El contrabando en la costa venezolana: una historia de hambre, motores y supervivencia
Cómo la pesca se transformó en tráfico y por qué muchos en la Península de Paria no pueden resistirse a 'otros negocios'
En la Península de Paria, en el extremo oriental de Venezuela, se vive un drama silencioso pero alarmante: la pesca tradicional ha sido desplazada por la desesperación, dando paso al tráfico de drogas, la trata de personas y el contrabando como nuevas fuentes de ingresos.
Entre aguas turquesas, pueblos costeros pauperizados y una economía totalmente colapsada, la pregunta es casi retórica: ¿qué harías tú si ganaras menos de $100 al mes, sin acceso a subsidios y ni siquiera suficiente para comer?
Un paraíso convertido en ruta del narcotráfico
La Península de Paria, con puertos como Güiria, San Juan de Unare y El Morro de Puerto Santo, alguna vez floreció con una industria pesquera vibrante. Hoy, la postal es muy distinta: fábricas cerradas, barcos fondeados y jóvenes abandonando el mar para subir a peñeros con motores de 200 caballos de fuerza cargados de drogas rumbo a Trinidad y Tobago.
El reciente ataque de Estados Unidos a un peñero identificado como presunto portador de drogas y miembros del violento grupo Tren de Aragua marcó un antes y después. La operación del 2 de septiembre, ejecutada bajo el mando de la administración Trump, dejó al menos 11 muertos y mucha especulación.
¿Pescar o correr el riesgo?
Junior González, pescador de Guaca, lo resume bien: “La pesca ya no da. ¿Cómo compras un motor de $15,000 con $100 al mes?” explica mientras repara un bote. Esa cifra es el promedio de ingresos mensuales en comunidades como la suya, donde los permisos para pesca de sardinas han sido restringidos por nuevas regulaciones.
Contrastando, un solo viaje de tráfico puede dejar ganancias de varios miles de dólares. Así, la pobreza deja pocas opciones. Como señala Kira Torres, esposa de un pescador: “Muchos caen en eso porque lo necesitan. Si tienes un hijo enfermo y el gobierno no ayuda, ¿qué haces?”
¿Peñeros o minilancha rápida?
Los pescadores locales, acostumbrados a distinguir hasta el más leve silbido de un motor, identificaron rápidamente el tipo de embarcación atacada por EE. UU. El video difundido por el expresidente Trump —supuestamente una prueba concluyente del operativo— fue tildado de montaje. Aun así, muchos en la zona aseguran haber reconocido un peñero de unos 12 metros con cuatro motores potentes, un lujo fuera del alcance de cualquier pescador honesto.
Según estimaciones locales, estos motores cuestan más de $15,000 cada uno. Gran parte de los pescadores usan motores de $4,000 a $5,000, que no son aptos para cruzar hasta Trinidad y mucho menos soportar la carga de droga o de personas.
El doble filo de la especulación
La narración oficial del ataque difiere mucho de lo que perciben los lugareños. Para algunos, la operación fue un acto necesario contra el narcotráfico. Para otros, una violación de soberanía y una exageración de parte de EE. UU. Christopher Sabatini, del think tank Chatham House, con sede en Londres, pone en duda la narrativa estadounidense afirmando: “Estos botes no pueden atravesar todo el Caribe hasta EE.UU. Son traficantes de pequeña escala, no carteles internacionales.”
Pobreza y dólares frescos
La actividad ilícita, sin embargo, deja señales claras. Jean Carlos Sucre, dueño de un restaurante y panadería en Güiria, notó que tras el ataque estadounidense, el flujo de dinero se detuvo.
“Vendía 90 hamburguesas semanales, ahora apenas 10. Los que estaban en lo ilegal tienen miedo de zarpar, y los que eran mis clientes ya no regresaron”, lamenta. El dinero que entraba en el pueblo era en billetes frescos de dólares o euros; era evidente cuándo se había hecho “una buena vuelta”.
Una comunidad sin respaldo
Muchos en la Península hablan en voz baja. La vigilancia gubernamental es omnipresente y los líderes locales vinculados al partido oficial controlan los subsidios y cajas de alimentos, pero estas han dejado de llegar.
“Aquí no hay revolución”, afirma Alberto Díaz, jubilado de Güiria. “Lo que hay es hambre, sacrificio y puro dolor”. Y es que el socialismo prometido por el difunto Hugo Chávez ha dejado a estas comunidades peor que antes: sin industria, sin pesca y sin esperanza.
El valor de lo ilícito: estadísticas escalofriantes
- En 2024, se estimaba que el ingreso promedio mensual en zonas costeras rurales de Venezuela era de menos de $50, según datos de ENCOVI.
- Un motor fuera de borda de alta potencia puede costar entre $15,000 y $20,000 en el mercado negro, aunque el ingreso mínimo mensual se mantiene equivalente a unos $3 al cambio oficial.
- El tráfico de drogas desde Venezuela hacia el Caribe ha aumentado un 50% desde 2018, según un informe de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
- Más del 65% de las plantas de procesamiento de sardinas en el oriente venezolano están cerradas o paralizadas.
¿Quién protege a los pescadores?
El gobierno de Nicolás Maduro, a través de su Ministro del Interior Diosdado Cabello, prometió investigar el ataque del 2 de septiembre, aunque no se han revelado detalles concretos. Al mismo tiempo, niega que Venezuela sea una plataforma activa del narcotráfico, a pesar de múltiples informes internacionales que apuntan en otra dirección.
La falta de transparencia, sumada al colapso económico y social, empuja a pescadores a un dilema entre seguir una vida honesta que no cubre ni una semana de comida o arriesgar todo por un viaje de una noche que puede pagar meses. ¿Qué harías tú?
¿Un caso aislado o la punta del iceberg?
Aunque el caso ha captado la atención internacional, en la Península de Paria el tráfico de drogas, personas y combustible es parte del día a día. Como dice un refrán local: “Cuando el mar no da, el resto del mundo entra por las olas”.
Y esa es la triste realidad de miles de venezolanos atrapados entre la impunidad, la desesperación y un gobierno que aún proclama revolución mientras su pueblo hambreado mira al mar, esperando sobrevivir un día más.