Misterios del pasado: Las momias más antiguas del mundo no están en Egipto
Un reciente hallazgo en el sudeste asiático reescribe la historia de la momificación humana
Un descubrimiento que sacude la historia antigua
Durante años, la noción tradicional era clara: las momias más antiguas del mundo estaban en la costa árida de Chile y Perú, creadas hace aproximadamente 7.000 años por el pueblo chinchorro. Sin embargo, un nuevo estudio publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences ha sacudido los cimientos de esta creencia.
Científicos han descubierto restos humanos momificados que datan de hasta 12.000 años atrás en el sudeste asiático, lo que los convierte en los ejemplares más antiguos conocidos hasta ahora. Este relevante hallazgo no solo amplía el horizonte temporal de las prácticas funerarias humanas, sino que también revela la complejidad cultural de los pueblos cazadores-recolectores de la región.
Un viaje arqueológico al sudeste asiático
La investigación liderada por el antropólogo Hirofumi Matsumura de la Universidad Médica de Sapporo en Japón, en colaboración con arqueólogos locales, analizó restos humanos enterrados en posición fetal y con signos de haber sido sometidos a fuego en sitios ubicados en China, Vietnam, Filipinas, Laos, Tailandia, Malasia e Indonesia.
Los huesos presentaban cortaduras y marcas de quemaduras, lo que sugiere un proceso sistemático de secado con humo, una práctica funeraria milenaria que evitaba la descomposición. En palabras del profesor Matsumura:
“Este tipo de momificación permitía mantener conexiones físicas y espirituales con los ancestros, enlazando tiempo y memoria.”
¿Momificación por necesidad o espiritualidad?
La momificación puede verse desde dos prismas: como una función práctica para evitar el hedor y la descomposición, o como un rito espiritual. En el contexto de estas sociedades asiáticas, probablemente fuera ambos. Estas comunidades no dejaban a sus muertos a merced de la naturaleza. En su lugar, los convertían en parte activa de la comunidad tribal, incluso después de la muerte.
Esto es sumamente representativo en culturas como las de Papúa Nueva Guinea, donde todavía hoy se fuman los cuerpos de los difuntos y se conservan en las casas comunales, una costumbre que evoca aquellas prácticas del pasado prehistórico que ahora conocemos gracias a estos descubrimientos.
Más allá de Egipto: un nuevo centro de momificación
Durante siglos, Egipto ha sido sinónimo de momias. Pero este nuevo hallazgo traslada nuestra atención hacia Asia. Incluso los Chinchorro de Sudamérica quedan relegados cronológicamente por esta práctica mucho más antigua.
Los restos descubiertos en Asia son aproximadamente 5.000 años más antiguos que los encontrados en Perú y Chile. En términos cronológicos:
- Momias del sudeste asiático: hasta 12.000 años de antigüedad
- Momias Chinchorro (Chile/Perú): 7.000 años
- Momias egipcias más antiguas: aprox. 5.000 años
Este hallazgo revoluciona nuestra comprensión de la cronología cultural y tecnológica de la humanidad, y pone de manifiesto que prácticas sofisticadas como la conservación de cuerpos no eran exclusivas de civilizaciones aparentemente avanzadas, sino que ya existían entre grupos nómadas, cazadores y recolectores.
¿Cómo eran estas momias?
Los cuerpos no estaban embalsamados como los egipcios, pero sí tratados. Se los colocaba en fosas poco profundas, en cuclillas o posición fetal, envueltos con fibras vegetales o pieles animales, y luego expuestos a fuego indirecto o sobre brasas, para secarlos sin destruirlos. El calor secaba los fluidos corporales y, combinado con los ambientes húmedos o montañosos, frenaba la actividad bacteriana.
No era una técnica uniforme ni masiva. Tampoco todos los sitios mostraban evidencia de carbonización. Según la especialista en evolución humana Rita Peyroteo Stjerna, de la Universidad de Uppsala (Suecia):
“Esto representa una contribución valiosa al estudio de las prácticas funerarias prehistóricas. No es seguro que todos practicaran exactamente lo mismo, pero sí que compartían una idea base: preservar a los muertos.”
Implicaciones culturales y antropológicas
Esta forma antigua de momificación tiene una potente carga simbólica. Indica una cosmovisión donde los muertos seguían influyendo entre los vivos, y donde el cuerpo del antepasado era un canal de comunicación entre el mundo espiritual y el terrenal.
En muchas culturas actuales del sudeste asiático, Asia-Pacífico y Oceanía, las reliquias humanas siguen desempeñando papeles ceremoniales importantes. Este es un reflejo vivo de tradiciones milenarias.
Además, nos obliga a revalorar cómo las prácticas mortuorias están directamente conectadas con la identidad cultural. Preservar a un ser querido era preservar una parte misma del grupo social, de su historia compartida.
Un acercamiento interdisciplinario
Este descubrimiento no habría sido posible sin la conjunción entre arqueología, antropología, genética y datación por carbono-14. Equipos multidisciplinarios recolectaron, fecharon y compararon más de 30 sitios arqueológicos, estableciendo que la momificación no era una práctica aislada, sino bastante generalizada en varias regiones.
Las técnicas de análisis isotópico permitieron confirmar que los cuerpos fueron quemados a temperaturas controladas, descartando incendios accidentales. Algunas costillas incluso presentan un endurecimiento característico de la desecación rápida, otro indicio claro de que estos cuerpos fueron tratados para evitar su descomposición.
Las momias que reescriben la historia
Con este estudio, es necesario reescribir los libros de historia. La narrativa tradicional que atribuye la sofisticación funeraria únicamente a Egipto y, en menor medida a Sudamérica, se ve ahora descompensada por esta revelación del sudeste asiático.
Podemos decir que la momificación no surgió de forma aislada, sino que fue una inquietud humana común: vencer al tiempo y honrar a los muertos.
Este hallazgo ilustra una profunda verdad: incluso hace 12.000 años, en comunidades sin escritura ni ciudades, los humanos ya mostraban una espiritualidad compleja, sensibilidad artística y una relación reverente con la muerte.
La mística y la tecnología funeraria eran, al parecer, patrimonio no solo de imperios, sino también de aldeas que nos enseñan que toda civilización comienza con el respeto por sus muertos.
Fuente original del estudio: Proceedings of the National Academy of Sciences (USA)