Miedo en Boston: El impacto humano de las redadas migratorias bajo la Operación “Patriot 2.0”
La nueva ofensiva de ICE en Massachusetts afecta a familias, comunidades enteras y revive el debate sobre las ciudades santuario
Una comunidad bajo asedio: trabajadores detenidos rumbo a sus labores
En la zona metropolitana de Boston, el miedo se ha convertido en un acompañante diario para miles de inmigrantes. Desde que se intensificó la nueva operación de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), residentes indocumentados y solicitantes de asilo viven con el temor latente de ser detenidos al salir de casa.
La Operación Patriot 2.0, iniciada bajo la administración de Donald Trump, ha tenido un impacto drástico: reportes de detenciones en estacionamientos, a las afueras de tribunales e, incluso, en centros comunitarios y viviendas temporales. Estas acciones, dirigidas oficialmente a “inmigrantes con antecedentes criminales”, han tenido consecuencias sobre un sector mucho más amplio de la población inmigrante.
Un video que circula por redes sociales muestra a tres jardineros arrestados brutalmente mientras trabajaban en el Ayuntamiento de Saugus. Los agentes de ICE rompieron la ventana de su camioneta para extraerlos. Estas imágenes han generado indignación y piden atención nacional.
Crisis comunitaria: eventos cancelados y familias atrapadas
El ambiente de miedo ha provocado la cancelación de eventos culturales, como el festival del Mes de la Herencia Hispana en Everett, donde el alcalde sufrió la presión de una comunidad con temor a salir de casa. “No sería correcto realizar una celebración cuando muchos se sienten inseguros de asistir”, explicó.
Mientras tanto, activistas reportan un incremento notable en la presencia de vehículos no identificados en barrios con alta población inmigrante. Estos automóviles, presuntamente operados por ICE, se estacionan por horas en zonas estratégicas para detectar y detener personas.
Un nuevo frente político: ataques a las ciudades santuario
Las ciudades santuario como Boston están bajo el escrutinio del Departamento de Justicia, que recientemente demandó a la alcaldesa Michelle Wu y al Departamento de Policía de la ciudad. Según la acusación federal, las políticas santuario “interfieren con la aplicación de leyes migratorias”.
Michelle Wu respondió acusando a Trump de “atacar ciudades para ocultar el fracaso de su administración”. La operación Patriot 2.0 se lanzó días antes de las elecciones locales, en las que Wu fue reelegida fácilmente, a pesar de los ataques, lo que muestra un fuerte respaldo popular a su política migratoria.
¿Quiénes están siendo detenidos realmente?
ICE alega estar enfocándose en “lo peor de lo peor”: personas con antecedentes penales graves. Sin embargo, organizaciones como la Massachusetts Immigrant and Refugee Advocacy Coalition y el Mabel Center for Immigrant Justice han documentado casos muy diferentes.
“Se está generando una narrativa falsa. Muchos de los detenidos están en pleno proceso legal, tienen casos de asilo pendientes o nunca han cometido un delito”, explicó Alexandra Peredo Carroll, abogada del Mabel Center.
Un caso emblemático fue el de cinco ciudadanos vietnamitas detenidos en un barrio de Boston, sin cargos criminales. Kevin Lam, director del Asian American Resource Workshop, afirmó: “Esto va más allá del argumento de seguridad nacional. Es un ataque a comunidades enteras”.
La infraestructura de la deportación: vuelos, prisiones y vigilancia
ICE ha reactivado el uso del Aeropuerto Internacional de Portsmouth, en New Hampshire, para trasladar detenidos a centros de detención alrededor de Nueva Inglaterra. Más de 300 personas han sido removidas desde agosto, con al menos cinco vuelos por semana, según monitoreos civiles.
Los destinos incluyen cárceles federales en Berlin (New Hampshire), prisiones privadas en Rhode Island, y centros correccionales en Vermont y Maine. Todos operan bajo contratos federales para alojar detenidos por temas migratorios, una tendencia en aumento desde 2017.
David Holt, quien organiza protestas en el aeropuerto de Pease, declaró: “Estas operaciones están desgarrando el tejido social de nuestras comunidades. Están esposando y encadenando a gente que no ha cometido crímenes”.
Una red de apoyo bajo ataque: traductores, voluntarios y centros de justicia
Frente al temor y la desinformación, redes como Luce, del Immigrant Justice Network of Massachusetts, han desplegado líneas telefónicas multilingües atendidas por intérpretes en español, portugués, haitiano criollo, mandarín y más.
También han lanzado reclutamientos de emergencia para voluntarios que hablen idiomas como nepalí, vietnamita y kriolu caboverdiano. Las llamadas provienen de todas partes del estado, desde Lowell hasta Lynn, con ciudadanos reportando actividad sospechosa de ICE o pidiendo ayuda legal urgente.
La paradoja legal: cuando buscar asilo se convierte en una trampa
Contrario a lo que muchos podrían creer, las operaciones recientes no solo han afectado a inmigrantes indocumentados. Decenas de personas en proceso legal de inmigración han sido víctimas de arrestos “colaterales” durante redadas.
“El mensaje que se está enviando es: incluso si estás haciendo las cosas de forma correcta, es posible que igual termines detenido”, comentó Peredo Carroll. Esta incertidumbre amenaza con disuadir a miles de inmigrantes de acudir a audiencias, consultar abogados o buscar ayuda en hospitales.
Reacciones políticas: apoyos y condenas desde la tribuna
ICE ha recibido respaldo explícito de figuras republicanas, como la gobernadora de New Hampshire, Kelly Ayotte, quien firmó una ley estatal prohibiendo las ciudades santuario. “No vamos a permitir que New Hampshire termine como Massachusetts”, declaró al promulgar la normativa.
Por su parte, Tricia McLaughlin, asistente de Seguridad Nacional de EE.UU., acusó a los alcaldes de “proteger criminales mientras ponen en peligro a ciudadanos decentes”. La declaración fue duramente criticada por defensores de derechos humanos, que consideran la retórica peligrosa y estigmatizante.
Una historia que se repite: entre políticas migratorias y emociones humanas
Este nuevo capítulo en la historia migratoria estadounidense revive escenas de miedo ya conocidas, como las documentadas durante las políticas de “tolerancia cero” de 2018. En ese entonces, más de 2,000 menores fueron separados de sus familias como parte de cruces fronterizos considerados irregulares.
Boston, que ha acogido por generaciones a inmigrantes irlandeses, italianos, haitianos y centroamericanos, se ve forzada a revivir un conflicto entre la autoridad federal y la protección local. Hoy, alcaldes, policías comunitarios y líderes religiosos se enfrentan a una maquinaria que ignora la diversidad legal y emocional del fenómeno migratorio.
Lo que está en juego: democracia local y derechos humanos
Cada vez que una familia se ve forzada a esconderse en casa, se pierde algo más profundo que su libertad: se erosiona la confianza en las instituciones. Se debilita el diálogo entre gobiernos locales y federales. Se divide a vecinos que antes compartían pupitres, parques y templos.
La Operación Patriot 2.0 no solo representa una escalada legal, sino también una prueba moral para ciudades como Boston, que históricamente han liderado progresos sociales. ¿Se respetarán las promesas de asilo político? ¿Se priorizará la humanidad ante la política?
Por ahora, el eco en los barrios es claro: “No salgas si no es necesario”. Pero también lo es la resistencia: redes de apoyo crecen, traductores se suman, abogados se organizan y vecinos escriben cartas. Porque el espíritu santuario va mucho más allá de una ordenanza: nace del profundo valor comunitario de proteger al otro, sin importar su estatus migratorio.