Sushila Karki, la jueza incorruptible que lidera Nepal tras una revolución generacional

Protestas juveniles, caída del gobierno y una figura inesperada: cómo una ex magistrada se convierte en primera ministra en medio del caos político nepalí

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Una protesta, una transición y una mujer histórica

El rostro de Nepal ha cambiado en apenas semanas. Y no ha sido por una elección ordinaria, sino por un estallido social sin precedentes que desembocó en caos, violencia y un abrupto cambio de liderazgo. Sushila Karki, de 73 años, antigua jueza del Tribunal Supremo y conocida por su firmeza contra la corrupción, se convirtió en la primera mujer en ocupar el cargo de primera ministra en el país. Lo hizo en circunstancias extraordinarias: tras las protestas masivas apodadas como la Revolución Gen Z, un levantamiento juvenil que exigió justicia, transparencia y renovación política.

¿Quién es Sushila Karki?

Nacida en 1951, Karki fue una figura respetada dentro del sistema judicial nepalí. Sirvió como presidenta de la Corte Suprema entre 2016 y 2017, siendo la primera mujer en ocupar ese cargo. En ese tiempo, destacó por su enfoque duro contra la corrupción gubernamental. Fue protagonista de varios fallos que incomodaron a la élite política del país, razón por la cual en 2017 el Parlamento intentó destituirla mediante un juicio político. Sin embargo, la moción fracasó y quedó registrada como un preocupante intento de boicot al poder judicial.

No llegué a este cargo porque lo ambicionara, sino porque hubo voces desde las calles que exigieron que Sushila Karki asumiera la responsabilidad”, dijo en su primer discurso oficial tras asumir el mando el 15 de septiembre.

Una crisis que sacudió el Himalaya

Las protestas comenzaron el 8 de septiembre luego de que el anterior gobierno impusiera una prohibición temporal a las redes sociales, medida que desató la indignación de una juventud conectada, crítica y políticamente activa. Lo que comenzó como manifestaciones pacíficas devino en una violencia generalizada, dejando al menos 72 muertos y cientos de heridos. La sede del Parlamento fue atacada y edificios gubernamentales fueron incendiados.

“Era como si todo el país gritara al mismo tiempo que basta”, dijo Chandra Lal Mehta, estudiante universitaria de Katmandú. “Estábamos hartos de la corrupción, del nepotismo y de la exclusión de los jóvenes en la política”.

La caída del gobierno y la intervención del ejército

Ante el avance del caos, el ejército declaró un toque de queda el 9 de septiembre e intervino como mediador entre los manifestantes y las autoridades. La mediación derivó en una solución transitoria: un gobierno interino que tendría como único objetivo organizar nuevas elecciones en seis meses. Y fue ahí cuando surgió el nombre de Karki, una figura percibida como neutral, íntegra y experta en derecho.

La popularidad de Karki aumentó tras su designación. El empresariado expresó respaldo a su mandato limitado. “Tiene el apoyo de la gente, del ejército y de las instituciones. Es la persona adecuada para evitar un colapso total”, dijo Shrawan Dahl, comerciante de Pokhara.

Una misión de seis meses

Karki ha sido clara: no quiere perpetuarse en el poder.

Estamos aquí por solo seis meses para cumplir con la tarea que se nos ha encomendado y transferir la responsabilidad al próximo gobierno elegido democráticamente”, declaró en una transmisión nacional. La fecha establecida para los comicios es marzo de 2026, con observadores internacionales ya en camino para supervisar la limpieza del proceso.

Pero su tarea es gigantesca. No solo debe garantizar un proceso democrático creíble, sino también reconstruir instituciones destruidas y canalizar el descontento juvenil hacia una transformación política duradera.

Los desafíos de una líder entre generaciones

Al frente de un gabinete reducido e interino, nombró a tres nuevos ministros el 16 de septiembre: Kalman Gurung (energía), Rameshore Khanal (finanzas) y Om Prakash Aryal (interior), todos funcionarios con experiencia técnica más que política. La composición del gabinete parece enviada a enviar un mensaje: se trata de una gestión más técnica que ideológica.

Karki también deberá navegar un delicado equilibrio entre las demandas generacionales. Por un lado, tiene el respaldo de los jóvenes que la ven como símbolo de integridad. Por el otro, el viejo establishment ve en ella una garantía de institucionalidad sin revolución ideológica.

El fenómeno de los “nepo kids”

Uno de los catalizadores del conflicto fueron los llamados “nepo kids”: hijos y familiares de políticos encumbrados que, a pesar de la pobreza generalizada, viven estilos de vida ostentosos. El contraste con la realidad de la juventud en Nepal, donde más del 20% de la población entre 18 y 30 años se encuentra en situación desempleada o subempleada, fue una bomba de tiempo.

“Los hijos de los líderes usaban autos de lujo y viajaban al extranjero mientras nosotros no tenemos ni para los estudios”, dice Ravi Thapa, joven manifestante. La gota que colmó el vaso fue la publicación en TikTok de un video donde un grupo de jóvenes adinerados vinculados a figuras políticas se burlaban de la pobreza y de quienes protestaban.

El contexto internacional: reflejo de una tendencia regional

Lo que vive Nepal no es un fenómeno aislado. En los últimos años, numerosos países asiáticos han sido escenario de protestas ciudadanas lideradas por jóvenes. Desde el Movimiento de los Paraguas en Hong Kong hasta las protestas estudiantiles en Bangladesh y Myanmar, la región ha visto crecer una oleada de demandas por transparencia, inclusión y renovación política.

La elección de una figura como Sushila Karki puede ser señal de que, en ciertos contextos, el sistema es capaz de ofrecer respuestas institucionales ante la presión social sin derivar en dictaduras o represión incontrolada.

¿El inicio de una nueva era para Nepal?

Las expectativas están por los cielos. “Lo que necesitamos ahora es trabajar para acabar con la corrupción, establecer un buen gobierno y lograr la igualdad económica”, dijo Karki en un acto público.

Distintos sectores observan su breve mandato como una oportunidad única. Si logra concretar elecciones libres y calmar las aguas, se consolidará como un puente hacia una nueva etapa democrática en el país. Si fracasa, el vacío podría ser ocupado por extremismos o militarización.

“Yo creo que ganará alguien joven en marzo”, dice Chandra Lal, “pero Sushila será recordada como quien encendió el camino.”

Este artículo fue redactado con información de Associated Press