La cancelación de Jimmy Kimmel: ¿libertad de expresión o censura política?

La suspensión de 'Jimmy Kimmel Live!' abre un nuevo capítulo en la lucha entre humor político, libertad de prensa y el poder de las élites mediáticas y gubernamentales

Jimmy Kimmel ha sido suspendido indefinidamente. La cadena ABC tomó esta drástica decisión luego de una serie de comentarios que el presentador realizó sobre el asesinato del activista conservador Charlie Kirk. Lo que sigue no es solo una confrontación mediática, sino un choque de ideologías, influencias políticas y límites de la libertad de expresión en una democracia.

¿Qué dijo Kimmel que provocó su suspensión?

Durante su monólogo del lunes, Jimmy Kimmel aludió a que el culpable del asesinato de Charlie Kirk podría haber sido simpatizante del movimiento MAGA y criticó a “la ganga MAGA” por tratar de desvincularse del autor del crimen.

“Están haciendo todo lo posible por caracterizar a este joven como alguien ajeno a su movimiento. Entre los señalamientos, hay algo de duelo”, comentó Kimmel con su usual tono satírico.

Sin embargo, el joven de 22 años acusado de la muerte de Kirk, Tyler Robinson, no encaja en una narrativa de ultraderecha. De hecho, las autoridades informan que creció en un hogar conservador pero se inclinó por causas progresistas en el último año, identificándose con la comunidad LGBTQ+ y mostrando simpatía por posturas de izquierda.

Un tsunami de reacciones

La suspensión desató una tormenta política y mediática. Por un lado, Donald Trump celebró abiertamente la suspensión, tachando a Kimmel de inútil y exigiendo a otras cadenas que tomaran decisiones similares contra presentadores de inclinación izquierdista.

Desde el otro extremo, actores, comediantes y figuras de la cultura defendieron a Kimmel como símbolo de libertad de expresión atacado por intereses autoritarios.

  • Wanda Sykes: “No acabó con la guerra de Ucrania ni resolvió Gaza, pero acabó con la libertad de expresión en su primer año. Amor para ti, Jimmy.”
  • Mike Birbiglia: “Si eres comediante y no condenas esto, no hables más de libertad de expresión.”
  • Jean Smart: “Lo que dijo fue libertad de expresión, no discurso de odio. ¿Qué está pasando con este país?”

Presión política y negocios detrás del telón

La polémica llegó hasta la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), cuyo presidente, Brendan Carr, opinó públicamente que los comentarios de Kimmel eran “repugnantes” y sugirió que la cadena podría ser sancionada por propagar desinformación.

Esto ocurre en un contexto delicado: Disney busca la aprobación de la FCC para adquirir NFL Network y, al mismo tiempo, Nexstar—el mayor grupo de canales afiliados a ABC— espera el visto bueno del gobierno para comprar Tegna.

¿Podría haber motivaciones ocultas o negociaciones entre bambalinas influenciando estas decisiones editoriales aparentemente “editoriales”?

¿Primera enmienda en juego?

Uno de los aspectos más preocupantes del episodio es cómo sectores del gobierno, bajo la administración Trump, han sido acusados de utilizar su poder para presionar a medios y limitar voces críticas. No es la primera vez. El presentador Stephen Colbert también fue cancelado recientemente por CBS, apenas días después de criticar un acuerdo entre Trump y Paramount.

“No podemos ser un país donde los late-night shows sirven al gusto del presidente,” advirtió Ari Cohn, abogado de la Foundation for Individual Rights and Expression.

La cultura de la cancelación... al revés

Interesantemente, esta vez los papeles parecen invertidos: ciertos sectores conservadores, que a menudo critican la llamada woke culture y la cultura de la cancelación empresarial, se han convertido en los primeros en exigir cancelaciones y despidos cuando los mensajes provienen desde un punto de vista liberal.

¿Quién cancela a quién? ¿Estamos frente a una nueva forma de censura selectiva?

Stephen Colbert: preocupación entre compañeros

En un momento insólito pero revelador, Stephen Colbert interrumpió su grabación en vivo tras ser informado de la suspensión de su colega.

“Fue una revelación chocante,” relató la asistente de audiencia Monserrat López. “Todos quedamos boquiabiertos.”

Colbert prometió llamar personalmente a Kimmel al día siguiente. La solidaridad entre comediantes fue palpable, incluso entre los que suelen distanciarse ideológicamente.

El rol de los conglomerados mediáticos

Con gigantes como Disney, Paramount y Nexstar jugando una partida política delicada, la línea entre decisiones comerciales y presión política es cada vez más difusa.

El caso de Kimmel no es aislado. Disney y CBS han preferido llegar a acuerdos extrajudiciales con Trump en demandas recientes, en lugar de ir a juicio.

¿Es esta una forma de gestionar el riesgo? ¿O simplemente una concesión estratégica a fuerzas que parecen tener más poder del que se reconoce públicamente?

Los comediantes bajo ataque

Tradicionalmente, la comedia ha sido una válvula de escape ante la represión, la injusticia y la corrupción. Desde Oscar Wilde hasta George Carlin, pasando por Jon Stewart y Tina Fey, los comediantes han servido como críticos incisivos del poder.

Hoy, nombres como Kimmel, Colbert y Sykes se convierten en el nuevo “objeto político” a controlar, no por su alcance masivo... sino por su poder simbólico en la narrativa pública.

Una democracia cómica en jaque

En sociedades represivas, lo primero que se silencia no son los periódicos, sino los chistes. Porque el humor revela lo que el discurso oficial oculta. La risa desnuda los absurdos del poder.

Pero si ahora los comediantes deben temer represalias estatales por abordar temas delicados, ¿estamos frente a una deriva autoritaria de facto en los Estados Unidos? ¿O simplemente presenciamos un pulso entre empresas mediáticas y una audiencia polarizada?

Sea como sea, el caso Jimmy Kimmel podría marcar un antes y un después para lo que entendemos por sátira política y libertad de expresión en el siglo XXI.

¿Qué sigue, Jimmy?

El contrato de Kimmel con ABC vence en mayo de 2026. Oficialmente, aún no ha hecho declaraciones. Algunos rumores dicen que estaría considerando moverse a una plataforma menos sujeta a presiones políticas: HBO o incluso streaming.

Lo cierto es que hay una audiencia que lo respalda. Millones que esperaban encontrar no solo entretenimiento, sino crítica y reflexión, entre chiste y chiste. Al final, el mejor termómetro de una democracia saludable es su capacidad para reírse de sí misma.

Y si estamos dejando de hacerlo, es hora de preguntarnos por qué.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press