La Reserva Federal bajo fuego: ¿Puede seguir siendo independiente ante la presión política?
El controvertido entorno político no impidió una decisión casi unánime para reducir las tasas de interés, pero el futuro de la Fed se debate entre la autonomía institucional y el poder ejecutivo
Por años, la independencia de la Reserva Federal (Fed) ha sido una piedra angular de la política monetaria en Estados Unidos. Su credibilidad como institución técnica, apartada de los vaivenes políticos, ha permitido mantener una política económica orientada al largo plazo, incluso bajo administraciones presidenciales con posturas muy divergentes. Sin embargo, lo que ocurre hoy deja muchas preguntas sobre si esta autonomía está realmente a salvo.
Una decisión en apariencia técnica, pero cargada de significado
El 17 de septiembre de 2025, la Fed decidió recortar su tasa de interés de referencia en 0.25 puntos porcentuales en una votación casi unánime. Desde una perspectiva técnica, esto representa un ajuste moderado en política monetaria para enfrentar un escenario económico difícil: inflación por encima del 2% objetivo y un incremento en el desempleo. Pero leído entre líneas, se trata de una declaración política: la Fed no cedió ante la intensa presión del expresidente Donald Trump para implementar recortes mucho más agresivos.
“Es una señal fuerte de que no se van a inclinar ante un monarca”, opinó el economista Brian Bethune de Boston College. “Van a hacer lo que es apropiado para la economía”.
Trump y su cruzada contra la Fed
Desde su primer mandato, Trump ha considerado a la Fed como un obstáculo para sus políticas económicas. No es la primera vez que presiona públicamente por recortes mayores en las tasas de interés: lo hizo también en 2018 y 2019, incluso sugiriendo que el entonces presidente de la Fed, Jerome Powell, podría ser despedido. Lo novedoso ahora es que esa amenaza ha pasado del campo de lo retórico al institucional.
En las semanas previas a la reunión de septiembre, Trump intentó destituir a Lisa Cook, gobernadora designada por el presidente Joe Biden, acusándola de fraude hipotecario, una acusación que ella niega tajantemente. Esta fue la primera vez en los 112 años de historia del organismo que un presidente intentó remover a un miembro de la Junta con un proceso público y politizado.
El voto discordante de Stephen Miran
La única disidencia en la votación vino de Stephen Miran, un economista conservador nominado por Trump y confirmado en el Senado apenas horas antes de iniciar la reunión. Es importante señalar que, aunque ha sido nombrado gobernador de la Fed, Miran continúa ocupando un cargo en la Casa Blanca con una licencia sin goce de sueldo, un hecho sin precedentes que pone en tela de juicio su imparcialidad.
Jason Furman, exasesor económico del presidente Obama, celebró en redes sociales que otros dos funcionarios designados por Trump —Christopher Waller y Michelle Bowman— no se hayan sumado a la disidencia. “Esto es una buena señal para la independencia de la Fed”, escribió Furman, quien hoy es profesor en Harvard.
Un patrón preocupante: economía o lealtad
La estrategia de Trump para moldear la Fed a su imagen va más allá de nombramientos y presiones públicas. El expresidente ha dejado clara su intención de controlar la mayoría de los asientos en la Junta para lograr decisiones monetarias más alineadas con sus políticas de crecimiento económico acelerado, recortes fiscales y débil regulación.
La politóloga Sarah Binder, especialista en política monetaria, señala que “el riesgo no es solo para la economía, sino para el legado institucional de la Fed. Si la percepción pública es que los votos se compran con nombramientos, entonces la Fed deja de ser una institución técnica, y se convierte en una extensión del Ejecutivo”.
La paradoja de Powell: firmeza con diplomacia
Jerome Powell ha caminado sobre una cuerda floja desde que asumió la presidencia de la Fed en 2018. Nombrado por Trump, luego enfrentado a él, y ahora respaldado por un presidente de otro partido, Powell ha insistido en mantener un discurso apolítico. Durante la conferencia de prensa que siguió a la decisión de septiembre, evitó comentar directamente sobre Miran o sobre la demanda de Lisa Cook para conservar su puesto, solamente diciendo:
“Estamos firmemente comprometidos con mantener nuestra independencia. Más allá de eso, no tengo nada más que compartir”.
Sin embargo, también reconoció que el panorama actual no permite decisiones cómodas: “No hay caminos sin riesgos ahora. Hay inflación persistente y un mercado laboral que muestra señales de enfriamiento”, remarcó Powell.
Cuando la estabilidad es un acto de resistencia
Para muchos observadores, la decisión de actuar en unidad ante una presión externa sin precedentes no es técnica, sino un acto de defensa institucional. La ex economista de la Fed, Claudia Sahm, ahora en New Century Advisors, fue contundente: “La institución está bajo ataque. Este no era el momento para tres disidencias”.
La historia apoya su postura. Desde 1992 no se han registrado más de tres votos en contra en una decisión de política monetaria, lo cual habla de una tradición deliberativa y de consenso. Alterar ese equilibrio bajo presión política sería destructivo no solo para las proyecciones económicas a corto plazo, sino para la confianza de los mercados y ciudadanos.
¿Qué está realmente en juego?
Más allá de esta decisión puntual, hay preguntas fundamentales que deben resolverse en los próximos meses:
- ¿Podrán futuros presidentes (incluido un posible segundo mandato de Trump) remover a miembros de la Junta de la Fed? La ley actual protege estos cargos con mandatos fijos, salvo en casos de delitos graves.
- ¿Es saludable que un funcionario mantenga puestos simultáneos en el Ejecutivo y en la Fed? Tal como ocurre con Stephen Miran, esta dualidad compromete fiduciariamente la neutralidad de las decisiones tomadas.
- ¿Puede la Fed mantener su autonomía si el proceso legislativo y reglamentario favorece al Ejecutivo? Las confirmaciones por mayoría partidista en el Senado están marcando un precedente peligroso.
Comparaciones históricas y advertencias del pasado
La relación entre la política y la Fed nunca ha sido completamente armónica. Durante la presidencia de Lyndon B. Johnson, el entonces presidente de la Fed, William McChesney Martin, fue llamado a su rancho en Texas para discutir las tasas de interés, y se dice que Johnson lo empujó contra una pared. En los ochenta, Ronald Reagan también criticó duramente a Paul Volcker por mantener tasas elevadas en medio de la recesión. Sin embargo, ahora la diferencia es de escala y estrategia: no se trata de eventos aislados, sino de una campaña estructural para debilitar la autonomía de la Fed.
La respuesta institucional cuenta
A pesar de todo, la Fed ha enviado un mensaje claro: sus decisiones seguirán anclándose en modelos económicos, análisis técnicos y proyecciones. El hecho de que incluso los nominados de Trump hayan votado a favor de una política medida indica que, por ahora, las instituciones resisten.
Pero el futuro sigue siendo incierto. La elección presidencial de 2026, la continuidad o reemplazo de Powell cuando su mandato termine, y el contexto económico global podrían reconfigurar el tablero. Lo que es claro es esto: la Reserva Federal aún actúa con independencia, pero su capacidad para seguir haciéndolo dependerá de la vigilancia, presión ciudadana y respeto político que logre sostenerse en el tiempo.