Mercurio, Oro y Muerte: El Enlace Mortal entre México y la Amazonía
El auge del mercurio en México está alimentando la minería ilegal en el Amazonas, con consecuencias devastadoras para las personas y el medio ambiente
Un metal letal, una fiebre dorada
En lo profundo de las montañas de la Sierra Gorda, en el corazón de México, una nueva fiebre está en marcha. No es oro lo que brota directamente de la tierra, sino algo aún más traicionero: mercurio. Este metal líquido, que por siglos fue relegado a usos industriales y científicos, ha cobrado valor nuevamente, impulsado por la minería ilegal de oro en América Latina y una creciente demanda en el mercado negro.
En lugares como San Joaquín, Querétaro, los mineros excavan galerías artesanales al borde del colapso para extraer cinabrio, un mineral rojo del que se extrae mercurio. Este proceso, anacrónico y extremadamente peligroso, no solo representa una amenaza para la salud de quienes lo manipulan, sino que está alimentando una cadena de destrucción que enlaza a México con el pulmón verde del planeta: la Amazonía.
¿Por qué el mercurio es tan codiciado?
La respuesta es simple: el oro. En muchas regiones de la Amazonía, los mineros ilegales utilizan mercurio para separar el oro de los sedimentos fluviales. Esta técnica, conocida como amalgamación, es barata, eficiente a pequeña escala... y devastadora.
- El mercurio se mezcla con el oro formando una aleación llamada "amalgama".
- Luego se calienta a altas temperaturas, haciendo que el mercurio se evapore y dejando el oro puro.
El problema es que ese mercurio no desaparece. Se dispersa en el aire, en el agua y en los suelos, acumulándose en la cadena alimenticia, especialmente en especies de peces como la tilapia o el dorado que consumen miles de comunidades indígenas.
Según el Informe Global sobre el Mercurio 2018 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el sector de la minería de oro artesanal e ilegal representa cerca del 38% del uso mundial de mercurio.
Una economía de necesidad: el dilema de los mineros mexicanos
Hace quince años, el mercurio valía apenas $20 dólares por kilogramo. Hoy se cotiza entre $240 y $350, y algunos compradores informales ofrecen aún más si se garantiza la pureza. Para muchos mineros de bajos recursos, el riesgo de intoxicación parece justificado ante una posible ganancia que puede mantener a sus familias.
“Por primera vez en sus vidas, el mercurio vale algo, y los mineros dicen: ‘Vale la pena envenenarme si voy a ganar algo’”, afirma el investigador Fernando Díaz-Barriga, de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
El regreso de esta actividad artesanal en pleno siglo XXI tiene un componente estructural: el abandono del Estado. En estas regiones, las opciones económicas son limitadas y la fiscalización ambiental casi inexistente. En palabras del propio Hugo Flores, un minero local: “Es nuestra forma de vida”.
El nexo entre México y la destrucción amazónica
Cientos de toneladas de mercurio salen cada año de México con rumbo hacia América del Sur. Aunque existen tratados y prohibiciones, gran parte del comercio de este metal se realiza por vías paralelas, alimentando las operaciones ilegales en Brasil, Colombia, Perú y Venezuela.
En estas regiones, la minería ilegal ya ha devastado cientos de miles de hectáreas de selva amazónica. Según datos del gobierno brasileño, más de 80 toneladas de mercurio se vierten anualmente en los ríos amazónicos, contaminando ecosistemas únicos y afectando a comunidades enteras. El mercurio que se inhala en México o se vende en el mercado negro termina, muchas veces, en las aguas del río Madre de Dios, del Tapajós o del Orinoco.
Impactos en la salud: una amenaza silenciosa
El mercurio es altamente tóxico, especialmente en su forma orgánica conocida como metilmercurio. Este compuesto se acumula en el cuerpo, especialmente en el cerebro, los riñones y el hígado. Las consecuencias incluyen:
- Daño neurológico y motriz
- Déficit intelectual en niños
- Abortos espontáneos y malformaciones congénitas
Un estudio llevado a cabo por investigadores en Perú encontró que en comunidades amazónicas expuestas por años al mercurio, más del 78% de las mujeres en edad fértil tenían niveles de metilmercurio superiores al límite seguro establecido por la OMS.
En México, activistas y científicos advierten que la exposición prolongada al vapor de mercurio durante su destilación puede tener efectos igualmente dramáticos. No existe equipo de protección adecuado que use la mayoría de estos mineros.
¿Por qué no se prohíbe por completo?
De hecho, existe un tratado internacional que busca erradicar el mercurio: el Convenio de Minamata, adoptado en 2013 y firmado por más de 120 países. México es uno de los firmantes, y en teoría, está comprometido a reducir el uso y comercio de este metal.
Pero la realidad sobre el terreno es muy diferente. La minería de mercurio no ha cesado, y las autoridades locales suelen carecer de los recursos —o de la voluntad política— para aplicar las restricciones. Las minas artesanales operan fuera del radar, y las redes de tráfico ilegal superan las capacidades del Estado para identificarlas y desmantelarlas.
El experto en contaminación ambiental Raúl Hernández declara: “Se ha creado un mercado paralelo donde el mercurio fluye como si fuera un producto legal. Es un círculo vicioso: mientras haya demanda, habrá extracción, sin importar las consecuencias.”
¿Quiénes se benefician en la cúspide de la cadena?
Las ganancias de la minería ilegal de oro son astronómicas. Según Interpol, este comercio genera entre $12 mil millones y $48 mil millones de dólares al año a nivel global, ubicándose entre los crímenes ambientales más lucrativos del mundo.
Mientras los mineros artesanales en México arriesgan su salud por unos pocos cientos de dólares, los verdaderos beneficiarios son las redes criminales y las mafias transnacionales que controlan estas cadenas de suministro. Grandes cantidades de oro ilegal acaban lavadas y comercializadas en el mercado formal, incluso en joyerías de lujo en Nueva York, Dubái o Londres.
El mercurio mexicano, de esta forma, se convierte en el primer eslabón de una cadena que termina, muchas veces, en el dedo de un cliente desprevenido que lleva un anillo de oro sin saber su verdadero coste humano y ambiental.
¿Cómo frenar esta catástrofe?
Los expertos coinciden en que la única forma de erradicar el uso intensivo de mercurio es abordar el problema desde una perspectiva multilateral, integral y justa. Algunas de las alternativas propuestas incluyen:
- Regularización de los mineros artesanales, proporcionándoles tecnologías limpias, como concentradores gravitacionales o retortas que capturan el vapor de mercurio.
- Inversión en desarrollo local en regiones como Querétaro, dando opciones económicas alternativas y sustentables.
- Controles fronterizos más estrictos y cooperación internacional para detener el flujo ilegal de mercurio desde México hacia Sudamérica.
- Campañas de concienciación sobre los impactos del mercurio tanto en el país productor como en los que lo consumen de forma indirecta a través de oro ilegal.
El metal plateado, casi mágico a simple vista, representa hoy una amenaza global. Mientras siga alimentando la minería ilegal, será imposible frenar la destrucción del Amazonas, proteger a las comunidades indígenas y salvaguardar la salud de cientos de mineros mexicanos.
En palabras de un líder ambiental amazónico:
“Cada gota de mercurio que sale de México acaba matando árboles, peces y personas en el Amazonas.”