Los Ig Nobel: La divertida ciencia que nos hace reír y luego pensar
Científicos premiados por estudiar vacas rayadas, murciélagos borrachos y pizzas para lagartijas demuestran que la curiosidad no tiene límites
¿Qué ocurre cuando científicos serios deciden abordar preguntas que parecen salidas de una caricatura cómica? Cada año, los Premios Ig Nobel nos ofrecen esa respuesta, celebrando los hallazgos científicos más insólitos, extravagantes y, en muchos casos, hilarantes. Sin embargo, esta ciencia que «hace reír y luego pensar» tiene más profundidad de la que parece a primera vista.
¿Qué son los Premios Ig Nobel?
Desde su fundación en 1991 por la revista Annals of Improbable Research, los Ig Nobel honran a investigaciones reales que despiertan la risa del público, pero que también llevan a una posterior reflexión sobre la ciencia, la metodología o incluso el absurdo de nuestras prioridades sociales. La entrega de premios, celebrada en Boston, coincide poco antes de los premios Nobel verdaderos y cuenta con presentadores de lujo: varios laureados del Nobel.
Según Marc Abrahams, creador y maestro de ceremonias del evento: «Cada gran descubrimiento, al comienzo, parecía ridículo. Lo mismo ocurre con los descubrimientos inútiles. Los Ig Nobel celebran todos ellos, porque en una primera impresión... ¿quién sabe?»
La ceremonia incluye una mini-ópera, lanzamientos de aviones de papel desde el público, discursos de tan solo 60 segundos, y una atmósfera de pura irreverencia académica. Pero vayamos al grano: ¿qué experimentos han sido reconocidos este año?
Ciencia a rayas: vacas cebras contra las moscas
Uno de los premios más comentados de esta edición fue el otorgado a Tomoki Kojima y su equipo de investigadores japoneses por pintar vacas con rayas de cebra para analizar si esto reduce el número de picaduras de moscas.
¿El resultado? Las vacas rayadas por aerosol fueron notablemente menos molestadas por insectos en comparación con aquellas sin pintura. ¡Una solución con potencial para aliviar el sufrimiento del ganado sin pesticidas! Aunque Kojima admitió que su aplicación a gran escala presenta desafíos logísticos, los resultados invitan a pensar en métodos naturales de control de plagas.
Dato curioso: estudios similares han demostrado que las cebras sí evitan mejor las moscas por la forma en que sus rayas desorientan los patrones visuales de los insectos. (Nature Communications, 2020)
Murciélagos borrachos y su torpeza aérea
Desde Colombia, el equipo liderado por Francisco Sánchez estudió qué ocurre cuando murciélagos frugívoros ingieren fruta fermentada, rica en etanol. ¿Pierden capacidad de vuelo? ¿Se vuelven menos eficaces usando la ecolocación? Sí y sí.
Los murciélagos mostraron signos similares a los humanos: torpeza de movimientos, errores en navegación y «habla alterada»... al menos en términos de sus ondas sónicas. Sus conclusiones sugieren que los murciélagos, como nosotros, evitan ingerir grandes cantidades de alcohol... a menos que no haya otra opción.
Lingüística etílica: ¿mejoramos idiomas con copas?
Un grupo europeo fue premiado tras comprobar que una dosis moderada de alcohol mejora la pronunciación de una lengua extranjera. En un experimento controlado, individuos que tomaban bebidas alcohólicas tenían una pronunciación mejor evaluada en alemán que quienes permanecían sobrios.
El hallazgo plantea preguntas fascinantes sobre cómo las inhibiciones (menores tras el consumo de alcohol) pueden influir en el aprendizaje de idiomas. Pero, atención: los investigadores advierten que esto no equivale a una carta blanca para estudiar idiomas en el bar.
Fingernails y el legado de la paciencia extrema
Un premio póstumo fue dirigido al investigador que dedicó 35 años al estudio del crecimiento de las uñas humanas. Sí, décadas midiendo milímetro a milímetro, con la meticulosidad de un relojero suizo. Su trabajo permitió detectar variaciones entre manos dominantes y no dominantes, edad, género y condiciones de salud.
¿La moraleja? Ninguna curiosidad humana es demasiado pequeña para ser medida.
¿Los lagartos tienen una pizza favorita?
Un grupo de científicos tuvo la brillante idea de comprobar qué tipo de pizza prefieren los lagartos. ¿La de pepperoni? ¿Cuatro quesos? Aunque parezca absurdo, este tipo de estudio ayuda a entender cómo reptan, cazan e interactúan con comida «no natural» en entornos humanizados. Además, abre debates ecológicos sobre el impacto de nuestros residuos alimenticios en sus dietas.
Zapatos apestosos y percepciones humanas
Investigadores en India descubrieron que la presencia de calzado con fuerte olor en el entorno de un zapatero afecta negativamente la experiencia subjetiva del usuario. La molestia asociada no proviene de lo visual... sino de lo olfativo.
Más allá del humor que despierta imaginar a científicos oliendo zapateras, el estudio resalta la importancia de considerar todos los sentidos en diseño de interiores y mobiliario doméstico.
¿Es buena la Teflón-dieta?
Una colaboración entre Estados Unidos e Israel planteó una hipótesis tan insólita como provocadora: ¿comer una pequeña cantidad de teflón podría hacer que la comida parezca más voluminosa y menos calórica?
No hubo experimentos reales con humanos, pero los modelos teóricos sugieren que materiales con ciertas propiedades mecánicas y térmicas podrían alterar nuestra percepción de saciedad. La propuesta es absurda y peligrosa, sí, pero también invita a mirar hacia la química dietética con nuevos ojos.
La importancia del ridículo en la ciencia
Cada año los Ig Nobel nos recuerdan algo vital en tiempos de sobreinformación, seriedad absoluta y burocracia académica: el valor de jugar, de hacer preguntas tontas, de abrazar lo irrelevante porque es ahí donde muchas veces habita lo inesperadamente brillante.
Como bien resumió uno de los homenajeados: «La ciencia también puede ser divertida. No todos los descubrimientos deben salvar el mundo; algunos simplemente lo hacen más interesante.»
Y si además nos hacen reír... ¿qué más se puede pedir?