La crisis del camarón en Nueva Inglaterra: el mar se calienta y las redes están vacías

Los efectos del cambio climático amenazan con la desaparición de un manjar invernal, mientras pescadores y reguladores luchan por una especie querida e icónica del noreste de EE.UU.

El camarón boreal: una tradición en riesgo

Durante décadas, los camarones del Golfo de Maine fueron un símbolo del invierno en Nueva Inglaterra. Este crustáceo rosado y delicado no solo deleitaba paladares en Maine, Massachusetts y New Hampshire, sino que también sostenía comunidades pesqueras enteras. Pero desde 2013, el panorama ha cambiado drásticamente.

La población del camarón boreal (Pandalus borealis) ha disminuido hasta niveles críticamente bajos, lo que ha llevado a una moratoria de pesca prolongada que continúa hasta la actualidad. Y aunque esta especie fue vista una vez como inagotable, hoy enfrenta un futuro incierto ligado sin remedio al calentamiento global.

Moratoria de más de una década

El último año normal de pesca fue 2013, cuando los pescadores de Maine —el corazón de la industria— alcanzaron cifras de captura de hasta 10 millones de libras. En 2014, sin embargo, la Comisión de Pesca Marina de los Estados del Atlántico (ASMFC, por sus siglas en inglés) impuso una moratoria debido al colapso de la población.

Según los expertos, las causas principales son el aumento de las temperaturas oceánicas y las alteraciones en el ecosistema producto del cambio climático. La ASMFC ha declarado que “las condiciones ambientales continúan siendo desfavorables para el camarón boreal en el Golfo de Maine”.

Este año, se permitió a un grupo selecto de pescadores capturar una cantidad muy limitada de camarones, exclusivamente para estudios biológicos financiados por la industria. El resultado fue poco esperanzador: las redes salieron casi vacías.

¿Por qué afecta tanto el cambio climático a esta especie?

El camarón boreal es una especie adaptada a aguas frías. Vive y se reproduce mejor entre los -1°C y 6°C, y es extremadamente sensible a las variaciones térmicas. Sin embargo, el Golfo de Maine es una de las regiones oceánicas que más rápidamente se está calentando en el mundo.

Según datos del Instituto Oceánico Bigelow, desde 2004 el Golfo se ha calentado unas dos a tres veces más rápido que el promedio mundial de los océanos. Esto afecta la reproducción de los camarones, la migración del plancton que constituye su principal alimento, y los vuelve más vulnerables a depredadores que antes no estaban presentes.

Regulaciones cada vez más estrictas

Antes, las moratorias se revisaban anualmente. Sin embargo, un cambio reglamentario reciente permite ahora extenderlas por periodos de hasta cinco años. Esto refleja la dura realidad: el ecosistema ya no es apto para sostener a esta especie como antes.

En diciembre de este año, los reguladores se reunirán para discutir si se extiende nuevamente la moratoria o se lanza un programa limitado de muestreo invernal. Sin embargo, los científicos anticipan pocas razones para ser optimistas.

El impacto sobre la comunidad pesquera

Muchos de los pescadores que dependían del camarón se han reorientado a otros productos del mar como la langosta, el bacalao y las vieiras. Sin embargo, no todos han podido adaptarse.

“Pescar camarón era nuestro sustento en invierno. Cuando el mar daba camarón, la comunidad comía bien”, recuerda Tom Brennan, un veterano pescador de Portland, Maine. “Ahora muchos hemos vendido nuestros botes o incluso salido de la industria. Ya no es sostenible”.

Además del daño económico, también hay un impacto emocional. Para muchos, era un trabajo que pasaba de generación en generación. La tradición, el orgullo regional y la identidad cultural están en juego.

El camarón como manjar estacional

En Nueva Inglaterra, el camarón boreal era una delicatessen invernal. Su carne tierna y dulce se consideraba perfecta para sopas, guisos y frituras. Restaurantes de Boston, Portland e incluso Nueva York lo incluían durante los meses fríos como un producto gourmet de temporada.

Su desaparición ha creado un vacío culinario que aún no se ha llenado. Aunque hay importaciones desde Canadá o incluso de otras especies del Pacífico, los chefs y comensales locales coinciden: “No es lo mismo”.

¿Hay esperanza para la recuperación?

La Comisión de Pesca ha implementado un nuevo Plan de Manejo que reconoce explícitamente la influencia del clima sobre la productividad del camarón. Esto incluye medidas como:

  • Permitir muestreos científicos limitados que ayuden a monitorear la recuperación
  • Adaptar los tiempos de pesca (si se reabre) a las ventanas críticas de reproducción
  • Evaluar los efectos del cambio climático dentro de los modelos de población

Sin embargo, los científicos reconocen que incluso con condiciones ideales, el camarón boreal tardaría entre 5 y 10 años en retornar a niveles comerciales mínimos.

El precedente del bacalao y la advertencia del futuro

El caso del camarón no es aislado. Hace una década, el bacalao del Atlántico sufrió un colapso drástico en la misma región, también impulsado por el cambio climático y la sobrepesca. A pesar de restricciones severas, la población aún no se ha recuperado completamente.

Los expertos temen que el camarón esté siguiendo una trayectoria similar, o peor aún, que se sume a una lista creciente de especies marinas que podrían desaparecer de las redes comerciales del noreste para siempre.

¿Qué se puede hacer desde este punto?

La situación del camarón boreal es un termómetro ecológico del impacto directo del cambio climático. Su declive evidencia que los océanos están cambiando más rápido de lo que las regulaciones pesqueras y los ecosistemas pueden adaptarse. Esto plantea profundas preguntas sobre cómo gestionar recursos naturales en un mundo en calentamiento:

  • ¿Es momento de redefinir lo que consideramos “pesquerías sostenibles”?
  • ¿Están los gobiernos preparados para apoyar económicamente a las comunidades impactadas?
  • ¿Podrá la gastronomía adaptarse a la pérdida de productos icónicos?

Lo cierto es que mantener la moratoria puede ser impopular, pero probablemente sea la única herramienta para evitar la extinción comercial de la especie.

“El camarón era parte del alma de Maine. Perderlo no es solo perder un recurso; es perder una parte de lo que fuimos”, concluye Brennan.

El océano está hablando. ¿Estamos escuchando?

Mientras el Golfo de Maine se calienta y especies migran o desaparecen, los reguladores, pescadores y científicos trabajan a contrarreloj. Tal vez nunca recuperemos la abundancia de los años dorados del camarón. Pero los datos, la historia y la ciencia nos llaman a reformar urgentemente nuestras políticas para proteger los ecosistemas marinos y las vidas que dependen de ellos.

Porque si no hacemos nada, el camarón boreal será solo un recuerdo más de un tiempo más frío, más silvestre y, quizás, más equilibrado.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press