La batalla por el alma del Partido Demócrata: Mamdani, el cierre del gobierno y la represión política
De las tensiones presupuestarias en el Congreso a la lucha ideológica dentro del partido, Estados Unidos vive un momento decisivo para su democracia
Un Congreso al borde del abismo
En un ambiente cargado de tensión, el Congreso de Estados Unidos enfrenta una nueva amenaza de cierre parcial del gobierno federal. Esta vez, sin embargo, los papeles tradicionales parecen haberse invertido. Si bien históricamente han sido los republicanos quienes usaban los cierres como herramienta política, ahora son los demócratas quienes están endureciendo sus posiciones y amenazan con paralizar el gobierno si no se renuevan los subsidios de salud implementados durante la pandemia de COVID-19.
El presidente de la Cámara, Mike Johnson, propuso una resolución temporal para continuar la financiación hasta noviembre, incluyendo fondos adicionales para seguridad tras el asesinato del activista conservador Charlie Kirk. Del otro lado, los líderes demócratas Chuck Schumer y Hakeem Jeffries rechazaron esta propuesta al no incluir la renovación de los subsidios de salud, cuyo vencimiento dejaría a millones sin acceso asequible a seguros médicos.
No es solo presupuesto: es una guerra ideológica
Este conflicto va más allá de simples números: representa una guerra ideológica sobre el rol del estado. Los republicanos, alineados con el expresidente Donald Trump, sostienen que los demócratas están chantajeando al país para impulsar una “agenda radical”. Los demócratas, por su parte, argumentan que defender los subsidios es proteger el acceso a la salud de los más vulnerables.
Datos fiables apoyan esta postura: la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO) estimó que alrededor de 3.7 millones de personas podrían perder su cobertura médica si los créditos fiscales no son renovados para 2027.
El asesinato de Charlie Kirk y el efecto dominó político
El asesinato del activista derechista Charlie Kirk, figura prominente entre los jóvenes conservadores, ha generado ondas expansivas que van más allá de la tragedia personal. La reacción de su círculo cercano, en especial del candidato a vicepresidente JD Vance, ha sido fulminante. En su podcast, instó a los ciudadanos a denunciar a quienes “celebran o minimizan la muerte de Kirk”, llegando a sugerir que se contacte a los empleadores de estos individuos.
Este llamado ha sido interpretado por muchos como una amenaza directa a la libertad de expresión, reminiscentes de los años del macartismo en la década de 1950. Organizaciones como PEN America y la Foundation for Individual Rights and Expression han expresado su preocupación por el creciente número de personas que han sido despedidas o suspendidas simplemente por compartir opiniones críticas o sarcásticas, sin llegar a celebrar el asesinato.
“Cancel culture” desde la derecha
Paradójicamente, lo que tradicionalmente ha sido denunciado por la derecha como “cancel culture” —una supuesta censura organizada desde sectores progresistas—, parece ahora tomar forma como represalia desde el poder conservador. Desde universidades hasta instituciones militares, varios individuos han sido sancionados sin pruebas concluyentes de malintención, en muchos casos por citar publicaciones pasadas de Kirk o expresar posturas críticas.
El trasfondo de esta situación es también la intención del aparato estatal —especialmente bajo la influencia del trumpismo— de crear una narrativa en la que figuras como Kirk sean mártires víctimas de una supuesta “red terrorista liberal doméstica”.
Zohran Mamdani: símbolo del nuevo progresismo norteamericano
En paralelo, otra grieta atraviesa el panorama político estadounidense, esta vez dentro del Partido Demócrata. El joven candidato a la alcaldía de Nueva York, Zohran Mamdani, ha logrado conquistar enormes sectores progresistas gracias a su discurso enérgico, postura anticapitalista y propuestas de inclusión económica.
Mamdani, de 33 años, se autodefine como socialista democrático y se ha convertido en un avatar de la nueva ola del partido, heredera del movimiento generado por Bernie Sanders. Sin embargo, su posicionamiento político ha provocado una fuerte resistencia por parte del liderazgo demócrata tradicional. Mientras líderes como Chris Van Hollen critican la falta de respaldo a Mamdani como “cobardía política”, figuras como Chuck Schumer y Hakeem Jeffries se niegan a ofrecer su apoyo formal.
Trump y los republicanos aprovechan la división
El expresidente Trump ha capitalizado estas divisiones, buscando etiquetar a todo el Partido Demócrata con la figura de Mamdani, presentándolo como un “comunista peligroso” y sugiriendo que, de asumir como alcalde, el financiamiento federal a Nueva York podría verse afectado.
En un contexto electoral volátil donde estados como Nueva Jersey y Virginia celebrarán elecciones próximamente, los republicanos están usando a Mamdani como un “chivo expiatorio ideológico”, vinculándolo con otros candidatos demócratas bajo el argumento de que el partido ha sido “secuestrado por la extrema izquierda”.
¿Partido dividido o en transformación?
El verdadero núcleo de este momento histórico es la redefinición del Partido Demócrata. La vieja guardia, enfocada en una estrategia de centro, teme que respaldar figuras como Mamdani dañe sus posibilidades en estados más conservadores. Pero para muchos progresistas, la falta de apoyo representa una desconexión con las demandas de las bases populares.
El director de Our Revolution, Joseph Geevarghese, afirmó: “La indignación de los votantes de base está fuera de control con este caso. Mamdani ganó porque sintoniza con la gente común. No apoyar eso es negar la realidad política emergente.”
Polarización creciente, unidad esquiva
En un país donde tanto demócratas como republicanos han sido víctimas de violencia política —desde el asesinato del presidente de la Cámara de Minnesota, hasta el ataque a Paul Pelosi—, el llamado a la unidad se siente cada vez más vacío. La demonización del adversario se ha transformado en estrategia electoral y herramienta legislativa.
Y justamente ahí radica el mayor riesgo para la democracia estadounidense: que la confrontación sustituya permanentemente al diálogo, y que el poder se utilice no para gobernar, sino para castigar al disidente.
El desenlace aún está por escribirse: ¿aceptarán los demócratas su transformación interna o elegirán preservar sus alianzas tradicionales? ¿Qué precio pagará el país por un Congreso bloqueado entre subsidios y egos? ¿Cuál es el costo de una libertad de expresión amenazada por todos los frentes?