Del hambre silenciada al clima en llamas: ¿qué nos dice la política sobre el futuro de los datos y la protesta?
Una mirada crítica a la cancelación del informe sobre inseguridad alimentaria en EE. UU. y la movilización ciudadana por la justicia climática
Por un lado, el gobierno de EE. UU. decide cancelar el principal informe sobre el hambre. Por otro, miles de ciudadanos marchan pidiendo acción frente a la crisis ecológica. Dos caras de una misma moneda: datos invisibilizados y demandas ignoradas. ¿Estamos perdiendo la capacidad de medir lo esencial?
El fin de un informe clave sobre el hambre en América
El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) anunció que dejará de publicar el Household Food Security Report, el principal informe anual que medía la inseguridad alimentaria en el país desde 1995. La razón oficial: "el informe se ha politizado demasiado" y está "lleno de imprecisiones".
¿Es cierto? ¿O hay algo más profundo detrás de la eliminación de un documento que evidencia la desigualdad social? Según el Center for American Progress, un instituto de análisis político de corte progresista, se trata de una estrategia deliberada del gobierno de Donald Trump para oscurecer lo que varios datos —incluidos los propios del Censo— ya señalaban: un aumento en la precariedad económica de millones de personas tras los recortes en programas sociales.
El SNAP en el ojo del huracán
En julio de 2025, el Congreso aprobado por mayoría republicana impulsó una ley que recortó drásticamente los beneficios del SNAP (Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria). Según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), aproximadamente 3 millones de personas perderían el acceso a este programa.
La cancelación del informe no ocurre en el vacío. Se elimina justo cuando sus cifras podrían revelar el impacto directo de estos recortes. En 2023, el 11% de los estadounidenses vivía por debajo del umbral de pobreza. En 2024, el Censo reportó una leve disminución al 10,6%, lo cual contradice el discurso del gobierno de que la pobreza está cayendo de forma masiva.
Según expertos en políticas públicas, el informe de seguridad alimentaria no era perfecto, pero era un barómetro clave para monitorear cómo el hambre afecta hogares reales, especialmente a mujeres solteras con hijos, afroamericanos y latinos: los grupos históricamente más vulnerables.
“Trump está cancelando una encuesta anual del gobierno que mide el hambre en Estados Unidos, en lugar de permitir que revele que el hambre está aumentando bajo su mandato”, denunció en redes Bobby Kogan, director de política fiscal en el Center for American Progress.
La política del borrado: control de narrativas
No es la primera vez que gobiernos deciden eliminar informes o indicadores incómodos. La táctica tiene precedentes en otros países no democráticos donde se ha interferido con estadísticas sobre pobreza, contaminación, o derechos humanos. El objetivo: evitar que los propios datos oficiales puedan convertirse en pruebas en su contra.
En lugar de corregir las metodologías, revisar los formularios o actualizar los sistemas de captura, se opta por la eliminación total. Esto genera un vacío para políticos, activistas y periodistas que necesitan datos confiables para emitir juicios informados. Como señala la economista Mariana Mazzucato: “La forma en que medimos la realidad cambia la realidad misma”.
En paralelo, la sociedad marcha por el planeta
El mismo día que la noticia sobre el informe de hambre comenzó a circular, en Nueva York —epicentro político y financiero de EE. UU.— más de 75.000 personas salieron a la calle para exigir medidas urgentes contra la crisis climática. La marcha, llamada “Make Billionaires Pay” (Que paguen los multimillonarios), integró demandas ambientales con reclamos por justicia económica, derechos humanos y democracia.
Las imágenes fueron impactantes. Una figura de Jeff Bezos con las manos ensangrentadas cargando el planeta. Estatua de la Libertad vestida con cadenas. Una bandera de “Tax the Rich” liderando una movilización diversa, multigeneracional y global.
¿Qué nos están diciendo estas marchas?
La protesta se dio en el marco de la Semana del Clima de Nueva York (NY Climate Week), una serie de eventos que coincidieron este año con la Asamblea General de la ONU. Organizaciones como Greenpeace desplegaron una “Climate Polluters Bill”, una pancarta de 50 metros con los costos de cientos de desastres relacionados con el cambio climático. Simbólicamente, la factura ya no es solo ambiental, sino económica, y los “clientes deudores” son quienes concentran el capital: magnates y grandes corporaciones contaminantes.
“No se trata solo de salvar al planeta —gritaban los manifestantes—, sino de salvar nuestra democracia y exigir transparencia, rendición de cuentas y justicia en todos los niveles.”
El paralelismo desconcertante
A simple vista, parecerían temas distintos: el hambre en barrios de Maine o Alabama, y las marchas en Manhattan sobre gases invernadero. Pero hay una conexión importante: ambos son síntomas de una maquinaria política que decide qué debemos ver y qué resultados puede tolerar.
No medir el hambre significa ocultar sus causas. No actuar por la emergencia climática significa ignorar décadas de advertencias científicas, como las del IPCC. Y en ambos casos, los instrumentos para intervenir existen: desde una base de datos sólida en el USDA hasta acuerdos multilaterales contra el calentamiento global.
La diferencia está en la voluntad política. La sociedad exige más información, mientras ciertas élites buscan difuminar verdades complejas detrás de discursos autocelebratorios.
¿Qué podemos hacer ante el apagón de datos?
- Apoyar iniciativas civiles paralelas: ONGs como Feeding America o Food Research & Action Center seguirán recopilando información. Su independencia las convierte en fuente clave frente a la opacidad institucional.
- Documentar, colaborar y compartir: Las redes sociales no reemplazan el análisis técnico, pero sí ofrecen altavoces para historias de personas reales. Empoderar esas voces es esencial.
- Exigir transparencia científica: Ya lo hizo la comunidad de médicos frente a los negacionismos del COVID-19. Ahora, organizaciones ambientales y de justicia alimentaria deben unirse en esa línea.
Un dato no publicado no desaparece: simplemente se vuelve una deuda
La cancelación del informe sobre hambre hace eco del viejo refrán: "lo que no se mide, no se puede mejorar". Pero también encarna una advertencia más grave: “lo que se elige no ver, nos alcanzará eventualmente”. Ya sea en forma de niños con estómagos vacíos, o de incendios arrasando bosques.
El clima cambia. El hambre también. La pregunta es si nuestras metas como sociedad cambiarán en la misma dirección. O si seguiremos recortando datos, recortando derechos... y finalmente, recortando humanidad.