Malawi entre la tensión y la esperanza: una lucha democrática en plena crisis

Las elecciones presidenciales de 2025 profundizan la incertidumbre en un país afectado por la crisis económica mientras el pasado electoral aún marca la lucha entre Chakwera y Mutharika

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Malawi, un país enclavado en el sureste africano y con una población predominantemente rural de aproximadamente 21 millones de personas, se encuentra nuevamente ante un momento decisivo en su historia democrática. Las elecciones presidenciales del pasado 16 de septiembre de 2025 trajeron consigo no solo la posibilidad de continuidad o cambio político, sino también el riesgo de una fractura institucional generada por la impaciencia, el oportunismo y la fragilidad del sistema electoral.

Los dos principales candidatos —el actual presidente Lazarus Chakwera y el expresidente Peter Mutharika— reclaman por separado la victoria, mientras la Comisión Electoral de Malawi (MEC) aún no ha hecho un anuncio oficial de los resultados. Con más del 99% de los votos contados, la nación espera con nerviosismo en medio de una grave crisis económica, inflación descontrolada y una historia reciente de incertidumbre electoral.

Un país marcado por su historia electoral reciente

Este no es el primer enfrentamiento entre Chakwera y Mutharika. En 2019, Mutharika fue declarado vencedor de las elecciones presidenciales, pero tras semanas de protestas populares, investigaciones ciudadanas y denuncias de fraude, el Poder Judicial anuló los resultados históricos, en un decisión sin precedentes en África. La Corte Constitucional de Malawi auditó los comicios y detectó múltiples irregularidades, incluyendo el uso excesivo de tip-ex (líquido corrector) en las actas electorales.

Esta intervención judicial fue aplaudida a nivel internacional y vista como un paso firme hacia la independencia de poderes en Malawi. En las elecciones extraordinarias de 2020, Chakwera ganó con poco más del 58% de los votos, consolidando un gobierno de coalición conocido como Tonal Alliance. Sin embargo, muchos de los problemas que prometió resolver siguen presentes.

Un proceso democrático en la cuerda floja

La situación actual refleja tanto el avance como las limitaciones de la democracia en Malawi. Tras el cierre de las urnas, ambos partidos, el Malawi Congress Party y el Democratic Progressive Party, realizaron conferencias de prensa reclamando victoria y acusando irregularidades, sembrando un ambiente de tensión e incertidumbre.

La presidenta de la Comisión Electoral, la jueza Annabel Mtalimanja, respondió con firmeza a estos pronunciamientos prematuros:

“La comisión no apresurará el proceso de gestión de resultados solo porque algunos líderes y candidatos políticos están ejerciendo presión”, afirmó.

Según la ley electoral de Malawi, los resultados deben ser publicados oficialmente dentro de los siete días posteriores al cierre de los comicios. La insistencia en mantener la autonomía del proceso es clave en un país donde la credibilidad de las instituciones ha sido fracturada.

Una elección que va más allá del presidente

Además de elegir al jefe de Estado, el electorado malauí también votó para formar el nuevo Parlamento y designar a más de 500 funcionarios locales. Esta estructura es particularmente importante en un país donde más del 80% de la población vive en áreas rurales, muchas veces marginadas y desatendidas por el poder central.

De los 17 candidatos que contendieron por la presidencia, solo Chakwera (70) y Mutharika (85) contaban con probabilidades reales de alcanzar el poder, según diversos analistas y sondeos previos. La polarización entre sus bases políticas es un reflejo del país dividido entre quienes apuestan por la continuidad en tiempos difíciles y quienes desean revivir el aparato institucional previo al 2020, pese a las controversias de corrupción que lo acompañaron.

¿Puede resistir la democracia malauí la presión política?

Malawi se ha ganado el título de ejemplo de resiliencia democrática en África tras anular los resultados de 2019, pero esta conciencia cívica ahora enfrenta una prueba aún más compleja. El equilibrio entre esperar pacientemente los resultados y contener las aspiraciones de los bloques más radicalizados podría ser la diferencia entre la paz y la inestabilidad.

Chakwera, ex pastor evangélico, ha hecho énfasis en valores como la honestidad y el compromiso ético en su mandato, aunque ha sido criticado por no haber aliviado la crisis económica, con una inflación que supera el 25% y un desempleo juvenil del 27%. Del otro lado, Mutharika promete orden y experiencia, aunque su administración pasada estuvo salpicada por escándalos como el de las compras fraudulentas de bienes médicos durante la pandemia.

La narrativa internacional y el rol de los observadores

Las elecciones fueron supervisadas por misiones de observación electoral de la Unión Africana, la SADC y varias ONG regionales. Hasta el momento no se han detectado irregularidades sistémicas graves, lo que fortalece la percepción de una contienda limpia desde el punto de vista logístico.

No obstante, la lucha por imponer interpretaciones de los resultados antes de la publicación oficial pone en jaque la estabilidad posterior al anuncio. Como aseguró el analista político Henry Chingaipe a BBC África:

“Lo que está en juego no es sólo quién gana, sino cómo gestiona el país el período de transición. Si ambas partes no respetan la institucionalidad, Malawi puede retroceder en su evolución democrática.”

¿Segunda vuelta a la vista?

La Constitución malauí establece que un candidato debe obtener más del 50% del total de los votos para ser declarado vencedor. Si ninguno lo logra, se convoca automáticamente una segunda vuelta. Con el conteo rozando el 99% al momento de escribir este artículo, aún no se conoce si alguno de los candidatos superará ese umbral.

De haber segunda vuelta, se espera que sea organizada en un plazo breve pero eficaz, lo cual someterá nuevamente a la Comisión Electoral —y a la población— a una presión muy alta, en un entorno cada vez más cargado de expectativas y desconfianza.

Una encrucijada regional

Malawi no vive aislado. Sus vecinos Zambia y Mozambique han atravesado recientemente momentos de reforma o conflicto electoral. Lo que sucede en este país es observado con atención por toda la región austral africana, donde la democracia aún es frágil en varias repúblicas.

El hecho de que dos líderes experimentados, una sociedad civil activa y una Comisión Electoral independiente se enfrenten hoy a un proceso tenso pero comprometido puede abrir nuevas puertas no solo para Malawi, sino para toda África.

¿Qué sigue para Malawi?

La ciudadanía espera, el sistema político se tensa y la pobreza sigue golpeando especialmente a los sectores rurales. En este escenario, el llamado a la prudencia resulta imperativo. Tanto Chakwera como Mutharika deberán actuar con responsabilidad no solamente por los votos conseguidos, sino por el futuro del país en su totalidad.

Sea quien sea el vencedor, las tareas son claras: impulsar una nueva estrategia económica, fortalecer las instituciones democráticas y recuperar la confianza pública. Como dijo alguna vez Nelson Mandela:

“Una nación no sólo se construye con votos, sino con la dignidad de sus ciudadanos.”

Malawi está en el umbral de una nueva etapa. En el camino, la democracia será puesta a prueba una vez más, y el mundo estará observando.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press