El miedo que camina a la escuela: Cómo las redadas migratorias afectan a los niños en Washington

Una mirada profunda al impacto psicológico, educativo y social del aumento de operaciones migratorias en comunidades latinas

Un padre que no volvió con la leche

Para muchas familias inmigrantes en Washington, D.C., la rutina matutina se ha transformado en una escena tensa y silenciosa. La historia de una madre guatemalteca de 40 años lo ilustra con dolorosa claridad: su esposo salió de casa para comprar leche y pañales pero nunca regresó. Fue detenido y deportado, y desde aquel día sus hijos —todos ciudadanos estadounidenses— no han vuelto a asistir a la escuela de la misma manera.

Temerosa de terminar en el mismo centro de detención, ella prefirió mantener a sus hijos en casa, hasta que un voluntario se ofreció a llevarlos. Aun así, el impacto emocional fue tal que uno de los niños faltó tres días a clase en una sola semana. El miedo instaurado por la presencia de agentes de inmigración en los vecindarios ha cambiado la manera en que estas familias viven, educan y caminan por sus calles.

Terror en el camino a la escuela

"En mi comunidad, el impacto ha sido un miedo inmenso y un terror que amenaza la seguridad de los estudiantes cada día," afirma Ben Williams, maestro de estudios sociales y miembro de la Junta Estatal de Educación del Distrito de Columbia.

La situación generalizada llevó a que voluntarios comenzaran a organizar “autobuses a pie” para llevar a los niños al colegio, acompañados por adultos que caminan con ellos. Afuera del colegio Bancroft Elementary, donde se enseñan clases bilingües en inglés y español, voluntarios con chalecos naranjas están apostados en las esquinas, listos para hacer sonar un silbato si detectan presencia de ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas).

Cuando las sirenas se llevan la infancia

En el vecindario Mount Pleasant al noroeste de Washington, un entorno de mansiones y edificios más modestos donde conviven residentes acomodados e inmigrantes, la constante presencia de agentes federales ha sembrado el pánico.

Raúl Cortez, originario de El Salvador, comparte que su hijo de siete años tiene ahora un miedo irracional a los policías. “Los niños entienden, son muy inteligentes y saben lo que está pasando”, dice. Lo confirma la mirada asustada del pequeño cuando divisa una patrulla estacionada.

El aula vacía: ausentismo escolar y trauma

El miedo que las familias inmigrantes sienten ante una deportación potencial también ha llegado a afectar la asistencia escolar de forma significativa. Un estudio realizado por el economista Thomas Dee de la Universidad de Stanford encontró que en el Valle Central de California se produjo un aumento del 22% en las ausencias escolares justo después de redadas de inmigración en enero y febrero. Districtos escolares en otros estados han reportado fenómenos similares tras las directivas migratorias implementadas al inicio de la presidencia de Donald Trump.

En Washington, aunque el alcalde adjunto para educación, Paul Kihn, dijo que la asistencia estaba al mismo nivel que el año anterior, educadores como Ben Williams aseguran que en escuelas con alta población inmigrante, la caída ha sido evidente.

Niños ciudadanos, padres deportados

Según el Pew Research Center, en 2023, al menos 4.6 millones de niños ciudadanos estadounidenses vivían con un padre sin autorización para estar en el país. Otro 1.5 millones de niños tampoco contaban con documentación legal. Esos números son más que estadísticas: representan vidas afectadas por políticas que los convierten en víctimas colaterales.

En el caso de la madre guatemalteca mencionada al inicio, sus tres hijos nacieron en territorio estadounidense y tienen derecho a educación y estabilidad. Sin embargo, ahora duermen todos en su cama, y se despiertan llorando por la ausencia del padre.

“Mi sueño era darles la educación que yo no tuve,” dice con resignación. El hijo mayor quería ser médico, el del medio, policía. Ahora, ella misma dice: “Ese sueño americano, se acabó.”

El efecto glacial del miedo

Emma Leheny, abogada educativa que trabajó durante la administración de Joe Biden, señala un principio básico ignorado por los métodos actuales de las autoridades: “Así ICE no entre a la escuela, el simple rumor o posibilidad de que estén cerca ejerce un efecto gélido que se extiende desde el aula hasta toda la comunidad.”

Este “clima de terror” ha sido descrito como uno de los factores principales para el deterioro de la salud mental infantil en zonas con alta población inmigrante. Según la Asociación Nacional de Psicólogos Escolares de EE.UU., el miedo a perder a un padre debido a deportación puede generar síntomas comparables a los del trastorno de estrés postraumático (TEPT) en niños pequeños.

Redadas sin reglas claras

Durante años, una directiva del Departamento de Seguridad Nacional evitaba que agentes federales ejecutaran detenciones en centros educativos o iglesias sin una autorización especial. Esa directiva fue revocada en enero, lo cual alarmó a educadores y padres por igual.

Aunque el Departamento de Seguridad Nacional afirmó que “ICE no está realizando redadas en escuelas ni deteniendo a niños”, la percepción pública no acompaña esa declaración. Los medios comunitarios han mostrado detenciones frente a tiendas hispanas, tianguis y parques cercanos a centros escolares.

Organización comunitaria como resistencia

Ante el temor permanente, las comunidades han creado mecanismos propios de autoprotección. Desde los “autobuses a pie” hasta redes de mensajería instantánea comunitaria, pasando por acuerdos con voluntarios que se ubican estratégicamente en zonas de alto tránsito de estudiantes, el activismo local ha sido clave para contrarrestar el terror que siembran las operaciones migratorias.

Organizaciones como United We Dream, Casa de Maryland y La Clínica del Pueblo han promovido consejos legales y “tarjetas de defensa” para familiares, talleres sobre derechos legales y líneas de emergencia bilingües con asesoría jurídica inmediata.

Impacto prolongado en el rendimiento académico

El ausentismo no es el único problema. Estudiantes cuya atención está dividida entre los libros y la incertidumbre de perder a sus padres muestran una caída en el desempeño académico, particularmente en áreas como matemáticas y lectura, según datos del National Bureau of Economic Research.

Además, escuelas como Columbia Heights Education Campus han tenido que ampliar los servicios de salud mental, mientras psicólogos escolares reportan un alza considerable en síntomas de ansiedad, insomnio y cuadros depresivos en menores de 10 años.

¿Dónde quedó el espíritu de DACA?

La frustración entre estas familias se entrelaza con la erosión del programa DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals), que prometía una vía legal —aunque temporal— para jóvenes traídos sin documentos a EE.UU. en su infancia. El programa ha sido objeto de múltiples litigios y restricciones administrativas que han apagado poco a poco su potencial transformador.

La ambigüedad constante en torno al estatus migratorio y los vaivenes políticos sobre protecciones migratorias temporales se han convertido en parte del trauma estructural que las infancias latinas enfrentan día a día en EE.UU., especialmente en las grandes ciudades.

No solo es Washington: un fenómeno nacional

Lo que ocurre en D.C. es solo una instantánea de una realidad que se replica en Texas, Arizona, California y Nueva York. Estados con alta densidad de residentes latinos experimentan realidades similares, donde padres e hijos son interrumpidos en su rutina diaria por operativos federales.

La pregunta que muchos ciudadanos se hacen es simple: ¿Qué consecuencias tendrá este clima en la futura generación de estadounidenses? Al sembrar terror en sus primeros años de formación, ¿cuánto del “sueño americano” aún es salvable para ellos?

Una llamada para el cambio

Más allá de las ideologías migratorias, los expertos coinciden en que el trauma infantil debería estar fuera de la discusión partidista. La infancia no debería pagar los platos rotos de decisiones políticas. Como dijo Emma Leheny: “Si el objetivo real de nuestra educación pública es la equidad, entonces no podemos tolerar este clima de miedo.”

Mientras madres como la de esta historia intentan cada día mantener la serenidad para que sus hijos sigan aprendiendo, muchos en la sociedad se preguntan cuánto tiempo más podrá sostenerse este legado de resistencia silenciosa.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press