Brasil en pie: la sociedad y el arte se unen contra la amnistía de Bolsonaro
Multitudinarias protestas en todo el país ponen freno a una polémica ley impulsada por la derecha que busca perdonar a los implicados en el intento de golpe de 2023
Domingo 21 de septiembre de 2025. Brasil vivió una de sus jornadas más significativas de movilización social y política desde el fin de la dictadura en los años 80. En las 26 unidades federativas y el Distrito Federal, miles de ciudadanos salieron a las calles para protestar contra una propuesta de ley impulsada por diputados de derecha que podría otorgar amnistía al expresidente Jair Bolsonaro, sentenciado por intentar subvertir el resultado electoral de 2022. El epicentro simbólico de la protesta fue Copacabana, en Río de Janeiro, donde gigantes de la cultura brasileña como Caetano Veloso, Chico Buarque y Gilberto Gil volvieron a unirse en defensa de la democracia.
La ley de la discordia
El Congreso brasileño fue el epicentro de la indignación popular. La Cámara de Diputados aprobó recientemente dos medidas altamente polémicas: primero, una enmienda constitucional para dificultar el encarcelamiento o procesos penales contra legisladores, y luego, la aceleración del trámite de un proyecto de ley que podría conceder amnistía a Jair Bolsonaro, sus principales aliados y cientos de manifestantes que participaron en el intento de insurrección de enero de 2023.
Ese intento de golpe, que incluyó el asalto a las sedes de los Tres Poderes en Brasilia, terminó con el expresidente sentenciado a 27 años y 3 meses de prisión, convirtiéndose en el primer mandatario latinoamericano en ser condenado por tratar de revertir una elección. A pesar de ello, Bolsonaro mantiene una amplia base de apoyo, y sectores de la ultraderecha brasileña continúan considerándolo su líder legítimo.
Artistas al frente: voces contra la impunidad
La protesta del domingo tuvo un ingrediente simbólico de enorme fuerza: los artistas que alguna vez enfrentaron la represión de la dictadura militar (1964-1985) tomaron nuevamente las calles. Caetano Veloso, Chico Buarque y Gilberto Gil, emblemas de la resistencia cultural, se manifestaron en Río de Janeiro. "Me sentí indignado al saber que muchos diputados votaron a favor de blindarse a sí mismos y a sus colegas", dijo Veloso en una entrevista con el medio UOL. "Esto, junto a una propuesta de amnistía para los golpistas... sentí que me identificaba con la mayoría del pueblo brasileño que no quiere esta barbaridad".
La cantante Anitta también alzó la voz: "El pueblo es quien moldea la política del país. Tenemos el derecho y la obligación de responsabilizar a los políticos. Después de todo, votamos por ellos y trabajan para el bien del pueblo". Su mensaje fue replicado por millones en redes sociales, convirtiéndose en un llamado viral a la movilización.
La sociedad responde
Las manifestaciones concentraron una variedad de rostros, edades y regiones. En Brasilia, Dulce Oliveira, profesora de 53 años, marchó con carteles caseros. "Este acto es importante porque el pueblo tiene que mostrar lo que quiere. Ellos están ahí para representar nuestras necesidades, no las suyas". En Salvador, el actor Wagner Moura, conocido internacionalmente por su papel como Pablo Escobar en "Narcos", habló desde lo alto de un camión al grito de: "Este es uno de los momentos más extraordinarios de la democracia brasileña. ¡Que el mundo nos mire!"
Las protestas fueron organizadas principalmente por colectivos artísticos, sindicatos y movimientos de izquierda. Aunque han tenido dificultades en el pasado para movilizar multitudes frente al poder de convocatoria de la derecha bolsonarista, esta vez lograron convocar cientos de miles en todo el país.
Un país dividido
La encuesta Datafolha, realizada el 16 de septiembre, muestra que el 50% de los brasileños apoya la condena de Bolsonaro, mientras que un considerable 43% se opone y un 7% no respondió. El margen de error fue de 2 puntos. Este indicador refleja un país partido en dos y unas tensiones políticas que difícilmente se disiparán con la amnistía.
Sin embargo, a pesar del respaldo del 43% a Bolsonaro, el rechazo masivo a la idea de liberarlo bajo una amnistía expresa una línea roja emocional y legal para millones. Para muchos brasileños, el 8 de enero de 2023 marcó un antes y un después, y perdonar a los responsables sería darle la espalda al pacto democrático forjado con tanta dificultad tras décadas de dictadura militar.
Historia que se repite (o no)
Brasil ha vivido ya procesos de amnistía. En 1979, aún bajo la dictadura, se promulgó la Ley de Amnistía que perdonó tanto a presos políticos como a militares involucrados en torturas y desapariciones. Esta amnistía ha sido criticada durante décadas por organismos de derechos humanos, quienes aseguran que sentó un peligroso precedente de impunidad.
Hoy, en pleno siglo XXI, ni la sociedad civil ni gran parte del poder judicial parecen dispuestos a repetir ese error. El juicio a Bolsonaro y sus aliados fue interpretado como una forma de justicia restaurativa para las instituciones del país. Una amnistía, por tanto, significaría borrar ese avance y enviar un mensaje de debilidad institucional.
Un espejo para América Latina
Bolsonaro no está solo en su tipo. La retórica populista, las dudas sobre procesos electorales y los intentos de perpetuarse en el poder se han registrado en varios países de América Latina. Desde el fujimorismo en Perú hasta intentos de reformas electorales en países como El Salvador o Guatemala, la fragilidad democrática es una constante en la región.
Por eso, lo que suceda en Brasil tendrá repercusiones regionales. Las señales de que la democracia puede defenderse, incluso contra exmandatarios poderosos, puede representar una llamada de atención a otros países. La movilización civil masiva, la reacción cultural y la firmeza judicial se perfilan como herramientas cruciales contra la erosión democrática.
¿Y ahora qué?
La pelota está ahora en el Senado brasileño, donde la propuesta de amnistía deberá ser analizada y votada. Los senadores enfrentan una presión sin precedentes. El rechazo ciudadano, la mirada de la comunidad internacional y la mancha histórica que significaría aprobar algo similar pesan como nunca.
Entretanto, las organizaciones civiles ya anuncian nuevas movilizaciones. Grupos feministas, sindicatos, movimientos estudiantiles y colectivos indígenas han manifestado su intención de seguir en las calles mientras persista el intento de proteger al exmandatario. En paralelo, se ha convocado a un apagón digital el próximo viernes, una especie de paro nacional simbólico para visibilizar el descontento.
El mensaje, finalmente, es claro: la democracia brasileña tiene músculo, memoria y defensores. Hoy, como ayer, los acordes de protesta de Caetano, Chico y Gil suenan como el eco de un pueblo que no está dispuesto a repetir antiguos errores. Y desde las favelas cariocas hasta las universidades paulistas, millones de voces dicen fuerte y claro: no habrá perdón para el golpismo.