Educación Cívica y Violencia Política en EE. UU.: Una Democracia a Prueba
Mientras se incrementan los actos de violencia con motivaciones ideológicas, voces como la de Sonia Sotomayor claman por una renovación urgente en la educación democrática de los ciudadanos
¿Estamos educando ciudadanos o súbditos?
La jueza del Tribunal Supremo de EE. UU., Sonia Sotomayor, planteó recientemente una inquietud que toca el corazón mismo de la democracia estadounidense: ¿saben realmente los estadounidenses la diferencia entre un presidente y un rey? Su comentario fue parte de una reflexión más amplia durante un panel en la Constitution and Citizenship Day Summit, donde advirtió sobre la alarmante carencia de educación cívica entre las nuevas generaciones.
“Tenemos una república, si podemos conservarla”
Sotomayor recordó el famoso anécdota que atribuye a Benjamin Franklin, quien al salir de la Convención Constitucional de 1787 respondió a la pregunta sobre qué tipo de gobierno habían creado: “Una república, si es que podemos conservarla”. La jueza utilizó esta cita para cuestionar si actualmente los ciudadanos están preparados para asumir con responsabilidad el rol que les corresponde en una democracia.
Y no se trata solo de idealismo. Según un estudio del Annenberg Public Policy Center publicado en 2023, menos del 40% de los adultos estadounidenses pueden nombrar los tres poderes del gobierno. Este dato no es solo un indicador educativo, sino una señal política de alarma.
El creciente riesgo de la violencia política
Mientras Sotomayor hacía este llamado a la educación, en paralelo, Estados Unidos registraba una cadena de eventos trágicos ligados a la violencia política. En menos de una semana:
- Fue asesinado el activista conservador Charlie Kirk durante un evento en Utah.
- Un juez descartó los cargos de terrorismo contra Luigi Mangione, acusado de matar al CEO de UnitedHealthcare, Brian Thompson, motivado por ideología antisistema.
- Se celebraba una elección especial en Minnesota para sustituir a la legisladora Melissa Hortman, asesinada junto a su esposo en su residencia.
- El juicio por intento de asesinato contra Ryan Routh, quien habría querido asesinar al expresidente Donald Trump en un club de golf, comenzaba su fase final.
La simultaneidad de estos eventos ha resaltado lo que muchos analistas y políticos ya han advertido durante años: el aumento de la polarización y la radicalización está produciendo violencia extrema.
¿Quién educa a nuestros ciudadanos?
Para Sotomayor, uno de los principales detonantes de esta desinformación cívica es la falta de programas escolares dedicados a explicar con claridad el proceso democrático, los derechos individuales y los mecanismos de rendición de cuentas en la administración pública. Esta ausencia, combinada con el poder amplificador de las redes sociales, crea el caldo de cultivo perfecto para ideologías radicales y narrativas falsas.
“Las redes sociales son una de las principales fuentes de desinformación”, sentenció Sotomayor, aludiendo al peligro de los algoritmos que encierran a los usuarios en burbujas ideológicas que refuerzan sus prejuicios.
Violencia justificada por ideología: un patrón peligroso
El caso más estremecedor en los últimos días ha sido el asesinato de Charlie Kirk. Tyler Robinson, su presunto agresor de 22 años, dejó una nota bajo su teclado que decía: “Tuve la oportunidad de eliminar a Charlie Kirk y la voy a aprovechar”. Según las autoridades, el joven estuvo activo en foros extremistas y cambió drásticamente su orientación política en meses recientes, lo que refuerza la idea de que la radicalización digital no es una amenaza abstracta.
Incluso en el caso de Mangione, el mensaje propagandístico no fue menor: escribió frases como “retrasar, negar y deponer” en las balas que usó, referencia directa a un eslogan antiaseguradoras. Es decir, actuó motivado por una ideología antisistema más allá de un conflicto personal.
La política no condena con la misma voz
El gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, cuya residencia fue incendiada en un ataque también ideológico durante la pascua judía, advirtió algo que muchos ciudadanos sienten hoy: la condena a la violencia política es selectiva. “No podemos elegir a conveniencia cuál violencia política condenamos y cuál callamos”, afirmó con fuerza durante la cumbre Eradicate Hate en Pittsburgh.
Shapiro, una figura ascendente en el Partido Demócrata, denunció cómo la falta de confianza en las instituciones —gobierno, justicia, medios— está empujando a muchos a ver la violencia como una salida legítima. “Muchos piensan que la única forma de cambiar las cosas es a través de la violencia”, dijo, señalando el papel nocivo de ciertas plataformas que promueven el odio y la paranoia.
Cultura cívica vs. cultura del espectáculo
En medio de este panorama, cobra especial relevancia la crítica que lanzó Sotomayor sobre el sistema educativo: cada vez menos espacio se le da al pensamiento crítico, el debate de ideas respetuoso y el conocimiento institucional. Como contracara, muchos jóvenes crecen más familiarizados con influencers que con la Constitución, lo que deja su visión política vulnerable a los derroteros virales del momento.
Resulta preocupante que, según datos de NCES (National Center for Education Statistics), menos del 25% de las escuelas públicas estadounidenses exigen un examen de conocimiento cívico para graduarse. Esta cifra representa un claro llamado a la acción.
¿El futuro estará a la altura de los desafíos?
En su despedida del público estudiantil, Sonia Sotomayor fue clara y emotiva: “Nosotros, los adultos, ya hemos estropeado muchas cosas; ahora, les toca a ustedes arreglarlo.” Esta frase resume la urgencia de su mensaje y la dramática situación actual.
La combinación de ciudadanos mal informados, un entorno digital polarizante y líderes que no siempre condenan la violencia, deja una democracia altamente vulnerable frente al extremismo político. La educación cívica no puede ser vista como un lujo académico, sino como un escudo frente al caos.
Sí, aún tenemos una república. Pero si queremos conservarla, como dijo Franklin, tendremos que empezar por reeducar a quienes debieran sostenerla: el pueblo.