Hezbolá, Arabia Saudita e Irán: ¿Un nuevo capítulo en la geopolítica de Medio Oriente?
La tensa relación entre el eje chiita y la monarquía sunita podría estar ante un giro inesperado. Naim Kassem propone diálogo y un enemigo común: Israel.
En una región sacudida constantemente por tensiones religiosas, políticas y militares, una reciente propuesta del sublíder de Hezbolá, Naim Qassem, ha encendido el debate sobre la posibilidad de un realineamiento diplomático en Medio Oriente. En una declaración televisada el pasado viernes desde Beirut, Qassem hizo un llamado inusual: pidió a Arabia Saudita que 'abra una nueva página' con el grupo libanés respaldado por Irán.
¿Realpolitik o táctica discursiva?
“Hago un llamado a Arabia Saudita para abrir una nueva página con la resistencia”, señaló Qassem en su alocución, enfatizando que las armas de Hezbolá están dirigidas exclusivamente contra Israel. Este mensaje no es casual. Llega tras una cadena de eventos que ha alterado nuevamente el equilibrio regional, incluyendo un ataque aéreo israelí en Qatar el 2 de septiembre, que acabó con parte de la cúpula política de Hamás.
Qassem, firme en sus palabras, agregó que el verdadero enemigo en la región es Israel, no la resistencia, y sostuvo que debilitar a Hezbolá sólo beneficiaría al estado sionista. "Si los grupos de resistencia son derrotados —advirtió— los próximos blancos serán otros países árabes".
Una enemistad con larga data
La relación entre Arabia Saudita y Hezbolá ha estado marcada por años de animosidad. El reino sunita no solo ha catalogado formalmente a Hezbolá como una organización terrorista, sino que ha sido uno de sus principales críticos en foros internacionales. Esta rivalidad se inscribe en una disputa geopolítica mayor: la lucha por la hegemonía regional entre Arabia Saudita e Irán.
Teherán apoya a Hezbolá política, militar y financieramente desde la década de 1980. A cambio, este grupo se ha convertido en su brazo armado en el Levante, interviniendo en conflictos desde Siria hasta Yemen. Riad, por su parte, ha liderado un frente contrario, aliándose con Estados Unidos e Israel para contener lo que percibe como la 'expansión chiita' iraní.
Del congelamiento diplomático a las propuestas de reconciliación
Las relaciones entre Arabia Saudita y Líbano se deterioraron profundamente en 2021 cuando el reino retiró a su embajador y prohibió las importaciones libanesas, acusando al país de ser una vía para el contrabando de drogas. Aquellos meses fueron marcados por un fuego cruzado de declaraciones hostiles. No fue sino hasta mediados de 2022 que los insultos públicos cesaron y el tono comenzó, lentamente, a suavizarse.
En 2016, el Consejo de Cooperación del Golfo —liderado por Arabia Saudita— declaró oficialmente a Hezbolá como entidad terrorista, respaldando la intervención militar bajo el argumento de su rol junto al régimen de Bashar al Assad y su apoyo a los Houthis, grupo rebelde chiita en Yemen, también apoyado por Irán.
Pakistán, Arabia Saudita e Israel: Nuevas alianzas ante un viejo conflicto
Mientras Qassem llama al diálogo, en otras esferas de poder se gestan acuerdos de defensa y estrategias conjuntas. Apenas unos días antes de su discurso, Arabia Saudita y Pakistán firmaron un pacto de defensa mutua: cualquier ataque a uno de los dos será considerado un ataque a ambos.
Este pacto adquiere un enorme simbolismo en un contexto donde Israel continúa intensificando sus acciones en la región, afectando directa o indirectamente a aliados sauditas. El último ataque sobre territorio qatarí, donde se encontraba la cúpula de Hamás, es una señal de advertencia que pone a prueba toda la arquitectura diplomática del Golfo.
¿Hezbolá en transición?
Desde sus orígenes en 1982, tras la invasión israelí al Líbano, Hezbolá se ha convertido en el grupo chiita armado más sofisticado de Medio Oriente. Según estimaciones de The Institute for National Security Studies, cuenta con al menos entre 130.000 y 150.000 proyectiles balísticos, algunos de ellos de largo alcance.
Además de ser una milicia, ha sofisticado su brazo político. Controla escaños en el Parlamento libanés y posee una red de escuelas, hospitales y bancos en las comunidades chiitas del país. Esta evolutiva dualidad ha permitido a Hezbolá sobrevivir los embates externos e internos, incluso cuando se le acusa de socavar la soberanía del Estado libanés.
¿Por qué ahora y por qué Arabia Saudita?
Qassem no habla desde la ingenuidad. Su llamado a Arabia Saudita se inserta en un momento de complejas alianzas. Por un lado, Irán y Arabia Saudita ya se encuentran en proceso de reanudar relaciones tras un acuerdo mediado por China en marzo de 2023. Este acercamiento, con aún muchos límites prácticos, abre la puerta a que actores aliados de Teherán intenten expandir la distensión.
Por otro lado, Arabia Saudita ya no es la misma que lideró coaliciones agresivas en Yemen o Siria. El príncipe heredero Mohammed bin Salman ha impulsado una modernización del reino, apostando por diversificar la economía con VISION 2030 y, en paralelo, equilibrando su discurso religioso.
Petróleo, religión y geoestrategia
Las tensiones —y potenciales acercamientos— en la región no pueden ser entendidas sin abordar la triada esencial: petróleo, religión y geoestrategia.
- Religión: Arabia Saudita es baluarte del wahabismo sunita, mientras que Irán es núcleo del chiismo duodecimano. Más allá de lo político, la disputa también abarca lo teológico y lo civilizatorio.
- Petróleo: Ambas naciones interfieren constantemente en los mercados energéticos a través de la OPEP+ y buscan controlar flujos logísticos esenciales como el Estrecho de Ormuz o el Mar Rojo.
- Geoestrategia: Mientras Teherán consolida un eje con Siria, Irak y Líbano, Riad trata de expandir su influencia en África y Asia Central, alineándose con China e India, pero también reforzando vínculos con Israel.
El enigma israelí
Qassem afirmó que Israel es el verdadero enemigo de la región. Esta retórica clásica de la resistencia chiita parece querer ser el nuevo eje unificador, pero ¿es viable hoy?
Desde los Acuerdos de Abraham en 2020, firmados entre Israel y varios países árabes —Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos—, se ha observado un nuevo paradigma en la relación de los países árabes con Tel Aviv. Arabia Saudita, aunque no ha firmado formalmente, mantiene vínculos discretos con Israel, especialmente en inteligencia y tecnología.
Hezbolá apuesta a que el rechazo popular árabe al sionismo aún tiene fuerza. Pero múltiples encuestas de Pew Research Center y Arab Barometer demuestran ambivalencia entre las poblaciones jóvenes, más interesadas en empleo y estabilidad que en causas panárabes.
¿Y el Líbano?
Líbano sigue sumido en una grave crisis económica, sin presidente desde hace meses, con inflación galopante y su moneda devaluada más del 90% desde 2019. En este contexto, la influencia de Hezbolá genera sentimientos encontrados. Para algunos es un escudo contra la intromisión israelí; para otros, es aliada de una elite política corrupta y obstáculo para la normalización internacional.
Analistas como Joseph Bahout, profesor de Sciences Po y asesor del Carnegie Middle East Center, sostienen que "si bien Hezbolá protege ciertos sectores vulnerables, su existencia armada impide construir un verdadero Estado moderno y soberano en Líbano".
¿Una tregua real o simple retórica?
La súplica de Qassem puede interpretarse como táctica discursiva ante la nueva geografía política del Golfo. Arabia Saudita probablemente no responderá de inmediato ni positivamente, considerando que Hezbolá sigue desestabilizando activos sauditas indirectamente a través de Yemen o Siria.
Sin embargo, el solo hecho de pronunciar “nueva página” ya marca un punto de inflexión retórico. En un Medio Oriente donde cada palabra pesa tanto como un misil, los gestos también tienen su lenguaje.