El juicio por el intento de asesinato a Trump revela tensiones políticas y vulnerabilidades del sistema judicial estadounidense

El caso de Ryan Routh, acusado de planear un ataque contra Donald Trump, destapa no solo una amenaza contra un expresidente, sino también profundas divisiones en la justicia y seguridad nacional

FORT PIERCE, Florida — El juicio de Ryan Routh, el hombre acusado de intentar asesinar al expresidente Donald Trump mientras jugaba golf en su exclusivo club de West Palm Beach en 2024, ha despertado inquietudes sobre la seguridad presidencial, los desafíos del extremismo interno y la politización de la justicia en Estados Unidos.

Un francotirador bien oculto y con objetivos claros

Durante el sexto día de juicio, el testimonio del agente especial del FBI Nicholas Schnelle acaparó atención. Schnelle, un reconocido francotirador, explicó que el acusado, Ryan Routh, había elegido un escondite con una visibilidad excelente hacia la sexta bandera del campo de golf, ubicado a apenas 38 metros del objetivo.

Es cercano y sin obstrucciones”, afirmó Schnelle ante la Corte Federal.

Según el agente, la precisión del posible disparo era devastadora. El fusil SKS recuperado en la escena tiene un alcance efectivo de más de 350 metros. A tan corta distancia, cualquier tirador competente podría haber impactado a un objetivo de tamaño humano, incluso usando solo la mira de hierro. Sin embargo, Routh disponía de una mira telescópica, lo que haría aún más certero cualquier disparo.

El perfil de Ryan Routh: ¿Radical solitario o terrorista doméstico?

Aunque Routh se ha declarado no culpable de los cargos de intento de asesinato a un candidato presidencial, agresión contra un agente federal y múltiples violaciones de armas, el patrón observado por los fiscales sugiere que se trataba de un plan cuidadosamente premeditado. Según las autoridades, Routh pasó semanas acechando al entorno de Trump y evaluando las rutinas del expresidente.

El detective Kenny Smith, de la oficina del alguacil del condado de Palm Beach, describió cómo los videos de vigilancia mostraban a Routh una semana antes del ataque observando el despegue del avión de Trump desde un atrio del Aeropuerto Internacional de Palm Beach. El hombre llegó solo, caminó por el estacionamiento, se ubicó estratégicamente para ver el avión y luego se retiró.

El tiroteo que no se concretó: Intervención oportuna del Servicio Secreto

El Servicio Secreto también expuso el momento crítico del intento de asesinato. Un agente notó el arma de Routh apuntando desde la vegetación apenas segundos antes de que Trump fuera visible. El agente disparó, obligando a Routh a soltar su rifle y escapar del sitio sin realizar un solo disparo.

La detención de Routh fue posible gracias al testimonio de un testigo que, tras escuchar los disparos, vio a un hombre corriendo desde el campo. Posteriormente, fue transportado vía helicóptero por la policía hasta una autopista cercana, donde identificó a Routh ya detenido.

Un juicio con ribetes tensos e impredecibles

Routh se representa a sí mismo como abogado. Ha confirmado que llamará a un experto en armas y dos testigos de carácter para su defensa. No ha dicho si prestará declaración propia.

La jueza federal Aileen Cannon, una figura polémica con historial de decisiones a favor de Trump en otros casos, había reservado más de tres semanas para el juicio. Sin embargo, la fiscalía espera concluir la presentación de pruebas en apenas siete días.

El contexto: precedentes e intentos previos de ataque

Este no es el único episodio violento reciente en la vida política estadounidense. Sólo nueve semanas antes de este ataque frustrado, Trump había resultado herido durante un acto de campaña en Pensilvania. Un atacante allí logró realizar ocho disparos, uno de los cuales le rozó la oreja al exmandatario antes de ser abatido por un francotirador del Servicio Secreto.

Estos intentos dicen mucho sobre la tensión política que se vive en Estados Unidos, donde el extremismo violento ha dejado de ser una amenaza únicamente externa. Desde el atentado al Capitolio del 6 de enero hasta episodios como el de Routh, los "lobos solitarios" americanos se han convertido en elementos impredecibles del espectro político.

¿Terrorismo doméstico con disfraz ideológico?

Muchos expertos han solicitado que estos ataques no sean tratados simplemente como crímenes individuales de locos aislados, sino como expresiones de un terrorismo doméstico más elaborado, con raíces ideológicas, extremistas, y muchas veces exacerbadas por información falsa y discursos polarizantes.

Estados Unidos ha permitido que las narrativas de odio se conviertan en acciones violentas justificadas por quienes se sienten llamados a 'salvar' su país de líderes que ellos consideran enemigos internos”, explica Marisa Smith, especialista en criminología del Instituto Brookings.

La justicia como campo de batalla política

El juez Cannon y el entorno judicial que rodea el caso también han reavivado los debates sobre la imparcialidad del sistema legal federal. Trump ha sido objeto de múltiples procesos judiciales, y en varias ocasiones ha denunciado, sin pruebas, una "cacería de brujas" impulsada por sus oponentes políticos.

En este contexto, que un juicio por intento de asesinato tenga lugar bajo la supervisión de una jueza nombrada por Trump genera suspicacias sobre la independencia efectiva del Poder Judicial. ¿Puede una justicia corroída por la influencia partidista ofrecer un juicio equitativo, incluso a alguien como Routh?

El arma del odio y la facilidad de acceso

El rifle SKS utilizado por Routh no es un arma de caza común. Es semiautomático, con capacidad letal comprobada, y ampliamente disponible en muchos estados por precios que rondan los $300-$500 USD.

Mientras en países europeos similares armas están restringidas incluso para policías, en EE.UU. millones de civiles poseen arsenales comparables a los de una unidad táctica. La pregunta de fondo es: ¿cómo llegamos al punto en que un ciudadano puede camuflarse entre arbustos con un rifle con mira especializada y acercarse a menos de 40 metros de un expresidente en ejercicio?

Libertad de expresión ¿hasta qué punto?

Durante el contrainterrogatorio al detective Smith, Routh cuestionó si era ilegal ir al aeropuerto y tomar fotos de aviones. Smith respondió que no lo es. Este intercambio captura una problemática clave: entre la legalidad y la intención hay una zona gris que puede ser explotada por individuos con motivaciones peligrosas.

El problema no es visitar el aeropuerto, sino hacerlo en el contexto de una vigilancia con objetivos violentos. La justicia debe determinar si esas acciones cruzaron la línea hacia la conspiración criminal.

¿Y si hubiera disparado?

En una nación aún traumatizada por los asesinatos de líderes como JFK, MLK o Robert Kennedy, el simple hecho de haber prevenido esta tragedia no debe causar autosatisfacción. La pregunta más inquietante es: ¿estamos preparados para volver a vivir un magnicidio en pleno siglo XXI?

Vivimos en una sociedad donde las armas se venden más que los libros, y los discursos de odio tienen más audiencia que las propuestas de diálogo”, afirma Sarah Kendricks, directora del think tank Political Violence Observatory. “No podemos conformarnos con detener a un atacante; debemos detener el caldo de cultivo que los produce”.

El juicio a Routh es más que la historia de un francotirador fallido. Es una radiografía de los puntos de quiebre que sustentan la democracia estadounidense actual.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press