Refugiados bajo fuego: ¿Está Occidente enterrando el derecho al asilo?

En el 75º aniversario de la Convención sobre los Refugiados, el mundo enfrenta una crisis de compasión que amenaza millones de vidas

A 75 años de la firma de la Convención sobre los Refugiados de 1951, el sistema internacional de protección para quienes huyen de guerras, persecuciones y violaciones graves a derechos humanos se tambalea. En un contexto de crecientes tensiones geopolíticas, xenofobia en ascenso y presupuestos humanitarios desgastados, la promesa fundacional de asilo está siendo ignorada, aplazada o directamente repudiada por potencias tradicionales del derecho internacional como Estados Unidos y varios países europeos.

Un documento histórico que salvó millones de vidas

La Convención sobre el Estatuto de los Refugiados fue adoptada tras la Segunda Guerra Mundial, en 1951, para establecer un marco legal que garantizara la protección de personas desplazadas forzadamente, particularmente europeos desarraigados por el conflicto. En 1967, el Protocolo complementario amplió su aplicación a refugiados en todo el mundo.

Esos dos documentos han salvado millones de vidas en el pasado y salvarán millones más en el futuro”, señaló Ruvendrini Menikdiwela, Alta Comisionada Adjunta de Protección del ACNUR (la agencia de la ONU para los refugiados), desde Ginebra. Pero advirtió que “la institución del asilo hoy está bajo una amenaza sin precedentes”.

Políticas restrictivas: el giro hacia el endurecimiento

El sistema de asilo enfrenta presiones desde múltiples frentes. Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, adoptó políticas de contención migratoria y acuerdos con terceros países para contener o deportar solicitantes de asilo. Estas prácticas han sido continuadas, en parte, por la administración Biden. En Europa, naciones como Grecia han suspendido temporalmente la tramitación de solicitudes, mientras otros países exploran acuerdos con países africanos para trasladar la carga de protección.

Lo que antes parecía impensable en democracias liberales se ha vuelto parte del discurso dominante: límites físicos, muros legales, deportaciones exprés y externalización del asilo. “La solidaridad ha sido reemplazada por el rechazo preventivo”, acusó Menikdiwela.

Refugiados: cifras que no se pueden ignorar

  • Más de 122 millones de personas están desplazadas forzadamente en todo el mundo (ACNUR, 2024).
  • Alrededor de 43 millones de ellas son refugiadas, es decir, personas que cruzaron una frontera huyendo de conflicto o persecución.
  • El 75% de los refugiados se encuentran en países de bajos o medianos ingresos.

Chad, por ejemplo, aloja actualmente a 1.5 millones de refugiados, muchos de ellos provenientes de Sudán, donde la guerra civil ha huido fuera de control. Allí, gran parte de la ayuda internacional no llega y los campamentos están desbordados de necesidades básicas.

Vi personas, hombres, mujeres, niñas, con heridas de bala y metralla. Vi mujeres de 80 años que habían sido violadas múltiples veces”, relató Menikdiwela tras visitar uno de los campos de refugio en Chad.

Sin apoyo, el flujo migratorio no cesará

El impacto del abandono o desfinanciamiento del asilo tiene consecuencias reales. ACNUR advierte que si no se satisfacen mínimamente las necesidades de los desplazados en países receptores, como Chad, muchos seguirán su camino hacia el norte: Libia, el Mediterráneo y eventualmente Europa.

Si no apoyamos allí, continuarán moviéndose”, dijo la Alta Comisionada Adjunta. Por eso, insistió en la necesidad urgente de aumentar el financiamiento humanitario, tanto de gobiernos como del sector privado.

¿Asilo o migración económica?

Los críticos de los sistemas de asilo suelen argumentar que muchas personas los utilizan indebidamente para ingresar a países ricos buscando una vida mejor, no huyendo del peligro. ACNUR reconoce que existe abuso, pero niega que se trate de una mayoría. “No se puede penalizar a quienes de verdad huyen del horror solo porque hay quienes intentan aprovecharse del sistema”, enfatizó Menikdiwela.

Incluso los programas de "centros de retorno" (centros de detención y deportación), ahora promovidos en EE.UU. y Europa, están siendo seguidos de cerca por las Naciones Unidas, aunque con reservas éticas y legales.

Snapback, sanciones e hipocresía internacional

Este debilitamiento del derecho al asilo ocurre en un contexto mayor: el incremento de las tensiones geopolíticas. Alemania advirtió esta semana que Irán no ha tomado medidas suficientes para evitar el restablecimiento de sanciones a través del mecanismo de "snapback" del acuerdo nuclear de 2015, lo que podría congelar activos iraníes y castigar el programa de misiles balísticos del país.

Estas sanciones, que podrían ser reactivadas en septiembre si el Consejo de Seguridad de la ONU no interviene, sumarán presión económica sobre un país ya aislado. El conflicto en Gaza entre Israel y Hamas ha inflamado aún más la región, magnificando el riesgo de desplazamientos forzados desde Medio Oriente.

La paradoja no puede ser más clara: las potencias que activan mecanismos diplomáticos o bélicos que generan desplazamientos, están cerrando sus puertas a los desplazados.

Una llamada a la humanidad, no solo a la legalidad

En este punto crítico de la historia del derecho humanitario, el mensaje de ACNUR es claro: el modelo internacional de refugio no puede sostenerse si sus principales garantes lo socavan desde adentro. Tampoco puede sobrevivir si se financia marginalmente o se subcontrata a países sin recursos.

Debemos recordar que nadie abandona su hogar a menos que su hogar sea la boca de un tiburón”, dice el célebre verso de la escritora Warsan Shire. Proteger a quienes huyen no es una opción ideológica, es un deber ético y legal.

Hoy, 75 años después de que el mundo jurara ‘nunca más’ tras el Holocausto, el derecho de asilo vuelve a estar en peligro. ¿Estaremos del lado de la historia que salva o del que cierra los ojos?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press