El legado explosivo de Beirut: arrestan al dueño del barco del nitrato de amonio, 5 años después
La captura de Igor Grechushkin en Bulgaria reaviva la esperanza de justicia para las víctimas de la explosión portuaria de 2020 en Líbano
Una tragedia que aún sacude a Beirut
Han pasado casi cinco años desde la devastadora explosión que arrasó con gran parte del puerto de Beirut el 4 de agosto de 2020. Aquel día, el estallido de más de 2,750 toneladas de nitrato de amonio almacenadas de manera negligente dejó al menos 218 muertos, más de 6,000 heridos y daños estimados en 15 mil millones de dólares. Las secuelas psicológicas, económicas y políticas aún resuenan en Líbano.
La reciente captura en Bulgaria del empresario ruso Igor Grechushkin, propietario del barco vinculado con el cargamento de nitrato, podría marcar un antes y un después en la lucha por la responsabilidad penal y moral detrás de esta catástrofe.
¿Quién es Igor Grechushkin y por qué importa su arresto?
Grechushkin, ciudadano ruso con doble nacionalidad chipriota, era el dueño del Rhosus, un barco de bandera moldava que llegó a Beirut en 2013 cargado con nitrato de amonio, supuestamente con destino a Mozambique. Tras enfrentar problemas legales en el puerto, la tripulación fue abandonada y la carga quedó almacenada en condiciones inseguras en el hangar 12 del puerto.
Desde entonces, múltiples funcionarios advirtieron del peligro que representaba el químico, pero ningún gobierno actuó eficazmente. El arresto de Grechushkin la semana pasada en el aeropuerto Vasil Levski de Sofía, tras su arribo desde Chipre, es el resultado de una orden internacional emitida por Interpol y solicitada por el juez de instrucción libanés Tarek Bitar.
¿Qué papel jugó el Rhosus en la tragedia de Beirut?
El Rhosus llegó a Líbano con fallas técnicas y una carga altamente explosiva. A pesar de que su destino final era Mozambique, nunca llegó a su meta. Las autoridades portuarias retuvieron la embarcación, y su contenido fue descargado y almacenado sin las medidas adecuadas de seguridad. El barco en sí fue abandonado y posteriormente se hundió parcialmente en el mismo puerto.
Varios expertos calificaron el manejo del nitrato como una "bomba de tiempo", y la explosión fue comparada con una tragedia similar ocurrida en Halifax en 1917, donde también se liberó una enorme cantidad de nitrato de amonio tras una colisión de barcos.
Tarek Bitar y la odisea judicial sin fin
El juez Tarek Bitar ha luchado durante años contra interferencias políticas, amenazas y limitaciones institucionales mientras intenta llevar justicia al caso. Su investigación ha sido suspendida y reanudada varias veces, enfrentando el reto de una clase política acusada de entorpecer deliberadamente el proceso.
En julio de este año, Bitar volvió a citar a altos cargos políticos, judiciales y de seguridad, reavivando la esperanza de justicia para las víctimas. Sin embargo, hasta la fecha, ningún funcionario libanés ha sido condenado por el caso.
El nuevo rumbo de Líbano: ¿reforma o retórica?
Este año, Líbano eligió al presidente Joseph Aoun y al primer ministro Nawaf Salam sobre una plataforma reformista. Ambos líderes prometieron completar la investigación del puerto y responsabilizar a los culpables. Sus declaraciones han generado un optimismo prudente, aunque muchos observadores locales e internacionales mantienen el escepticismo.
Amnistía Internacional y Human Rights Watch han criticado la inacción del gobierno libanés. En un informe de 2023, HRW afirmó que "la falta de avances indica una cultura de impunidad profundamente enquistada".
El papel de Bulgaria y la cooperación internacional
La detención de Grechushkin evidencia que la colaboración internacional funciona cuando hay voluntad política. Bulgaria actuó sobre la notificación de Interpol, y actualmente prepara la extradición del empresario a Líbano. En caso de que esta no proceda, el juez Bitar planea enviar una delegación para interrogarlo en territorio búlgaro.
Lo que ocurra en los próximos meses será determinante. Si Grechushkin llega a ser extraditado, podría revelar redes de corrupción, negligencia y responsabilidad compartida entre actores estatales y privados.
Las víctimas que buscan más que justicia
Entre las 218 personas asesinadas había trabajadores portuarios, bomberos, médicos, niños y ancianos. Más de 300,000 personas quedaron sin hogar. La explosión dejó cráteres de más de 140 metros de diámetro y una nube en forma de hongo que se volvió viral a nivel mundial. Fue uno de los incidentes no nucleares más poderosos registrados en la historia moderna.
Grupos como Families of the Martyrs continúan protestando regularmente frente al Palacio de Justicia en Beirut. Una de sus voceras, Mona Nassar, dijo a L’Orient Le Jour: "Cada día que pasa sin justicia es otra bomba silenciosa en nuestras almas".
¿Quién más está en la mira?
Además de Grechushkin, otro implicado es el capitán del Rhosus, Boris Prokoshev, también ruso. Interpol emitió una alerta roja para su arresto, pero aún no ha sido localizado. En paralelo, más de 25 funcionarios libaneses han sido interrogados, aunque pocos enfrentan cargos formales.
En una investigación del diario libanés An-Nahar, se estableció que múltiples ministros sabían del nitrato y no actuaron. Se han documentado al menos 10 avisos formales dirigidos a la fiscalía, al presidente y al primer ministro entre 2014 y 2020.
Otras consecuencias: colapso económico e ira social
La explosión no solo causó pérdidas humanas, sino que también aceleró el colapso financiero del país. La libra libanesa se devaluó más del 90%, y el sistema bancario perdió credibilidad. El desempleo superó el 40%, y más del 70% de la población vive por debajo del umbral de pobreza.
Las protestas masivas de 2019 y la posterior explosión transformaron la narrativa política de Líbano. La clase dirigente fue vista como corrupta, incompetente y desconectada de los ciudadanos.
El simbolismo de una detención tardía
La captura de Igor Grechushkin no resolverá por sí sola el caso del puerto de Beirut. Pero sí envía un mensaje claro: la verdad puede resistir incluso contra años de silencio, impunidad y complicidad. Para muchas víctimas, este arresto podría ser la primera rendija de luz tras un túnel de desesperación.
Grechushkin, el empresario que abandonó a su tripulación y a un cargamento mortal, ahora deberá enfrentar a las familias de quienes murieron por su negligencia.
¿Será este el inicio real del fin de la impunidad en el Líbano? ¿O se tratará solo de otro capítulo inconcluso en la historia de un país que cada tanto estalla por dentro?
La atención global vuelve a posarse sobre Beirut. Esta vez, con la exigencia clara de justicia verdadera… y sobre todo, oportuna.