La familia Abu Jarad: un retrato de la desesperanza entre desplazamientos y guerra en Gaza
La traumática odisea de una familia palestina desplazada 11 veces por la ofensiva israelí: entre sobrevivencia, dolor y la amenaza constante de la muerte.
Una rutina de desplazamiento impuesta por la guerra
Ne'man Abu Jarad y su familia han vivido lo impensable: desplazados por undécima vez dentro de la Franja de Gaza. Su testimonio no es aislado, sino reflejo de la tragedia colectiva de cientos de miles de palestinos atrapados en una espiral de guerra, pérdidas humanas y desarraigo permanente. Desde el norte hasta el sur de Gaza, y vuelta atrás, la familia de Ne'man ha rebotado como náufragos en tierra firme.
“No estamos siendo desplazados, estamos muriendo”, declaró Ne'man al abandonar Gaza City bajo el resguardo de una ofensiva israelí inminente. Tras empacar las pocas pertenencias que aún conservan, junto con su tienda de campaña, se dirigieron a un terreno baldío cerca de Khan Younis, sin certezas sobre qué comerán o qué agua beberán.
Desde octubre de 2023: dos años de huida ininterrumpida
Todo comenzó tras el ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre de 2023. En respuesta, Israel lanzó una ofensiva militar a gran escala sobre Gaza, desplazando a más del 85% de la población palestina del área, según cifras de Naciones Unidas. La familia Abu Jarad huyó de Beit Hanoun, en el extremo norte, apenas unos días después del inicio del asedio. Desde entonces, su vida ha sido una sucesión de escapes, campamentos y reconstrucción mínima.
Durante una breve tregua en enero, Ne'man y su esposa Majida pudieron regresar a su hogar parcialmente destruido. Fue un respiro fugaz, ya que la pausa se quebró semanas después y debieron abandonar el lugar nuevamente. Según Majida: “Es una tortura que se reinicia”.
Una rutina en tiendas, sin escuela, sin agua, sin esperanza
En Gaza City lograron cierta estabilidad. Las hijas mayores podían reencontrarse con amistades, accedían a internet prestado para clases en línea y descargaban libros para entretenerse. La menor, Lana, de ocho años, estaba entusiasmada: acababan de inscribirla en una escuela. Pero tras solo tres días de clases, un bombardeo cercano los forzó a desplazarse de nuevo. El deterioro físico y emocional de la familia ha ido en aumento. Ahora viven en un descampado sin electricidad, escuelas ni comercios.
“Estamos en un desierto”, dijo Ne'man. Cada día implica caminar largas distancias por agua, cocinar al aire libre, cavar una letrina y vivir con la amenaza constante de ser blanco de un misil. Una hija debe recorrer 2 kilómetros para tener señal de internet.
Infancia en ruinas: la generación que crece sin paz
La infancia de Lana se está formando entre tensión, ruidos de explosiones, funerales y hambre. Majida teme que su hija menor no llegue a conocer jamás una existencia estable o segura. “Ella está creciendo entre guerra y vida en tiendas de campaña”, lamenta.
La actitud de Lana evidencia una mezcla de resiliencia y trauma. Afirmó que no lloró al separarse de sus amigas Sila y Joudi, pero detrás de sus palabras se percibe una armadura emocional forzada por la guerra. Lana no tolera las precarias condiciones de vida. Se frustra por las incomodidades básicas como ir al baño o leer sin iluminación adecuada.
Un modelo familiar en peligro de fragmentarse
Las tensiones se acumulan. “Éramos una familia modelo, amorosa, comprensiva”, recuerda Ne'man. Pero el hacinamiento, el calor, la irritación y la impotencia amenazan con fracturar lo que habían construido. “Temo que la familia se rompa por la presión”. Las hijas pelean entre sí, los adultos no encuentran refugio emocional. La rutina se ha convertido en un combate diario por la salud mental, además de la física.
Economía devastada: entre extorsión y hambre
Las mudanzas han drenado todos sus recursos. Un solo traslado puede costar varios cientos de dólares: comprar una tienda nueva, alquilar un camión y conseguir algún material de subsistencia. En su nuevo asentamiento, incluso la tierra que pisan está sujeta a controversia. Un hombre que reclama ser dueño del terreno llegó con hombres armados para exigir el pago de alquiler o el desalojo. Ne’man no tiene con qué pagar.
En un mensaje de voz a periodistas, Ne’man confesó: “Pronto vamos a morir de hambre”. Ni comida ni asistencia llegan hasta su enclave aislado. “No tenemos fuerzas físicas, mentales ni económicas para resistir más”, agregó.
Las estadísticas del desplazamiento en Gaza
- Según OCHA (Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios), más de 1,9 millones de palestinos han sido desplazados internos en Gaza desde 2023.
- Se estima que al menos el 60% de toda la infraestructura de Gaza ha sido destruida o gravemente dañada.
- El Programa Mundial de Alimentos ha declarado a Gaza en situación de hambruna inminente, especialmente en el norte.
- Save the Children reveló que más de 400.000 niños están en riesgo severo de salud mental afectada por el trauma constante.
Una comunidad global cada vez más sorda
Mientras las grandes potencias discuten en canales diplomáticos sobre soluciones geopolíticas, en el terreno, miles de familias como la de Ne'man siguen atrapadas en un ciclo constante de violencia. La comunidad internacional observa con impotencia o desidia cómo la dignidad humana es triturada una y otra vez.
“Lo que viene es oscuro”, advierte Ne'man en uno de los pocos momentos de calma. “Siento que la muerte nos rodea. Vivimos avanzando de un lugar a otro, huyendo de la muerte”.
No se trata solo de estadísticas o balances militares. Se trata de seres humanos cuya única solicitud es sobrevivir. Y parece que, incluso eso, se les está siendo negado día tras día.
¿Hasta cuándo se podrá prolongar esta crisis sin respuesta efectiva? La familia Abu Jarad representa la imagen viva del fracaso colectivo: el de no poder garantizar derechos humanos básicos en pleno siglo XXI.