Crisis alimentaria global: cuando la ayuda humanitaria desaparece y la necesidad se dispara

Conflictos, desastres naturales y recortes presupuestarios amenazan con desatar una catástrofe alimentaria sin precedentes en países vulnerables

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La tormenta perfecta de la inseguridad alimentaria

El mundo se encuentra atravesando lo que el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU ha denominado una "tormenta perfecta" en materia de seguridad alimentaria. Carl Skau, subdirector ejecutivo y director de operaciones del PMA, alertó este martes desde Bangkok que millones de personas en el planeta enfrentan una grave escasez de alimentos, mientras que los fondos para ayudarlas se evaporan a un ritmo sin precedentes.

Hemos visto un incremento triple en las necesidades solo en los últimos cinco años, y este año ha sido especialmente difícil”, señaló Skau tras reunirse con funcionarios tailandeses. “Los conflictos se intensifican, los eventos climáticos extremos se multiplican y, como si eso no fuera suficiente, ahora tenemos una crisis de financiamiento donde el PMA ha perdido aproximadamente el 40% de su financiamiento”.

Desastres naturales en Asia: Pakistán y Afganistán al borde

Una serie de desastres naturales recientes en Asia ha agravado un escenario ya crítico. Las inundaciones en Pakistán y el devastador terremoto combinado con sequía en Afganistán han dejado a millones de personas vulnerables.

En Afganistán en particular, el descenso en la asistencia humanitaria es dramático. Según datos del PMA, en 2021 se brindaba ayuda a 10 millones de personas. Hoy, ese número ha caído a 1,5 millones, y hay regiones que serán prácticamente inaccesibles durante el invierno, lo que imposibilita la preposición de alimentos.

Skau advierte: “Este invierno morirán niños. Y no se trata solo de la muerte, sino del daño permanente que causa la malnutrición severa en los cerebros y órganos de los niños”.

Conflictos armados que impiden el acceso humanitario

Además del cambio climático, los conflictos en Sudán, Gaza y Myanmar han dificultado el acceso a las poblaciones más vulnerables. En Sudán y Gaza, la situación alimentaria ya es similar a condiciones de hambruna.

En Myanmar, el más reciente terremoto de magnitud 7.7 ha sumado más víctimas a un país devastado por una guerra civil. La violencia ha forzado a miles de refugiados rohinyás a huir al campo de refugiados de Cox’s Bazar, en Bangladesh, donde viven hacinados 1,3 millones de personas que dependen exclusivamente de la ayuda internacional.

Ese campo es prácticamente una prisión a cielo abierto”, dijo Skau tras visitar la zona. El PMA les provee un cupón mensual de $12 dólares para alimentos. Pero ese fondo se agotará en noviembre y podrían reducirse tanto los montos como la cantidad de beneficiarios.

Del hambre a la criminalidad y la migración forzada

Cuando en 2023 se redujo temporalmente el monto a $8 dólares, estallaron episodios de violencia y migración desesperada. “Personas comenzaron a embarcarse hacia Indonesia y Malasia. Aumentaron las tensiones, la criminalidad y el tráfico de personas”, recordó Skau.

La estabilidad regional está en riesgo, advirtió, y no solo en el sudeste asiático. Lo mismo ocurre en África y Medio Oriente, donde la reducción de fondos multiplica los efectos del hambre con el desplazamiento forzoso y el aumento de conflictos sociales.

EE.UU. y Europa recortan drásticamente la ayuda

Uno de los factores detrás de esta crisis es la decisión de algunos gobiernos de reducir su compromiso con la asistencia internacional. En particular, el expresidente de EE.UU., Donald Trump, recortó más del 90% de los contratos de ayuda exterior a través de USAID, así como $60 mil millones en ayudas globales.

Este fenómeno no es exclusivo de EE.UU. Varios países europeos también han recortado sus presupuestos de cooperación internacional, lo que ha dejado a organizaciones como el PMA con menos herramientas para actuar en emergencias.

En Afganistán, ya no podemos almacenar alimentos en zonas montañosas donde quedarán aisladas por la nieve. Ya no tenemos fondos para eso”, reiteró Skau, haciendo un llamado urgente a nuevas fuentes de financiamiento.

El impacto silencioso de las deportaciones y la política migratoria

Al mismo tiempo que se recortan fondos, muchas naciones emprenden acciones migratorias que agravan aún más la crisis humanitaria. Es el caso de EE.UU., que recientemente deportó a ciudadanos de África Occidental a Ghana, pese a que contaban con fallos judiciales que indicaban que podrían enfrentar tortura o persecución en sus países de origen.

La jueza federal Tanya Chutkan reconoció que su “manos están atadas” y acusó a la administración Trump de “burlar convenios internacionales como la Convención de la ONU contra la Tortura”.

Incluso se denunció que varios de los deportados fueron trasladados en vuelos de más de 16 horas inmovilizados con “camisas de fuerza”, para luego ser recluidos en condiciones infrahumanas en Ghana.

Deportaciones en condiciones inhumanas: el caso de África Occidental

La mayoría eran nigerianos y gambianos detenidos en EE.UU. y enviados a Ghana —un país con el que EE.UU. mantiene acuerdos de recepción de deportados— a pesar de no tener vínculos directos con el territorio.

Ghana está haciendo el trabajo sucio de EE.UU.”, reza la demanda que presentaron las organizaciones defensoras de derechos humanos en nombre de los migrantes.

Por su parte, el gobierno ghanés rechazó haber recibido compensación económica alguna por aceptar a los migrantes. “No podíamos seguir soportando el sufrimiento de nuestros hermanos africanos”, dijo el ministro de Relaciones Exteriores de Ghana.

El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Nigeria, Kimebi Imomotimi Ebienfa, también respondió: “No hemos rechazado a nigerianos deportados a Nigeria. Lo que no aceptamos es que se deporten extranjeros a nuestro país”.

Solidaridad global en declive: ¿un nuevo orden asistencial?

Lo que salta a la vista en medio de esta crisis es el debilitamiento de la cooperación internacional frente a las emergencias humanitarias. Existe una creciente tendencia nacionalista que prioriza políticas internas frente a compromisos globales.

Esto presenta un problema doble. Por un lado, porque las poblaciones vulnerables quedan fuera del radar práctico de supervivencia. Por otro, porque la falta de inversión humanitaria genera inestabilidad que eventualmente migrará de lo local a lo regional, y luego al plano internacional.

¿Qué puede hacerse? El rol de los países donantes y sociedad civil

El PMA está buscando alternativas: fuentes de financiamiento privadas, mejoras logísticas, e incluso fomentar la autosuficiencia alimentaria en comunidades beneficiarias. Pero nada de eso será suficiente si la tendencia actual de financiación se mantiene.

Como dijo Skau: “No hay milagros si no contamos con los fondos. Ya exprimimos cada eficiencia posible. Ahora necesitamos apoyo”.

De acuerdo con datos del propio PMA, 345 millones de personas en 79 países sufren de inseguridad alimentaria aguda en 2024. Y más de 45 millones de niños menores de cinco años presentan desnutrición aguda grave.

La comunidad internacional debe responder. Porque lo que está en juego no es solo el bienestar inmediato de millones de personas, sino la estabilidad del mundo tal como lo conocemos.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press