Osos, balas y biodiversidad: la polémica caza del oso negro en Florida pone a prueba la ciencia y la ética

Mientras la Comisión de Vida Silvestre de Florida aprueba una nueva temporada de caza del oso negro, conservacionistas denuncian una decisión contraria a la ciencia y los principios constitucionales

El debate sobre la conservación de la fauna en Estados Unidos ha alcanzado un nuevo pico de tensión en Florida. Luego de que la Comisión de Conservación de Peces y Vida Silvestre de Florida (FWC, por sus siglas en inglés) aprobara una nueva temporada de caza del oso negro para diciembre, grupos conservacionistas como Bear Warriors United han presentado una demanda contra la medida, calificándola de inconstitucional y contraria a las propias políticas estatales de protección de especies nativas.

Un regreso polémico: antecedentes de la caza del oso negro

La última vez que se permitió la caza del oso negro en Florida fue en 2015, tras más de dos décadas de prohibiciones. Aquella vez, el evento fue un caos: en apenas dos días se mataron más de 300 osos, obligando a las autoridades a cerrar anticipadamente la temporada. Al menos 38 hembras con crías fueron abatidas, lo que generó una oleada de críticas y amenazas legales.

En teoría, la propuesta actual sería más estricta que en 2015: incluiría límites de captura, métodos regulados y zonas de caza específicas. Pero para los ambientalistas y expertos, esto no basta.

“La acción ilegal de la FWC socava su deber constitucional de gestionar la población de osos basada en recomendaciones científicamente respaldadas, no en los caprichos de la comisión”, sostiene la demanda de Bear Warriors United.

¿Ciencia o excusa? El argumento del control poblacional

Según la FWC, su decisión se basa en un aumento sostenido de la población de osos negros en Florida y en la creciente conflictividad entre humanos y estos mamíferos. El organismo calcula que actualmente existen alrededor de 4,000 osos negros en el estado. Esto, argumentan, se traduce en un mayor número de incidentes: desde osos escarbando en los basureros hasta ataques a ganado en zonas rurales.

“Tomamos decisiones con base en la ciencia”, dijo Rodney Barreto, presidente de la Comisión, que votó por unanimidad a favor de reabrir la temporada de caza.

Pero los críticos cuestionan profundamente esa afirmación. Varios biólogos y ecologistas han señalado que el número total de osos no equivale necesariamente a una sobrepoblación que amerite su control mediante la caza.

Encroachment humano: ¿quién invade a quién?

Una de las críticas centrales gira en torno a la expansión humana hacia hábitats naturales. Florida es el tercer estado más poblado de EE.UU., y su crecimiento urbanístico ha empujado construcciones e infraestructuras hacia territorios tradicionalmente ocupados por fauna salvaje.

“El verdadero problema no es el oso. Somos nosotros”, afirma Kate McFall, directora estatal de Humane Society en Florida. “Estamos invadiendo su hábitat, y luego los responsabilizamos por actuar conforme a su naturaleza.”

De hecho, diversos estudios indican que un mejor manejo de la basura, educación comunitaria y acciones de mitigación no letales serían más efectivas y humanitarias a largo plazo que permitir una matanza con fines recreativos.

Tecnología de gestión vs munición: modelos alternativos

Otros estados con poblaciones saludables de osos han optado por medios alternativos. Por ejemplo, en California y Colorado han sido implementados programas de educación ciudadana, alcances comunitarios y tecnologías de contención no letales, como botes de basura a prueba de osos. Los niveles de conflicto han bajado drásticamente.

“El oso negro no es una amenaza si se gestiona bien su entorno y se educa a la población humana”, explica el biólogo conservacionista John Beecham, autor de múltiples estudios sobre gestión no letal de fauna. “La caza puede tener lugar como herramienta de último recurso, pero debe estar basada en evidencia sólida, no en presiones políticas o afán deportivo.”

Una decisión envuelta en intereses

Algunos críticos también apuntan a los intereses económicos y políticos tras esta decisión. Florida tiene una fuerte tradición cazadora, y permitir la caza moviliza licencias, permisos y turismo deportivo. En 2015, por ejemplo, el estado emitió más de 3,200 licencias a razón de $100 cada una para residentes y $300 para no residentes. Eso generó ingresos directos importantes para la agencia.

“Es un negocio, no una necesidad ecológica”, afirma María Gutiérrez, activista ambiental de Miami. “Intentan vestirlo de ciencia, pero en realidad es un favor a un sector cazador bien organizado y políticamente influyente.”

¿Qué dice la Constitución de Florida?

El artículo IV, sección 9 de la Constitución de Florida establece que la FWC tiene la autoridad exclusiva para gestionar la vida silvestre, pero también debe hacerlo “de conformidad con principios científicamente informados de conservación”.

Para Bear Warriors United y otros grupos, hay una contradicción flagrante entre permitir la caza y este mandato constitucional. “No se ha presentado públicamente ningún estudio serio e independiente que indique que la caza sea necesaria en este momento”, sostiene la demanda.

El precedente de 2015: un experimento fallido

La caza de 2015 dejó una marca imborrable en la memoria ambiental del estado. Solamente en las primeras 48 horas se superaron los límites “recomendados” iniciales. Se calcula que el 12% de los osos cazados eran crías o madres lactantes.

Esta experiencia llevó a la cancelación de futuras temporadas... hasta ahora.

“Si realmente hemos aprendido de 2015, entonces no deberíamos repetirlo”, dice el ecologista Daniel Bayard, autor del libro Florida’s Wildlife Under Fire.

Sondeo de opinión: ¿qué piensa la ciudadanía?

Una encuesta realizada por Mason-Dixon Polling & Strategy en 2023, encargada por la Humane Society, reveló que el 61% de los votantes registrados en Florida se oponen a la reanudación de la caza del oso negro. El rechazo alcanza el 73% entre las mujeres y el 65% en áreas urbanas.

Incluso en zonas rurales, tradicionalmente más favorables a la caza, hay opiniones divididas. Muchos propietarios de tierras prefieren medidas preventivas de coexistencia.

La resistencia legal y política continúa

El camino judicial para detener la medida sigue en marcha. Aunque los abogados de FWC lograron que se retirara una queja administrativa anterior, el nuevo proceso en tribunal de circuito cuenta con mayores fundamentos constitucionales.

Mientras tanto, diversas organizaciones nacionales se suman a la causa, generando presión sobre legisladores y líderes locales para que detengan la temporada antes de su inicio previsto.

“No es solo sobre osos”, subraya Gutiérrez. “Es un test para saber quién protege de verdad la biodiversidad en EE.UU. cuando entra en conflicto con intereses económicos.”

¿Qué sigue?

Mientras las partes se preparan para un litigio complejo, el tiempo sigue corriendo. Diciembre se acerca y con él, la posible reapertura de una actividad que muchos pensaban extinta.

Con cada decisión, Florida está escribiendo el futuro de su relación con el entorno natural. La pregunta esencial es: ¿será una historia de conservación, o una repetición de errores pasados?

Y como ocurre en todos los grandes dilemas sociales, la respuesta no provendrá solo de tribunales o agencias, sino también del clamor y conciencia ciudadana.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press