España y el boicot a Eurovisión: ¿puede el conflicto palestino-israelí cambiar el curso de un festival histórico?
Con España sumándose a la presión internacional para excluir a Israel del festival, Eurovisión se enfrenta a su encrucijada política más significativa desde el veto a Rusia en 2022.
Eurovisión bajo tensión: la música no escapa al conflicto global
Eurovisión, tradicionalmente un festival apolítico y símbolo de unidad cultural en Europa, ha entrado en aguas turbulentas. El reciente anuncio de España de que podría boicotear la edición 2025 si Israel participa marca un punto de inflexión político y moral en la historia de este espectáculo. Países como Irlanda, Eslovenia y Países Bajos ya habían adoptado posiciones similares, pero la entrada de España —una de las naciones con mayor peso en el concurso— cambia por completo la ecuación.
En este artículo ofrecemos un análisis profundo de las implicaciones culturales y diplomáticas que encierra esta polémica, y cómo podría redefinir el papel de Eurovisión en un mundo cada vez más polarizado por conflictos geopolíticos.
La raíz del conflicto: el papel de Israel en Gaza
Desde octubre de 2023, la ofensiva militar de Israel sobre la Franja de Gaza ha desatado protestas alrededor del mundo. Con más de 30.000 civiles muertos (según cifras de la OMS y agencias humanitarias), el conflicto ha trascendido el enfoque puramente político y ha entrado en la esfera de la cultura y el deporte. En España, manifestaciones masivas irrumpieron incluso en eventos como la Vuelta a España, donde activistas bloquearon el paso de un equipo de ciclismo israelí.
En este contexto, la participación de Israel en Eurovisión 2025 genera cada vez más rechazo de parte de sectores de la sociedad civil, artistas e incluso gobiernos. La televisora pública española RTVE anunció en reunión de junta directiva que ya no podía mantenerse neutral.
¿Por qué España marca una diferencia?
En términos eurovisivos, España es uno de los Big Five, el grupo de países que siempre tiene pase directo a la final del concurso, junto con Francia, Alemania, Italia y Reino Unido. Su salida no solamente afectaría la dinámica del festival, sino también su legitimidad como evento europeo representativo.
Más allá de lo simbólico, RTVE reconoce su rol como medio público financiado por la ciudadanía, y señala que sería contradictorio seguir participando mientras el conflicto sigue escalando. El propio presidente Pedro Sánchez ha subrayado que España considera la situación en Gaza como una crisis humanitaria y ha llamado a sancionar diplomáticamente a Israel en varios frentes, incluidos los eventos culturales y deportivos.
Antecedentes recientes: ¿doble vara para Rusia e Israel?
Este debate ha despertado comparaciones inevitables con la expulsión de Rusia en 2022, tras su invasión a Ucrania. La Unión Europea de Radiodifusión (EBU) decidió entonces que permitir la participación rusa “ponía en riesgo la reputación del evento”.
No obstante, Israel ha seguido participando en Eurovisión 2022 y 2023, a pesar de denuncias constantes por parte de la comunidad internacional. Activistas han acusado al EBU de hipócritas: ¿por qué Rusia fue vetada por una guerra, pero Israel no por otra?
La realidad es más compleja. Israel ha formado parte de Eurovisión desde 1973 y ha ganado en cuatro ocasiones. Además, presenta un bloque de apoyo histórico en países como Alemania, Austria y algunos países escandinavos. Su exclusión podría generar un conflicto diplomático de alto nivel.
¿Es Eurovisión realmente apolítica?
Oficialmente, el reglamento establece que ninguna canción o actuación puede incluir mensajes políticos. Sin embargo, desde hace años Eurovisión ha estado plagada de tensiones geopolíticas: desde la famosa canción ucraniana de Jamala en 2016 sobre las deportaciones de los tártaros de Crimea hasta los abucheos sistemáticos al jurado ruso post-2014.
En 2023, la canción israelí “Unicorn” fue foco de debate. Si bien su letra no era abiertamente política, grupos pro-palestinos la criticaron como parte de una estrategia de washing: usar la música y el entretenimiento para lavar la imagen internacional del Estado de Israel.
Presión social: ¿una nueva herramienta diplomática?
Más allá de las decisiones institucionales, los artistas representan una fuerza de presión significativa. En Irlanda, más de 400 músicos, entre ellos la icónica Sinéad O'Connor antes de su muerte, firmaron una carta exigiendo el veto a Israel. En España, la cantante y compositora Rozalén ha declarado: “Me resulta imposible cantar mientras mueren niños cada día.”
Estas declaraciones publicadas en medios como El País y La Vanguardia han reforzado el debate en redes sociales. En plataformas como X (antes Twitter), los hashtags #EurovisiónSinIsrael y #BoicotEurovisión2025 han ganado miles de menciones desde inicios de noviembre.
La encrucijada de la EBU: ¿decidirá antes de diciembre?
La Unión Europea de Radiodifusión ha evitado por ahora tomar una postura oficial, pero anunció que los países miembros tienen plazo hasta mediados de diciembre para expresar su decisión sobre participar o no. Esto pone a la EBU en una posición incómoda: si permite la participación de Israel corre el riesgo de una Eurovisión semi-vacía; si lo excluye, abre una caja de Pandora política sin precedente.
La final del concurso está prevista para mayo de 2025 en Viena, Austria. La elección de esta sede no ha sido casual: Viena es históricamente neutral y ha acogido eventos polarizantes en el pasado. Sin embargo, incluso Austria podría quedar atrapada en la polémica.
Un reflejo de la crisis de Europa
Este debate trasciende el festival. Revela algo más profundo: una Europa sin estrategia común, atrapada entre el humanitarismo y la realpolitik. En palabras de la periodista española Ana Romero para El Mundo: “Estamos ante el primer festival donde la moral pesa más que la melodía.”
Ya no basta con coreografías vistosas y escenografías futuristas. Los eurofans, los medios y los gobiernos exigen que el evento refleje los valores europeos: derechos humanos, paz y democracia. Pero, ¿puede Eurovisión soportar ese peso sin romperse?
¿Hacia una crisis irreversible?
Si más países se suman al boicot, podríamos ver una Eurovisión dividida, o incluso una edición cancelada si no se logra consenso. Otros escenarios contemplan una participación simbólica de Israel fuera de concurso o algún tipo de declaración común repudiando la violencia, aunque esto parezca insuficiente para muchos.
Una cosa queda clara: lo que está en juego en Eurovisión 2025 no es solo una competición musical. Es el alma cultural de Europa, enfrentada a los dilemas del siglo XXI. Y España, al levantar su voz, ha puesto la primera nota de una sinfonía que promete ser, al menos, turbulenta.