La leyenda de Robert Redford: El alma independiente del cine estadounidense

Más allá de sus personajes inolvidables y su magnetismo en pantalla, Redford fue un ícono de la integridad artística, la conciencia social y el cine independiente

Un símbolo del espíritu estadounidense

Robert Redford, fallecido a los 89 años, no solo fue un actor de renombre y ganador del Óscar como director. Fue también una figura que, desde los años 60 hasta entrado el siglo XXI, reflejó en pantalla y en su vida personal los conflictos, aspiraciones y transformaciones del pueblo estadounidense. Nacido durante la Gran Depresión en 1936, Redford creció bajo las duras condiciones de una nación en crisis, pero dotado de un atractivo natural intrínsecamente americano: cabello dorado, sonrisa carismática y una rebeldía interna por escapar de los límites convencionales.

El tipo común como héroe moderno

“Siempre quise salir afuera”, dijo Redford en una entrevista de 2018, hablando literalmente de su amor por la naturaleza, pero también figurativamente de su necesidad personal de romper esquemas. Lo que ofreció a través de sus personajes fue una variante sofisticada del "hombre común": el idealista desilusionado, el rebelde contenido y el héroe que no porta capa. Como señaló el cineasta Sydney Pollack, colaborador constante de Redford, él era un regreso a los actores clásicos: figuras que encarnaban la esencia americana sin estridencias, de forma casi natural.

Sus paisajes, nuestros paisajes

Redford habitó la pantalla grande, pero también el paisaje americano. La montaña de “Jeremiah Johnson”, los prados de Wyoming en “Butch Cassidy and the Sundance Kid”, los callejones de Washington en “All the President’s Men” y los ríos de Montana en “A River Runs Through It” son tan suyos como de la propia narrativa del país. El lugar donde Redford vivió sus últimos años, en las montañas de Utah, no fue una casualidad, sino una declaración: su conexión con la tierra, con el Oeste indómito, con la independencia real y creativa.

Sundance: más que un festival

En Utah, Redford gestó una de sus contribuciones más duraderas al cine moderno: el Instituto Sundance. Surgido como contrapeso al sistema hollywoodense convencional, Sundance ha sido una plataforma vital para cientos de cineastas independientes. De hecho, películas como Reservoir Dogs, Little Miss Sunshine y Whiplash vieron allí su primer destello de luz. Para Redford, el festival no era lo más importante. Lo era el laboratorio creativo: "Lo esencial es la independencia", repitió una y otra vez. Y fue a través de Sundance que logró encarnar ese principio artístico de forma concreta.

Activismo sin ambiciones políticas

Aunque muchos lo empujaron a lanzarse a la política, Robert Redford prefirió mantenerse como una voz externa pero influyente. Fue firme defensor de los derechos indígenas, ambientales y LGBTQ+, y un activo miembro del Natural Resources Defense Council. Su película The Candidate (1972) fue, en cierto modo, su forma de “participar” en política: allí interpretó a un candidato idealista que, para poder ganar, termina corrompiendo sus principios. Ese mensaje, tan vigente hoy, representa la distancia que siempre mantuvo con el poder institucional.

Películas que capturaron la desilusión de una época

Cintas como Three Days of the Condor (1975) y All the President’s Men (1976) forman parte esencial del legado de Redford. Ambas reflejan la atmósfera pos-Watergate, una época marcada por la paranoia y la desconfianza hacia las instituciones. En ellas, Redford brilla como el ciudadano común atrapado en una maquinaria opaca que apenas comprende. En Condor, no es más que un analista de la CIA que lee libros y pide ayuda: “No soy un agente de campo. Solo leo libros”, implora a sus superiores. Eso hacía tan fascinantes sus personajes: gente corriente enfrentándose al abismo con inteligencia, no con músculos.

Un director con sensibilidad humana

Redford sorprendió al ganar el Óscar al Mejor Director con Gente Corriente (1980), su debut tras las cámaras. La película, que aborda el duelo familiar tras la muerte de un hijo, ganó además el premio a Mejor Película. Luego vendrían otras joyas como Quiz Show (1994), una crítica elegante a la manipulación mediática, y The Horse Whisperer (1998), llena de poesía visual. En todas sus incursiones como director, brillaba su capacidad de empatizar con sus personajes, de humanizarlos sin importar el contexto, y de prestar voz a los silencios profundos del alma.

Redford y Sydney Pollack: una dupla inolvidable

La colaboración entre Redford y el director Sydney Pollack es uno de los nexos actor-director más fructíferos del cine estadounidense. Juntos hicieron siete películas, entre las que destacan Jeremiah Johnson, The Way We Were, Three Days of the Condor y Out of Africa. Este último, aunque criticado en su estreno, ganó siete premios Óscar, incluyendo Mejor Película. Pollack decía de Redford: “Era un throwback a los actores con esencia: héroes discretos, parte del paisaje americano”.

El epílogo perfecto

Sus dos últimas grandes interpretaciones, All Is Lost (2013) y The Old Man & The Gun (2018), muestran a Redford en su estado más depurado. En la primera, casi sin diálogo, Redford encarna a un anciano marino que lucha por sobrevivir en el océano abierto. Una epopeya existencial que resuena como metáfora de la vejez, el aislamiento moderno y el colapso medioambiental. En la segunda, interpreta a un ladrón elegante de 70 años, transformando crímenes en actos de encanto. Ambas películas funcionaron como una despedida digna: discreta, conmovedora y profundamente humana.

Más allá del rostro bonito

Aunque Redford fue célebre toda su vida por su atractivo físico, su éxito nunca descansó únicamente en su apariencia. Como dijo Jane Fonda, “Siempre estuve enamorada de Robert Redford”. Pero desde sus comedias románticas como Barefoot in the Park (1967) hasta dramas serios como Downhill Racer (1969), Redford mostró una profundidad emocional e intelectual que distaba de muchos de sus contemporáneos.

El legado inmortal

Redford fue catalogado como una leyenda viva mucho antes de su fallecimiento. Al recibir la Medalla Presidencial de la Libertad en 2016, el presidente Barack Obama declaró: “Nos mostró que la integridad puede ser una estrella guía, tanto en el cine como en la vida”.

A la hora de resumir su carrera, quizás baste mencionar lo esencial: Robert Redford fue más que una estrella. Fue un reflejo, no de lo que América era, sino de lo que siempre quiso ser: libre, íntegra, independiente, apasionada y justa.

Como dijo una vez: “No siempre escogí ser héroe en mis películas. A veces solo era el hombre que intentaba entender el mundo”.

Y en esa búsqueda, ayudó a generaciones enteras a comprenderse a sí mismas.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press