El Tratado de Alta Mar: ¿Una nueva esperanza para los océanos o un espejismo diplomático?
Con la firma número 60, el acuerdo entra en vigor en 2025, pero la participación escasa de potencias pesqueras como China, Rusia y Japón plantea desafíos críticos
El océano profundo —dos tercios de la superficie del planeta— está más cerca de recibir protección legal internacional. El llamado Tratado de Alta Mar, cuyo objetivo es proteger la biodiversidad más allá de las fronteras nacionales, ha sido finalmente ratificado por los países necesarios para su entrada en vigor en 2025. La rúbrica de Marruecos como la nación número 60 ha sido el disparador legal. Pero, ¿qué significa realmente este paso? ¿Estamos ante un cambio de paradigma en la gobernanza marina o, simplemente, un nuevo documento ignorado por quienes más explotan el océano?
¿Qué es el Tratado de Alta Mar?
Conocido oficialmente como Acuerdo sobre la Conservación y el Uso Sostenible de la Diversidad Biológica Marina de las Zonas situadas fuera de la Jurisdicción Nacional, el tratado busca llenar un vacío legal en la protección de casi la mitad del planeta. Estas aguas internacionales son zonas sin dueño: no pertenecen a ningún país, pero representan una fuente clave de pesca, minerales y hasta experimentación climática.
"El alta mar es el escenario de los mayores crímenes ambientales sin penalización", declaró Johan Bergenas, vicepresidente senior de WWF para océanos. "Este tratado es necesario, pero ahora comienza la parte complicada".
Un océano sin fronteras, pero con muchos intereses
La alta mar alberga una biodiversidad impresionante: ballenas, tortugas marinas, tiburones, corales y millones de especies que no respetan líneas geopolíticas. También es crucial para regular el clima, ya que absorbe calor y CO₂, y genera aproximadamente el 50% del oxígeno que respiramos.
Hasta ahora, actividades como la pesca industrial, la minería submarina o la geoingeniería se realizaban sin una regulación internacional vinculante. La nueva legislación busca establecer áreas marinas protegidas, regular prácticas dañinas y asegurar el reparto justo de los beneficios de los recursos genéticos marinos.
¿Por qué ha sido tan difícil lograrlo?
La negociación de este tratado comenzó hace más de 20 años. El último obstáculo se superó en marzo de 2023, tras intensas sesiones en la ONU donde participaron más de 100 países. Tal demora se explica por la complejidad técnica, los intereses económicos y los desequilibrios de poder, especialmente entre países desarrollados —tecnológicamente más preparados para extraer recursos— y los países en desarrollo, que reclamaban equidad en el acceso a los beneficios.
La meta 30x30: ¿Una utopía marina?
Uno de los ejes del tratado es contribuir a la Meta 30x30: proteger el 30% de los océanos y la superficie terrestre del planeta para el año 2030. Actualmente, solo el ~8% del océano está protegido, según datos del Protected Planet. Este marco legal permitiría, por fin, crear reservas marinas en aguas internacionales.
Esto es crucial no solo para la biodiversidad, sino también para garantizar la sostenibilidad de la pesca, base alimentaria de más de 3.000 millones de personas en todo el mundo, según la FAO.
Los grandes ausentes: China, Rusia y Japón
Si bien el tratado requiere de 60 países para su entrada en vigor, las grandes potencias pesqueras del mundo aún no lo han ratificado. China, aunque ha firmado, no ha ratificado, lo mismo que Estados Unidos. Japón y Rusia ni siquiera se han adherido.
"Sin los mayores explotadores de alta mar, el tratado podría ser solo un saludo a la bandera", advirtió Guillermo Crespo, experto en alta mar de la UICN. "La ausencia de actores clave puede abrir zonas grises donde continúe el saqueo".
El tratado funcionará sólo si es universalmente aceptado. Aunque se establece la creación de conferencias de las partes (COP) para tomar decisiones colectivas, su eficacia depende de quién esté en la mesa.
Un tratado sin dientes: el problema de la fiscalización
El acuerdo no crea un cuerpo de policía oceánica. La ejecución dependerá de cada nación sobre sus propios buques y empresas. Si un barco de bandera panameña viola las normas, será responsabilidad de Panamá sancionarlo.
"Esto genera lagunas evidentes", señala Torsten Thiele, fundador de Global Ocean Trust. "Si alguien no ha firmado el tratado, dirá que no está obligado".
Esto es especialmente preocupante en contextos de pesca ilegal y minería de fondos marinos, donde el rastreo y la rendición de cuentas son débiles.
Los pequeños países, por fin con voz
Para Estados insulares como Vanuatu, Tuvalu o las Maldivas, el tratado representa una posibilidad histórica para participar en decisiones que siempre se tomaban lejos de ellos.
"Todo lo que le pasa al océano nos afecta", dijo Ralph Regenvanu, ministro de Cambio Climático de Vanuatu.
Con frecuencia, estas naciones sufren las consecuencias del cambio climático, la sobrepesca o la pérdida de biodiversidad, sin haber contribuido significativamente a esos problemas.
Enemigos invisibles: cambio climático, minería y contaminación
Los desafíos contra la alta mar no provienen solo de barcos. El cambio climático está alterando los patrones migratorios marinos, blanqueando corales y modificando cadenas tróficas. La minería en aguas profundas, que busca extraer metales raros para baterías, puede destruir ecosistemas perfectamente inexplorados.
"Lo que no vemos también puede matar", dijo Sylvia Earle, exploradora pionera de National Geographic. "Si seguimos usando el océano como nuestro basural, nos destruiremos a nosotros mismos, no solo a los peces".
Actualmente, solo conocemos del 20 al 25% de las especies que habitan el océano profundo. La exploración precede, muchas veces, a su destrucción.
¿Qué sigue ahora?
La activación del tratado da inicio a una carrera diplomática contrarreloj. En 2025, se celebrará la primera COP, donde se decidirán los mecanismos de aplicación, financiación y supervisión.
Sólo podrán votar quienes ratificaron previamente, lo que puede dejar fuera a varios actores clave.
Además, la exigencia técnica para implementar lo acordado —desde patrullas a monitoreo por satélites— necesitará dinero, ciencia y colaboración real entre países.
Una advertencia desde casa
Algunos expertos temen que este avance genere efectos adversos dentro de las aguas nacionales. Estados podrían usar el tratado como excusa para demorar la creación de reservas marinas en su jurisdicción.
"Hay países que están usando ‘el proceso’ como excusa para la inacción doméstica", señala Enric Sala, director de Pristine Seas de National Geographic.
La protección del alta mar no exime del deber de proteger los mares interiores. De hecho, deben ser políticas complementarias.
La llamada de atención final: cuidar el océano es cuidarnos
La directora del programa internacional de océanos del NRDC, Lisa Speer, lo resume en una frase contundente: "La vida marina no respeta fronteras. Lo que ocurra en la alta mar puede impactar directamente en las aguas de tu país".
Tortugas, aves marinas y peces migran cientos o miles de kilómetros. Su ciclo de vida no termina en una zona económica exclusiva. Si no se protege el todo, difícilmente se logre sostener una parte.
El Tratado de Alta Mar es un paso. Histórico, sí. Necesario, también. Pero no suficiente. Como mencionó Sylvia Earle: "Esto no es el punto final. Es sólo una estación en el camino".
Por el bien del océano —y el nuestro—, esperemos que no sea una estación de paso rumbo al abismo.