El conflicto en Gaza, el rol de EE.UU. y la parálisis del Consejo de Seguridad: ¿quién detiene la tragedia?

Una mirada crítica al estancamiento diplomático, la catástrofe humanitaria en Gaza y qué papel juega Estados Unidos en este conflicto sin tregua

La Franja de Gaza sigue ardiendo. Mientras las bombas caen, el Consejo de Seguridad de la ONU vuelve a pedir una vez más un alto al fuego inmediato y la liberación de los rehenes. Y una vez más, Estados Unidos está listo para usar su derecho al veto. La historia parece un disco rayado: sufrimiento civil en aumento, bloqueos de ayuda humanitaria, fuego cruzado diplomático y el mismo desenlace año tras año.

Esta dinámica repetitiva pone bajo la lupa el papel de EE.UU. en el conflicto Israel-Palestina, la crisis humanitaria en Gaza y, sobre todo, la incapacidad estructural de la ONU para frenar una de las tragedias más prolongadas de este siglo. Vamos a analizar por qué ocurre esto, quién gana con esta paralización global y, por supuesto, quién pierde.

Un conflicto que no da tregua

La guerra en Gaza ya se extiende por casi dos años desde el sorprendente ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023. Desde entonces, más de 33,000 personas han muerto, la mayoría civiles palestinos, según datos de organizaciones humanitarias como Oxfam y Médicos Sin Fronteras.

Lo que comenzó con una incursión sangrienta de Hamás rápidamente se transformó en una respuesta militar masiva por parte de Israel. Desde entonces, barrios enteros han sido arrasados, el 80% de la población ha sido desplazada, y según la Organización de las Naciones Unidas, Gaza ya sufre una hambruna activa.

“La situación humanitaria es catastrófica”, menciona la última propuesta de resolución del Consejo de Seguridad. También urge a Israel a levantar todas las restricciones sobre la entrega de ayuda. Según el Programa Mundial de Alimentos, actualmente más del 95% de los hogares en Gaza no tiene acceso regular a alimentos y el agua potable es un lujo casi extinto.

Una mesa de 15 sillas... y un solo veto decisivo

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, formado por 15 miembros (5 permanentes con derecho a veto y 10 rotativos), ha sido incapaz de aprobar una resolución efectiva que logre frenar el derramamiento de sangre en Gaza. Aunque 14 miembros estuvieran dispuestos a apoyar esta última resolución, hay uno que no: Estados Unidos.

Desde noviembre de 2023, Washington ha vetado al menos cuatro resoluciones que pedían un cese inmediato del fuego. Su argumentación es consistente: tales resoluciones no mencionan condicionalidades claras para la liberación de rehenes. En otras palabras, según EE.UU., un alto al fuego sin la devolución previa de los secuestrados por Hamás no sería eficaz y “solo fortalecería aún más a Hamás”.

Pero ¿qué más podría estar influyendo en esta política?

Intereses geopolíticos y domésticos

Estados Unidos ha sido históricamente el principal aliado de Israel. Desde 1948, EE.UU. ha entregado más de 146,000 millones de dólares en ayuda militar y económica al Estado hebreo, según cifras del Servicio de Investigación del Congreso (CRS).

En 2023, el Congreso autorizó un nuevo paquete de ayuda de $14,000 millones USD, incluida asistencia militar para sistemas de defensa como la Cúpula de Hierro. En contexto electoral, donde el apoyo a Israel es transversal tanto en demócratas como en republicanos, el compromiso con la defensa de Israel es también un capital político.

¿Genocidio o defensa propia?

Un informe reciente del Consejo de Derechos Humanos de la ONU —avalado por un panel de expertos independientes— acusó a Israel de cometer actos de genocidio en Gaza. Se trata de una acusación extremadamente grave en el ámbito internacional.

La respuesta inmediata de Israel fue llamada a la indignación: “seguiremos combatiendo a Hamás y protegiendo a nuestros ciudadanos, incluso si el Consejo de Seguridad decide ignorar el terrorismo”, declaró Danny Danon, su embajador ante la ONU.

Para Israel, se trata de una campaña de autodefensa que busca eliminar la amenaza persistente de Hamás. Para buena parte de la comunidad internacional, incluida Sudáfrica —país que demandó a Israel ante la Corte Internacional de Justicia—, se trata de una limpieza sistemática del pueblo palestino.

El veto como arma de guerra silenciosa

El derecho al veto en el Consejo de Seguridad siempre ha sido criticado por su potencial de paralización. Rusia lo ha utilizado para bloquear resoluciones sobre Ucrania. China, para evitar sanciones sobre su política interna. Y ahora, Estados Unidos repite el patrón para proteger a Israel.

Según el Security Council Report, entre 1946 y 2023 se han ejercido más de 300 vetos, y más del 35% provienen de Estados Unidos. En temas israelí-palestinos, EE.UU. ha emitido cerca de 45 vetos —el mayor número para un solo conflicto.

Este patrón plantea una pregunta urgente: ¿tiene sentido mantener el derecho a veto tal cual existe? Porque lo que está claro es que un solo país puede bloquear el clamor de casi toda la humanidad.

El precio humano del estancamiento

Mientras los embajadores debaten en salones climatizados de Nueva York, los niños mueren de sed en los campos de refugiados de Rafah. Save the Children estima que al menos 17,000 menores han quedado huérfanos desde que comenzó el conflicto.

Más de 60 instalaciones médicas han sido destruidas. Personal sanitario trabaja sin anestesia, sin electricidad y muchas veces con una sola comida al día. Según la OMS, se ha perdido el 75% de la capacidad hospitalaria de la Franja. Y en medio de todo esto, el bloqueo israelí impide la entrada fluida de ayuda humanitaria.

¿Una salida posible?

El objetivo de esta nueva resolución tiene dos claves: cese inmediato y permanente del fuego y liberación de rehenes. Aquí está el dilema: ¿debería una condición bloquear la otra?

  • Para la mayoría de países del mundo: no puede haber solución sin detener las armas.
  • Para EE.UU. e Israel: no puede haber tregua sin garantizar que los rehenes regresen primero.

Las experiencias de conflictos pasados como Siria, Yemen o Ruanda demuestran que los ceses unilaterales de combate permiten abrir corredores humanitarios, instalar observadores internacionales y comenzar negociaciones. No es garantía de paz, pero sí de salvamento humano.

¿Y la voz palestina?

Perdida entre comunicados oficiales, vetos diplomáticos y bombardeos, la voz del pueblo palestino sigue silenciada. La Autoridad Nacional Palestina no tiene peso real en Gaza, y Hamás no representa a toda su población. Las protestas internacionales, incluso dentro de Israel, piden lo mismo: fin de la violencia contra civiles.

Como dijo Richard Falk, exrelator de la ONU: “El pueblo palestino ha sido víctima de una ocupación con impunidad por más de medio siglo. No espere el mundo que podamos hablarles de paz mientras ven morir a sus hijos todos los días”.

El momento de actuar

La pregunta ya no es si Estados Unidos vetará nuevamente la resolución. Eso es casi un hecho. La cuestión es qué hará el resto de la comunidad internacional: ¿seguirá atada a decisiones del Consejo de Seguridad o buscará vías paralelas, como mecanismos de emergencia de la Asamblea General o presión económica directa?

Y sobre todo, ¿cuánto dolor más estamos dispuestos a tolerar como espectadores globales?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press