Hambre y corrupción: la crisis silenciosa que devora a Sudán del Sur
Con millones de niños al borde de la inanición y servicios de salud colapsados, el país más joven del mundo enfrenta una emergencia humanitaria sin precedentes
En el hospital estatal de Bor, en Sudán del Sur, la imagen del pequeño Adut Duor habla más que mil palabras. Con apenas 14 meses de vida, su frágil cuerpo no puede sostenerse, su columna sobresale de su espalda y sus piernas cuelgan como delgadas ramas. Adut debería estar dando sus primeros pasos, pero su realidad encarna el drama de 7,7 millones de personas que, según un informe respaldado por la ONU, enfrentan desnutrición aguda en el país más joven del planeta.
Una emergencia humanitaria ignorada
Desde que logró su independencia en 2011, Sudán del Sur ha atravesado conflictos armados, corrupción endémica y desastres climáticos. Hoy, casi dos tercios de su población depende de ayuda humanitaria. Sin embargo, recortes en la financiación internacional están empujando a la nación hacia una catástrofe alimentaria sin precedentes.
El informe más reciente del IPC (Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases), una organización apoyada por la ONU, advierte que unos 83.000 sursudaneses están en riesgo inminente de hambruna.
Niños al borde de la inanición
Cerca de 2,3 millones de niños menores de 5 años necesitan tratamiento por desnutrición aguda, y más de 700.000 de ellos enfrentan condiciones severas. En los hospitales públicos, las salas de nutrición básica están saturadas. Las madres llegan después de caminar horas cargando a sus hijos desnutridos en brazos, solo para encontrar que no hay comida, médicos ni medicinas suficientes.
En el hospital de Maban, cerca de la frontera con Sudán, el pequeño Moussa Adil de 8 meses llora de hambre en los brazos de su madre. El nutricionista Butros Khalil dice que esa noche no hay leche ni alimentos terapéuticos. “Ahora comemos hojas del arbusto”, afirma.
La tormenta perfecta: violencia, clima y abandono
La crisis ha escalado en gran parte debido a la convergencia de factores devastadores:
- Renovada violencia armada: aunque un acuerdo de paz firmado en 2018 puso fin a una guerra civil de cinco años, nuevos enfrentamientos entre milicias locales y el ejército nacional han bloqueado rutas humanitarias, especialmente en el norte.
- Inundaciones masivas: hasta 1,6 millones de personas podrían quedar desplazadas por inundaciones que han destruido cultivos y sumergido pueblos enteros. Más del 60% de la población defeca al aire libre, lo que convierte el agua contaminada en una bomba sanitaria.
- Recortes en la ayuda internacional: organizaciones como Save the Children han tenido que despedir personal y cerrar centros de nutrición. La USAID, que financiaba la mitad de la producción global del alimento terapéutico RUTF (pasta de maní cargada de nutrientes), redujo su aportación. El resultado: las existencias están peligrosamente bajas.
“Crisis sin precedente”
“El veinte por ciento de los niños ingresados en el hospital pediátrico más grande de Juba mueren de hambre”, señala Clement Papy Nkubizi, director país de Action Against Hunger. La organización tuvo que cerrar 28 centros de tratamiento en distintas regiones.
“En lugares como Fangak y Jonglei, nuestras instalaciones no solo fueron bombardeadas, sino que ahora están completamente bajo el agua”, añade Nkubizi. Un hospital de Médicos Sin Fronteras en la zona fue atacado desde el aire, dejando siete muertos.
Corrupción: raíz del colapso
Las causas de la catástrofe no se limitan a factores externos. La corrupción institucionalizada dentro del gobierno sursudanés es una de las principales razones por las que el país está colapsando. Según la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, miles de millones de dólares han sido desviados por funcionarios públicos.
“La corrupción está matando a los sursudaneses. No es incidental: es el motor del colapso de Sudán del Sur”, afirma Yasmin Sooka, presidenta de la comisión. “Ese dinero pudo haber construido escuelas, suministrado alimentos y equipado hospitales”.
El Estado destina solo el 1,3% de su presupuesto a salud, lejos del 15% que recomienda la OMS. El 80% del sistema sanitario depende de donantes extranjeros.
Inflación, pobreza y falta de opciones
El impacto económico de la crisis regional también ha caído con fuerza sobre los hombros de los sursudaneses. El conflicto en el vecino Sudán ha interrumpido el comercio transfronterizo, lo que unido a una inflación desenfrenada ha provocado que el 92% de la población sobreviva por debajo del umbral de la pobreza, según el Banco Africano de Desarrollo.
“La gente saca a sus hijos de la escuela, vende su ganado, y después se convierten en los hambrientos”, explica Shaun Hughes, coordinador regional del Programa Mundial de Alimentos.
Refugiados al borde del abismo
En los campos de refugiados de Maban, miles de desplazados relatan que las ayudas en efectivo y raciones alimentarias del PMA ya no bastan. Con recortes que han eliminado a más de la mitad de los beneficiarios y raciones reducidas, cada vez más personas consideran la posibilidad de regresar a la guerra activa del norte de Sudán, un país actualmente sumido en su propio conflicto civil.
“Ya ni pan dan. Comemos una vez al día si hay suerte”, relata Mary Achol, madre de tres hijos desplazada desde Malakal.
La comunidad internacional responde (¿tarde?)
Si bien la situación ha sido señalada por múltiples agencias de Naciones Unidas, las acciones tangibles han sido lentas. El Programa Mundial de Alimentos ha alertado de un déficit de más de 500 millones de dólares para cubrir las necesidades básicas del país durante los próximos seis meses.
“Es frustrante ver cómo el hambre infantil avanza mientras los gobiernos discuten presupuestos en sus oficinas con aire acondicionado”, afirma un trabajador humanitario que ha solicitado el anonimato.
¿Un punto de retorno?
¿Puede Sudán del Sur evitar el infierno que ya se vive en sus hospitales? En teoría, sí. Pero para ello, se necesitan acciones decididas a nivel interno e internacional. Es imprescindible:
- Incrementar urgentemente la financiación humanitaria.
- Presionar diplomáticamente al gobierno sursudanés para que destine más presupuesto a salud, educación y alimentos.
- Mejorar las condiciones de acceso de los trabajadores humanitarios bloqueados por la violencia.
- Establecer mecanismos de transparencia que pongan freno a la corrupción estructural.
Más allá de las estadísticas y los informes, la vida de cada niño en Sudán del Sur pende de un hilo. Mientras lees este artículo, hay madres pidiendo ayuda, trabajadores humanitarios haciendo malabares con recursos menguantes, y niños como Adut y Moussa luchando por sobrevivir. Cada segundo que se pierda sin actuar, es una vida que no podrá recuperarse.