Entre la guerra y la burocracia: la batalla invisible de los refugiados ucranianos en EE.UU.
La incertidumbre y los vacíos legales asfixian a miles de inmigrantes acogidos bajo el programa Uniting for Ukraine, atrapados entre la promesa de libertad y las nuevas políticas migratorias de la administración Trump.
Una bienvenida marcada por los fuegos artificiales
Cuando Denys y su familia llegaron a Spokane, Washington, el estruendo de los fuegos artificiales del 4 de julio no fue una celebración de libertad para ellos. Para sus hijos, nacidos y criados en Kharkiv, una ciudad ucraniana cerca de la frontera rusa, los sonidos recordaban los bombardeos que habían escuchado durante la invasión rusa. “Pensaban que eran misiles”, dice Denys. El trauma no se quedó en Europa del Este; viajó con ellos.
Uniting for Ukraine: una puerta abierta... por ahora cerrada
Denys es uno de los casi 240,000 ucranianos que han emigrado a los Estados Unidos a través del programa Uniting for Ukraine. Este programa fue lanzado en 2022 por el presidente Joe Biden para ofrecer un alivio humanitario temporal a los ucranianos desplazados por la guerra. Bajo este mecanismo de 'parole humanitario', los beneficiarios pueden residir y trabajar legalmente en EE.UU. por un período inicial de dos años, siempre que cuenten con el patrocinio de un residente estadounidense.
Sin embargo, lo que comenzó como una iniciativa de acogida se ha visto comprometida tras el retorno de Donald Trump a la presidencia. Desde mediados de 2024, la renovación de estos permisos se ha detenido abruptamente, afectando tanto a los recién llegados como a quienes ya estaban en el país construyendo una nueva vida.
Cuando la legalidad se convierte en un limbo
En junio, Denys perdió su empleo como soldador en la empresa Metals Fabrication Co. No fue despedido por mala conducta, sino porque su permiso legal para trabajar dejó de ser válido al expirar su status migratorio, y la oficina de inmigración (USCIS) no renovó su autorización a tiempo. “Tengo tres hijos que alimentar”, lamenta.
Este no es un caso aislado. Decenas de trabajadores ucranianos en Spokane, algunos empleados en Amazon, otros como conductores o cuidadores, han perdido sus puestos por la misma razón. Sus empleadores, frustrados, se han visto obligados a cesar contratos con empleados disciplinados y valiosos.
El impacto de una política migratoria cambiante
La política migratoria estadounidense bajo Trump ha virado fuertemente hacia la restricción. Apenas tres días después de asumir el cargo nuevamente, ordenó congelar la renovación de todos los programas de parole humanitario, afectando no solo a ucranianos, sino también a más de 530,000 inmigrantes de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela, y a miles de afganos.
Esta orden dejó a muchos inmigrantes atrapados en un limbo legal. La vicepresidenta de la Spokane Slavic Association, Zhanna Oberemok, reporta que algunos conductores de camión perdieron sus licencias comerciales al no poder renovar sus permisos de trabajo. “Vamos a perder siete conductores esta semana”, dice.
La economía también sufre
El paro de trabajadores no sólo afecta a los inmigrantes, sino también a sus empleadores. Sara Weaver-Lundberg, vicepresidenta de la compañía que contrató a Denys, lo describió como un “unicornio dorado”, un obrero especializado difícil de encontrar. “Su ausencia ha afectado nuestra producción”, agregó.
Cada dos semanas, Denys enviaba dinero a su madre en Ucrania, donde los precios se han disparado debido a la guerra. Su plan era traerla a EE.UU., pero eso también está en pausa. Ahora vive gracias al apoyo financiero de su patrocinador, un antiguo vecino, sin ingresos propios ni acceso garantizado a beneficios de desempleo.
Asilo político: una salida lenta y costosa
Muchos ucranianos han comenzado a considerar el asilo político como alternativa. Esta vía, aunque legal, implica años de espera y solo permite trabajar después de seis meses del proceso de solicitud. Es una herramienta útil solo para quienes no pueden regresar a Ucrania bajo ningún concepto. Denys y su familia están entre ellos.
Según el abogado de inmigración Sam Smith, “el sistema sigue virtualmente congelado”. Cree que el gobierno dedica más recursos a expulsar personas que a procesar sus trámites pendientes.
Un error que sembró pánico
En abril, el Departamento de Seguridad Nacional envió erróneamente un correo masivo a miles de inmigrantes ucranianos indicando que su estatus de 'parole humanitario' había sido cancelado y que serían deportados si no abandonaban voluntariamente el país. Incluso el abogado Smith recibió el mensaje, lo que subraya el nivel de caos administrativo. “Fue un error, pero sus efectos fueron devastadores”, afirma.
La reacción política: tibia y dividida
En el Congreso, hay iniciativas para permitir que los ucranianos sigan trabajando legalmente o incluso obtengan residencia permanente. Sin embargo, ninguna ha avanzado. El Partido Republicano está dividido entre sus sectores tradicionalmente pro-Ucrania y su nueva ala aislacionista.
El congresista de Spokane, Michael Baumgartner, representa esta tensión. Aunque criticó al presidente ucraniano Zelenskyy, también firmó una carta pidiendo a la administración Trump que no retire las protecciones a estos refugiados. La carta enfatiza: “Han encontrado empleo, pagan impuestos, tienen a sus hijos en la escuela y están aportando positivamente a sus comunidades”.
Símbolos y esperanza
Aunque Trump no ha mostrado indicios de cambiar de posición, algunos líderes locales tienen esperanza. Tras el asesinato reciente de una joven refugiada ucraniana en Carolina del Norte, Trump condenó duramente al agresor y describió a la víctima como “una joven hermosa que vino a América buscando paz”. Para Oberemok, este gesto “es una señal de que al menos no planea devolvernos al infierno del cual escapamos”.
Sin embargo, la esperanza es un recurso limitado. Joseph Edlow, el nuevo director de Servicios de Inmigración, dejó claro en una entrevista que su enfoque es endurecer el acceso a permisos de trabajo. “Puede que califiques para un permiso, pero eso ya no significa que podrás quedarte en el país”, sentenció. La incertidumbre lo impregna todo.
Viviendo bajo el signo de interrogación
Denys hoy vive bajo lo que su patrocinadora, Mariia Chava, resume como “una gran interrogante”. ¿Será deportado? ¿Podrá trabajar de nuevo? ¿Logrará legalizarse algún día?
“Me encanta este país”, dice Denys. “Solo quiero una oportunidad para trabajar.”
Su historia es la de muchos: personas que huyeron de una guerra, encontraron refugio, aprendieron un nuevo idioma, trabajaron duro, pagaron impuestos… y que hoy, por decisiones administrativas y políticas, no pueden ganar su sustento legalmente.
Los fuegos artificiales siguen estallando sobre Spokane. Esta vez, no por la libertad que se prometió, sino por una contradicción que tantos inmigrantes conocen bien: ser bienvenido, pero no aceptado del todo.