Libertad de Expresión vs. Control Corporativo: El caso Jimmy Kimmel y cómo los gigantes de medios dan forma a la televisión en EE.UU.
La suspensión de Jimmy Kimmel expone el creciente poder político y económico de Nexstar y Sinclair, y plantea inquietudes sobre la censura, el sesgo ideológico y la libertad de expresión en los medios tradicionales
¿Qué ocurrió con Jimmy Kimmel?
Jimmy Kimmel, uno de los rostros más reconocidos de la televisión nocturna estadounidense, ha sido suspendido indefinidamente por ABC tras sus comentarios sobre el asesinato del activista conservador Charlie Kirk. Aunque ABC aún no ha ofrecido una explicación formal, la presión ejercida por dos de sus principales afiliadas—Nexstar Media Group y Sinclair Broadcast Group—así como declaraciones del presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), Brendan Carr, fueron cruciales para esta decisión.
En su monólogo, Kimmel calificó el asesinato de Kirk como "sin sentido" pero criticó duramente a los partidarios de Trump, a quienes acusó de manipular políticamente el evento. Sus palabras desencadenaron una ola de reacciones, desde condenas de líderes conservadores hasta defensas de figuras liberales que señalaron que retirar a Kimmel del aire sienta un peligroso precedente en un país que protege la libertad de expresión.
Nexstar y Sinclair: Los dueños invisibles del control televisivo
Para entender por qué las críticas de estas compañías llevaron a una cadena nacional como ABC, propiedad de Disney, a tomar acciones tan drásticas, primero debemos conocer quiénes son y qué intereses representan.
Nexstar Media Group
- Con sede en Irving, Texas, posee o tiene acuerdos operativos con más de 200 estaciones en 116 mercados estadounidenses.
- Opera 28 afiliadas de ABC y es dueña de medios influyentes, incluyendo CW Network, NewsNation y el sitio político The Hill.
- Está negociando una compra por valor de $6,2 mil millones de TEGNA Inc., que añadiría otras 64 estaciones a su cartera.
Andrew Alford, presidente de la división de transmisiones de Nexstar, acusó a Kimmel de ser "ofensivo e insensible en un momento crítico del discurso político nacional" y anunció que retiraría su programa. Una medida que, para muchos observadores, equivale a censura por motivos ideológicos.
Sinclair Broadcast Group
- Ubicada en Hunt Valley, Maryland, controla 38 afiliadas de ABC y un total de 178 estaciones en 81 mercados.
- Tiene un historial ampliamente documentado de imponer perspectivas conservadoras en sus contenidos editoriales.
- Posee canales como Tennis Channel y ha sido centro de múltiples controversias en años recientes.
El grupo pidió no solo una disculpa pública de Kimmel, sino también una "donación personal significativa" a Turning Point USA, la organización que Kirk fundó. Además, anunció que en su franja horaria se emitiría un especial en memoria del activista asesinado.
El precedente de Sinclair: entre la propaganda y la programación
En 2018, Sinclair se vio en el ojo del huracán mediático cuando un video viral mostró a presentadores de múltiples estaciones leyendo el mismo guión, preparado por orden directa de la empresa, en el que denunciaban el “peligroso aumento de noticias sesgadas e irresponsables” en los medios. Para muchos críticos, esto reveló el verdadero rostro de una corporación interesada en moldear la narrativa, aún bajo una fachada de objetividad periodística.
La acusación esencial que enfrentan tanto Sinclair como Nexstar es que uniforman sus noticieros locales basándose en intereses corporativos e ideológicos. El profesor Danilo Yanich, de la Universidad de Delaware, indicó que Nexstar es “el mayor duplicador de contenido” en la industria actual. El resultado es que distintas localidades reciben el mismo noticiero, con apenas diferencias de forma, simulando una cobertura local que no lo es.
¿Cuán libre es la televisión?
Lo que este caso ha revelado es que la supuesta independencia entre productores de contenido (como ABC) y distribuidores (como las cadenas afiliadas locales) es más una ilusión que una realidad. Como explica Lauren Herold, editora del próximo libro “Local TV”, “la compleja red de empresas detrás de los programas que ven los estadounidenses es en gran medida desconocida para los espectadores, pero ha estado moldeando la programación durante décadas”.
Herold señala que esta no es la primera vez que una afiliada se ha negado a transmitir contenido controvertido; menciona por ejemplo el caso del episodio de “Ellen” en los años 90, donde el personaje principal se declaraba abiertamente homosexual. Sin embargo, afirma que “lo verdaderamente alarmante de este caso es la naturaleza jerárquica y centralizada de la suspensión de Kimmel”.
¿Censura por presión política?
La reacción del gobierno no se quedó atrás. El presidente Donald Trump aplaudió la decisión de ABC, declarando que Kimmel debería haber sido despedido hace tiempo por “falta de talento”, además de ridiculizar sus índices de audiencia. Por su parte, la ex primera dama Michelle Obama —a través de sus redes sociales— condenó la que considera una “escalada peligrosa” en la manipulación de medios.
Incluso dentro de la FCC, surgieron divisiones. La comisionada Anna Gomez, designada por la administración Biden, declaró que “no podemos permitir que un acto inexcusable de violencia política se utilice como justificación para la censura gubernamental”. Mientras tanto, las voces conservadoras como Megyn Kelly aseguraron que los comentarios de Kimmel fueron “viles y repugnantes”.
La tensión entre Hollywood y el ‘Heartland’
Jasmine Bloemhof, estratega de medios que ha trabajado con estaciones de ambas corporaciones, argumenta que esta situación deja al descubierto el choque inevitable entre los valores liberales del entretenimiento producido en Hollywood y los valores conservadores de muchas comunidades que consumen ese contenido.
“Las cadenas principales pueden impulsar una agenda, pero los afiliados entienden que sirven a comunidades claramente inclinadas hacia valores conservadores”, dice Bloemhof. “Esa fricción, tarde o temprano, termina saliendo a la luz”.
Y ese parece ser el eje del problema: ¿pueden coexistir la diversidad de opinión, la libertad de expresión y la centralización mediática en el ecosistema estadounidense?
El riesgo para el futuro de la sátira política
El caso también revela el frágil terreno que pisan los late shows como los de Stephen Colbert, John Oliver o Trevor Noah (cuando estaba al aire). Estos programas han sido tradicionalmente uno de los últimos bastiones de la crítica política abierta en televisión, particularmente en un país cada vez más polarizado. La suspensión de Kimmel, sin importar cuán cuestionables puedan ser sus palabras, podría representar un golpe silencioso pero decisivo contra ese rol crítico.
Según un informe del Knight Foundation, más del 40% de los estadounidenses consigue su información política mediante entretenimiento satírico o programas nocturnos. Silenciar estas voces, por presión ideológica, puede significar mucho más que la cancelación temporal de un programa.
¿De quién es realmente la televisión?
La pregunta final es inquietante pero necesaria: ¿quién decide qué se emite y qué no en la televisión estadounidense? ¿Los creativos que producen los contenidos? ¿Las cadenas que los emiten? ¿O los conglomerados como Nexstar y Sinclair que poseen la mayoría de las estaciones?
Este episodio con Jimmy Kimmel es una señal de alerta. No solo sobre la vulnerabilidad del humor político y la libertad de expresión, sino también sobre el inmenso poder que ha ido acumulando una industria que opera más en las sombras del espectador que a plena vista.
Porque al final, como decía George Orwell, “el periodismo es imprimir lo que alguien no quiere que se imprima; todo lo demás es publicidad”. Si la televisión nocturna se convierte en publicidad ideológica, todos salimos perdiendo.