Alison dos Santos: El campeón que convirtió sus cicatrices en medallas
Cómo las quemaduras infantiles, el bullying y los obstáculos emocionales forjaron a uno de los mejores atletas del mundo en los 400 metros con vallas
Un comienzo marcado por el fuego
A los 10 meses de edad, Alison dos Santos sobrevivió a un accidente doméstico que cambió su rostro y su cuerpo para siempre. Una sartén con aceite hirviendo volcó sobre él, dejándole quemaduras de tercer grado en el rostro, el pecho, el cuello y los brazos. La rápida acción de su abuelo, quien lo llevó corriendo al hospital, fue decisiva. Pero las cicatrices serían el testimonio permanente de aquella noche, física y emocionalmente.
Hoy, 24 años después, este brasileño es una de las figuras más destacadas del atletismo mundial. Campeón del mundo en los 400 metros con vallas en 2022, ganador del bronce olímpico en Tokio 2021, y rival de peso para colosos como Karsten Warholm y Rai Benjamin. Su historia va más allá del deporte: es un relato de transformación personal, de cómo una infancia dolorosa y una adolescencia marcada por la inseguridad derivaron en resiliencia y excelencia atlética.
Las cicatrices visibles de una lucha interna
Creció en São Joaquim da Barra, en el interior de São Paulo, y desde pequeño sintió el peso del juicio ajeno. “Me preguntaba todo el tiempo: ‘¿Soy diferente? ¿Puedo arreglar esto? ¿Cómo se resuelve este problema?’”, confesó en una entrevista con medios internacionales. La adolescencia no trajo alivio, sino más preguntas. Sus compañeros de escuela usaban las cicatrices como herramienta de burla cuando querían herirlo.
“No se daban cuenta del impacto”, explicó en otra entrevista. “Solo dicen lo que ven, sin entender lo que eso significa para alguien”. Fue durante estos años oscuros que el atletismo apareció como una luz. Una comunidad que lo abrazó sin condiciones, que vio más allá del cuerpo marcado por el fuego.
Nuevas pistas, nueva vida
La pista no solo le dio propósito, también le enseñó a aceptarse. “El ambiente, la amistad, el amor que encontré ahí me ayudaron a salir adelante. Yo necesitaba apoyo, pero no sabía pedirlo. Ellos me lo dieron sin que tuviera que pedirlo”, recordó en el podcast Ready, Set, Go.
El chico con cicatrices se convirtió en el “chico simpático que corre rápido”. Sus amistades en el atletismo lo vieron como algo más que una víctima de un accidente. Lo vieron como un talento nato con habilidades físicas excepcionales y una personalidad alegre. Forjó una nueva identidad, una donde las quemaduras ya no eran la historia principal.
El arte (y la ciencia) de volar sobre vallas
El 400 metros con vallas es, según los expertos, una de las disciplinas más complejas del atletismo. No basta con correr rápido; se requiere una combinación de ritmo, fuerza, estrategia e incluso cálculo matemático. Edwin Moses, leyenda de la prueba, fue famoso por aplicar fórmulas rigurosas para su paso entre vallas. Ganó 122 carreras consecutivas entre 1977 y 1987.
Hoy en día, la competencia se ha intensificado gracias a avances tecnológicos (como zapatillas que funcionan como trampolines), regímenes de entrenamiento personalizados y, sin duda, la dureza mental de los atletas. En este contexto, los nombres de dos Santos, Karsten Warholm y Rai Benjamin forman un trío temido en cualquier pista.
El brasileño ganó su primer título mundial en 2022, rompió barreras mentales y físicas, y alcanzó marcas impensadas hace años. Durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2021, fue testigo —y protagonista— de una de las carreras más electrizantes de la historia: Warholm batió el récord del mundo con 45.94 segundos; Benjamin cruzó segundo con 46.17; y dos Santos se colgó el bronce con 46.72, tiempo que, dos meses antes, habría sido récord mundial.
El impacto de Samba: romper los límites de lo imposible
Preguntado sobre el punto de inflexión que transformó el panorama en los 400m vallas, dos Santos no habló de tecnología ni de fisiología. Habló de un hombre: Abderrahman Samba. En 2018, Samba se convirtió en el primer atleta en bajar de los 47 segundos desde 1992. Su tiempo de 46.98 cambió la percepción de lo posible.
“Cuando alguien lo hizo hace 20 años dices ‘ok, eso pasó hace mucho’. Pero cuando lo ves en tiempo real, te das cuenta de que tú también puedes lograrlo si lo trabajas duro”, explicó el brasileño. Desde entonces, tiempos por debajo de los 47 han dejado de ser excepcionales. Hoy, el tiempo de Samba ocupa el puesto 36 entre las mejores marcas, casi todas firmadas por Warholm, Benjamin… y dos Santos.
Una trilogía de titanes
La actual generación de corredores en esta disciplina conforma una narrativa que rivaliza con cualquier saga deportiva. En los últimos dos años, los tres —dos Santos (Brasil), Warholm (Noruega) y Benjamin (EE.UU.)— se han repartido las medallas en campeonatos mundiales y olímpicos.
- Rai Benjamin es el actual campeón olímpico (París 2024)
- Karsten Warholm ganó el mundial en Budapest 2023
- Alison dos Santos fue el campeón del mundo en Eugene 2022
Lo fascinante de este enfrentamiento es que no se trata de dominio único. A diferencia del periodo de Moses, donde había un solo ganador durante una década, ahora hay una pelea constante por la cima. Este equilibrio hace de cada campeonato una batalla abierta.
Inspirar desde el dolor: un modelo para otros
Alison dos Santos quiere trabajar por algo más grande que una medalla. Quiere ser un símbolo para quienes se sienten diferentes, juzgados o excluidos. “Quiero mostrar que todos somos únicos y especiales. Que se pueden lograr grandes cosas, aunque la vida parezca muy difícil”, dijo hace poco.
Es consciente de que sus cicatrices, lejos de disminuirlo, lo hacen inolvidable. Son la prueba viva de un obstáculo superado, de una carrera que empezó mucho antes de la competencia olímpica. Su historia recuerda que no todos los obstáculos están en la pista; algunos atraviesan la piel y la autoestima.
Una estrella con los pies en la tierra (y las vallas en la mira)
Actualmente, dos Santos se prepara para retomar el trono. Su rivalidad con Warholm y Benjamin solo ha madurado con los años, y las condiciones están dadas para que en Tokio vuelva a reeditarse un duelo épico. Mientras tanto, sigue entrenando con rigor casi científico, ajustando cada paso, cada impulso, cada zancada.
No es solo una hazaña física. Es una declaración: la de un niño marcado por el fuego que aprendió a romper barreras, literal y figuradamente. Que aprendió que las cicatrices pueden ser insignias. Que correr no siempre es huida, sino a veces, la forma más digna de avanzar.
“No sería yo sin estas quemaduras”, repite con serenidad. Porque este campeón no solo corre, vuela sobre cada obstáculo, consciente de que detrás de cada medalla hay una historia que vale oro.
Fuente de datos: World Athletics, entrevistas con medios internacionales, Podcast Ready, Set, Go