Crisis en la Costa: Cómo las casas están cayendo al océano en Carolina del Norte

El derrumbe de casas frente al mar en la isla de Hatteras evidencia el peligro inminente del cambio climático y la erosión costera en las Outer Banks

El cambio climático y sus consecuencias visibles

En los últimos cinco años, doce casas han colapsado en las playas del estado de Carolina del Norte, específicamente en las Outer Banks. El más reciente desplome de una vivienda en Hatteras Island, una comunidad frente al mar que enfrenta constantemente la amenaza de la erosión costera, no solo es una tragedia material, sino también una advertencia constante del impacto real y creciente del cambio climático en comunidades vulnerables.

La casa número 12

El pasado martes por la tarde, una vivienda de dos pisos y con techo revestido en madera cedió ante el avance del oleaje. Según Mike Barber, portavoz del Cape Hatteras National Seashore, la casa no estaba habitada al momento del colapso, evitando una posible tragedia humana. Sin embargo, los restos con clavos expuestos y madera astillada se esparcieron por la costa, amenazando no solo a los turistas y residentes sino también al ecosistema local.

"El personal del Seashore está hoy recogiendo los escombros hacia el sur del lugar del colapso", confirmó Barber en una declaración. El propietario de la vivienda contrató también a un equipo privado para encargarse de los restos cercanos y la estructura principal caída.

Rodanthe: un pueblo al borde del mar y del colapso

Rodanthe, una pequeña aldea en las Outer Banks conocida por ser el punto más oriental de Carolina del Norte y por sus vínculos con la novela Noches de Tormenta de Nicholas Sparks, ha sido testigo de once colapsos similares desde mayo de 2020. Esta cifra es alarmante y coloca a la región como símbolo de un problema mucho más amplio.

Durante el reciente paso del Huracán Erin, muchos habitantes locales seguían con atención el destino de varias casas al borde del mar. Milagrosamente, algunas lograron soportar las fuerzas de la naturaleza. Aun así, la suerte no acompañó a la casa más reciente que colapsó, ubicada a menos de una milla del famoso Faro de Cape Hatteras, estructura que fue reubicada en 1999 para salvarla de la erosión.

El faro que caminó 884 metros para sobrevivir

El Faro de Cape Hatteras ha sido testigo del poder del mar desde su construcción en 1870. En 1999, debido al avance constante del océano hacia la costa, fue trasladado un récord de 884 metros hacia el interior, una hazaña de ingeniería admirada a nivel mundial. Este hecho, ocurrido hace más de dos décadas, ya predecía el futuro sombrío que enfrentan hoy las casas del litoral.

Pero mientras que el faro fue salvado gracias a una operación costosa del Servicio Nacional de Parques y expertos en conservación, muchas viviendas privadas no cuentan con esa misma suerte ni recursos.

¿Por qué colapsan las casas en Outer Banks?

La región de las Outer Banks es especialmente frágil por su composición geológica: bancos de arena largos y estrechos que separan el Océano Atlántico del continente. Son especialmente susceptibles a la erosión, algo que se ha visto agravado por el aumento global del nivel del mar.

  • Entre 1901 y 2018, el nivel global del mar ha subido unos 20 centímetros (8 pulgadas), según el Panel Intergubernamental de Cambio Climático.
  • En algunas partes de la costa este de EE.UU., la tasa de aumento es más rápida que en otras regiones, debido a factores como el hundimiento del terreno y la aceleración de la pérdida de hielo polar.
  • Los mares más cálidos también implican huracanes más potentes y frecuentes marejadas ciclónicas, impactando con violencia constante estas frágiles estructuras costeras.

Las políticas de desarrollo urbano bajo escrutinio

Muchos críticos culpan también a las políticas estatales y municipales que permiten la construcción de propiedades a pocos metros del mar. A menudo, las normas de zonificación son laxas y no contemplan escenarios como la subida del nivel marino o la erosión acelerada.

"Lo que estamos viendo aquí es un fracaso sistemático: por parte de gobiernos locales que continúan aprobando proyectos inseguros y propietarios que desconocen (o ignoran) los riesgos reales de vivir tan cerca del océano", explicó Dr. Benjamin Strauss, director del grupo Climate Central.

Costos económicos y ambientales del colapso de viviendas

Más allá del valor emocional o de propiedad de estas casas, los derrumbes representaron un costo económico significativo. En promedio, una vivienda costera en las Outer Banks tiene un valor superior a los US$ 700,000. Pero los verdaderos costos se acumulan en términos de limpieza, contaminación del entorno (pintura, clavos, plásticos) y pérdida de hábitats naturales costeros.

Además, la presión sobre los equipos del Servicio Nacional de Parques y los recursos ambientales se ha intensificado. Lo que en un inicio parece una pérdida aislada termina afectando a ecosistemas completos, incluyendo crías de tortugas marinas, aves migratorias y especies de moluscos que dependen de playas limpias y estables.

¿Existen soluciones sostenibles?

Algunas comunidades están optando por soluciones como la relocalización planificada de viviendas, la construcción de dunas artificiales o la implementación de políticas de no reconstrucción tras eventos extremos. Sin embargo, ninguna de estas soluciones es fácil, rápida o barata.

"La realidad es que algunos lugares son simplemente insostenibles para la construcción a largo plazo", asegura Elizabeth Rush, autora del libro Rising: Dispatches from the New American Shore. "En lugar de aferrarnos a un modelo inmobiliario insostenible, debemos repensar nuestra relación con la costa".

Una advertencia para todo el planeta

El caso de las casas colapsadas en las Outer Banks debe verse como un presagio de lo que podría pasar en ciudades costeras de todo el mundo. Desde Miami hasta Venecia, el mismo enemigo acecha: el océano, cada vez más caliente y expansivo. Las decisiones se deben tomar hoy; de lo contrario, las imágenes de casas rodando hacia el mar serán la nueva norma.

Las historias humanas detrás de cada vivienda derrumbada —y la terquedad de querer reconstruir justo en donde el mar reclama su espacio— nos muestran que la resiliencia climática pasa también por la humildad de entender que la naturaleza no siempre puede ser controlada.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press