industriales deprimidas, migración interna oriental, polarización urbana-rural— representan un microcosmos sociológico de la nación.

La CDU se mantiene como la opción "estable", pero con un liderazgo cada vez más cuestionado. Merz asumió el cargo intentando endurecer posiciones para frenar a la ultraderecha, pero su estrategia parece estar fallando. Lejos de quitarle votos a AfD, podría estar amplificando sus discursos.

¿Qué tan real es el riesgo a nivel nacional?

En 2026, Alemania celebrará nuevas elecciones federales. Si la tendencia de AfD sigue esta curva ascendente, el mapa político germano podría sufrir una transformación brutal. Ya se especula con posibles escenarios en los que AfD no solo se consolida como segunda fuerza nacional, sino que pueda formar gobierno bajo ciertas alianzas pasivas.

La gran pregunta ahora es: ¿cómo deben reaccionar los partidos democráticos? ¿Deben ignorar a AfD, enfrentarlo con más dureza o buscar entender parte del desencanto que ha captado?

La amenaza silenciosa del abstencionismo

Uno de los factores más preocupantes de estas elecciones ha sido el aumento del abstencionismo. A pesar de realizarse en un estado con alta densidad poblacional, la participación cayó respecto a 2020. La decisión de no votar se está convirtiendo en una forma de protesta, lo que deslegitima cada vez más a los partidos tradicionales...

AfD, en este contexto, se posiciona como un catalizador del voto útil del desencanto, algo similar a lo que ha ocurrido con otros partidos de ultraderecha en Europa como Vox en España, Fratelli d’Italia en Italia o Rassemblement National en Francia.

¿Se puede frenar el auge de la ultraderecha?

La respuesta está en el fondo, no en la forma. Acusar a AfD de fascismo —aunque en algunos casos haya pruebas preocupantes— sin ofrecer mejores soluciones sociales, laborales y migratorias solo ahonda la grieta. Como advirtió Marschall, incluso en municipios donde AfD no presentó candidato, logró captar apoyo en listas independientes, lo cual indica una normalización del discurso ultraderechista.

Para muchos votantes, AfD ya no representa un tabú, sino una opción legítima frente a lo que perciben como una élite desconectada y un estado paternalista ineficaz.

El futuro inmediato: tres ciudades clave

En Gelsenkirchen, Duisburgo y Hagen, candidaturas de AfD se enfrentarán cara a cara contra SPD y CDU en las elecciones del 28 de septiembre, tras lograr clasificarse para la segunda vuelta. El resultado allí podría consolidar o frenar su presencia institucional en el oeste del país.

Si triunfan, se abriría un nuevo capítulo en la región industrial que durante décadas fue sede de los sindicatos mineros socialdemócratas. Sería también un verdadero parteaguas en el debate nacional sobre los límites del sistema democrático alemán.

Desde Berlín, una respuesta ambigua

Merz y sus aliados han endurecido parcialmente las políticas migratorias y económicas, pero sin lograr convencer ni a los votantes de centro ni frenar a la ultraderecha. De continuar esta tendencia, podría abrirse incluso un debate sobre pactos con AfD en gobiernos locales, algo impensable hace solo una década.

¿Está Alemania preparada para enfrentar este nuevo mapa político?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press