Mercurio, Oro y Muerte: El Enlace Mortal entre México y la Amazonía
La fiebre del mercurio en México alimenta la minería ilegal de oro en Sudamérica, envenenando comunidades y devastando ecosistemas
Una mina escondida entre montañas biodiversas
En lo profundo de las montañas de la Sierra Gorda, en el estado mexicano de Querétaro, un zumbido metálico resuena entre túneles estrechos y húmedos. Ahí, entre el sudor, el polvo y las venas rojizas de cinabrio, trabaja Hugo Flores, uno de los miles de mineros dedicados a la extracción de una de las sustancias más peligrosas de la Tierra: el mercurio.
El mercurio ha pasado de ser un residuo de tiempos antiguos a convertirse en un protagonista indeseado del mercado ilegal de oro. La riqueza latente en las piedras que transporta Hugo se transforma, literalmente, en veneno para él, su comunidad y lugares tan lejanos como la selva amazónica.
Un resurgir tóxico: auge minero en la Sierra Gorda
Impulsada por el alza en el precio del oro –que alcanzó los $2,000 USD por onza en 2024–, la demanda de mercurio se ha disparado en el mercado negro. Articulando esta cadena está México, donde pequeños productores extraen cinabrio y lo hornean en hornos artesanales de leña hasta obtener el metal líquido, que luego es envasado en botellas de refresco y vendido por hasta $1,800 USD a intermediarios conocidos como "coyotes".
De acuerdo con datos de la ONU, más del 90% de ese mercurio termina en Sudamérica, especialmente en Colombia, Perú y Bolivia. Ahí, se utiliza para separar el oro en minas ilegales dentro del cinturón amazónico.
La alquimia de la destrucción: cómo se transforma el mercurio
La técnica usada por los mineros ilegales es antigua, pero efectiva: mezclan el polvo de oro con mercurio para formar una amalgama. Luego calientan esa mezcla, lo que hace que el mercurio se evapore, dejando tras de sí oro puro... y una nube tóxica que contamina el aire.
El mercurio restante se escurre hacia los ríos y se transforma en metilmercurio, su forma más tóxica. Este compuesto se acumula en los cuerpos de peces y seres acuáticos, y al ingerirlos, las comunidades locales sufren en silencio las consecuencias: daño neurológico, pérdida de visión, infertilidad y afecciones graves en niños.
"El uso desenfrenado del mercurio en el Amazonas es un ecocidio silencioso", alerta Fernanda Ávila, bióloga ambiental de la Universidad Nacional de Colombia.
Un mercado incontrolable: la paradoja global
Mientras el mundo intenta regular el mercurio con acuerdos como el Convenio de Minamata, firmado en 2013 por más de 130 países (incluyendo México), la presión económica convierte a la regulación en letra muerta.
Según un estudio del IPEN (Red Internacional para la Eliminación de Contaminantes), el precio del mercurio en México ha aumentado de $20 USD por kilo en 2011 a más de $350 USD por kilo en 2025. Esto ha dado lugar a una fiebre artesanal donde hornos improvisados proliferan como setas, incluso dentro de áreas protegidas como la Reserva de la Biósfera de la Sierra Gorda.
"Cada vez menos se usa mercurio en industria o medicina. La gran mayoría va directo a la minería ilegal," apunta Carlos Martínez, líder minero local.
Sobrevivir envenenándose: la triste realidad de los mineros
En San Joaquín, Querétaro, cientos de familias dependen económicamente de esta peligrosa actividad. Sin embargo, el costo para sus cuerpos es innegable. Médicos como Fernando Díaz-Barriga, toxicólogo de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, han documentado casos de temblores irreversibles, pérdida auditiva, ceguera y retrasos neuromotores en niños de la zona.
“Por primera vez, el mercurio vale algo. Y los mineros dicen: ‘vale la pena envenenarme si voy a sobrevivir’”, comenta Díaz-Barriga, visiblemente frustrado.
Los síntomas de intoxicación crónica por mercurio pueden tardar años en aparecer, pero cuando lo hacen, son implacables. El vapor liberado durante la cocción pasa directamente a los pulmones, donde se acumula, afectando primero las funciones cognitivas y, eventualmente, provocando fallo multiorgánico.
El círculo vicioso de la ilegalidad
El comercio del mercurio es también un negocio dominado por redes clandestinas bastante lucrativas. A pesar de su ilegalidad, las autoridades mexicanas enfrentan dificultades para erradicar la minería artesanal debido a la falta de empleo formal en estas regiones montañosas.
La Agencia de Protección Ambiental de México (PROFEPA) ha clausurado apenas 7 minas ilegales en Querétaro en los últimos cinco años, según cifras obtenidas vía transparencia. Sin embargo, existen más de 40 centros de extracción artesanal en la zona, muchos de ellos en cavernas improvisadas sin ventilación ni protección para los trabajadores.
Una amenaza para la selva más vital del planeta
El mercurio mexicano no solo destruye comunidades locales en la Sierra Gorda. Al llegar al Amazonas, contribuye a uno de los mayores desastres ambientales del siglo. Esta región, que alberga al 10% de las especies conocidas del mundo, enfrenta niveles alarmantes de contaminación por mercurio en ríos como el Madre de Dios (Perú) y el Purús (Brasil).
Estudios de Greenpeace y del WWF en 2024 confirmaron que hasta el 76% de las comunidades ribereñas del Amazonas peruano tienen niveles de mercurio en la sangre 5 veces superiores al límite considerado seguro por la OMS.
"Este metal silente está comprometiendo la salud de generaciones enteras en la región amazónica”, declaró Eduardo Rojas, exministro de Medio Ambiente de Bolivia.
La paradoja ecológica: reservas destruidas por necesidad
La Sierra Gorda, uno de los pulmones verdes de México y refugio del jaguar, la guacamaya militar y el oso negro mexicano, enfrenta un claro dilema: preservar la biodiversidad o alimentar con trabajo a sus habitantes.
La zona donde Hugo Flores y sus colegas trabajan está ubicada dentro o alrededor de la Reserva de la Biosfera de la Sierra Gorda, un área de conservación reconocida a nivel internacional. Esta superposición ilegal entre economía extractiva y conservación ha provocado ya la muerte de cientos de especies locales, afectadas por la contaminación y la deforestación asociada al proceso de extracción.
“La zona de las minas es el lugar más contaminado de México”, asevera sin rodeos el Dr. Díaz-Barriga.
¿Y ahora qué? Aproximaciones potenciales
Combatir la minería de mercurio es urgente, complejo y multidimensional. Algunas estrategias incluyen:
- Crear programas sociales alternativos que generen empleo digno para las comunidades sin depender de la minería tóxica.
- Aplicar con más rigor el Convenio de Minamata y prohibir el comercio de mercurio más allá de usos científicos o médicos altamente regulados.
- Fortalecer la fiscalización ambiental y estrechar la vigilancia en puntos de tránsito clave donde se trafica el metal hacia Centroamérica y Sudamérica.
- Educar y brindar acceso a tecnologías más limpias para la extracción de oro, como el uso de bórax, alternativa menos dañina.
Pero sobre todo, se requiere voluntad política.
“No se trata solo de detener a los mineros, sino de construir con ellos un futuro más seguro, humano y justo”, resume la antropóloga ambiental Regina Torres, quien trabaja con comunidades afectadas.
Por ahora, Hugo Flores sigue descendiendo cada día a los túneles. Llena sus pulmones con aire envenenado por unas horas de trabajo y una botella de mercurio que equivale a lo que muchos ganan en una semana. Su historia es la de miles. Su tragedia, la de todos.