El precio de la inclusión: el dilema del COP30 en Brasil y la lucha por una cumbre verdaderamente representativa
A medida que se acerca la cumbre climática más crucial del decenio, los retos de alojamiento, altos costos y exclusión social amenazan con opacar el verdadero espíritu del COP30 en Belem
Una oportunidad histórica en el corazón de la Amazonía
La ciudad de Belém, enclavada en el pulmón verde del planeta, fue elegida para acoger la próxima gran Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, conocida como COP30, que se celebrará en noviembre de 2025. Esta selección no fue casual: poner a la Amazonía en el centro de la agenda climática tiene un poderoso simbolismo político y ambiental, en un momento donde las decisiones sobre el futuro del planeta se hacen cada día más urgentes.
Sin embargo, lo que parecía una celebración para la participación inclusiva y el debate global, está hoy en jaque por una de las barreras más básicas: el acceso a un techo.
El problema invisible de las cumbres climáticas: el coste de asistir
Participar en una conferencia climática como el COP no es gratis. Entre vuelos intercontinentales, alimentación, visados y, especialmente, alojamiento, los asistentes deben destinar miles de dólares para hacer oír su voz. Pero en esta ocasión, los precios en Belém han alcanzado dimensiones escandalosas.
Según datos de la presidencia del COP30, se espera que asistan aproximadamente 50.000 personas a un evento para el que la ciudad solo puede ofrecer 53.000 camas. Una noche en un alojamiento “accesible” puede costar entre 200 y 600 dólares, mientras que opciones más exclusivas han llegado a los 1.000 dólares por noche. ¿La causa? Un mercado local incapaz de responder a las exigencias de estándares internacionales y una burbuja inflacionaria estimulada por el fervor del evento internacional.
Activismo juvenil: ¿fuera por falta de fondos?
Organizaciones como Youth Climate Collaborative, dirigida por la activista londinense Pooja Tilvawala, han tenido que asumir riesgos financieros significativos para garantizar la participación de jóvenes en el COP30. Tilvawala invirtió más de 46.000 dólares de sus ahorros personales para reservar hospedaje exclusivo para jóvenes, con la esperanza de que suficientes asistentes se unan y así evitar pérdidas económicas mayores.
“Siempre hay una gran cantidad de representantes de la industria de combustibles fósiles en estas cumbres. ¿Quién va a contrarrestar esas voces si no estamos allí nosotros?”, declaró Tilvawala en una entrevista reciente. Su preocupación es compartida por muchas otras organizaciones juveniles, como Climate Cardinals y Care About Climate, que denuncian una exclusión silenciosa a través del precio: #DontPriceUsOut se ha convertido en un clamor en redes sociales.
Desigualdad en la crisis climática: el acceso como síntoma
La ironía no pudo ser más cruel: mientras el lema de esta conferencia gira en torno a la justicia climática, liderazgos indígenas, ONG del sur global, y activistas sin respaldo institucional están luchando con uñas y dientes por conseguir una habitación o, en su defecto, contemplan la opción de armar una tienda de campaña.
Hailey Campbell, directora ejecutiva de Care About Climate, afirmó que nunca antes habían enfrentado semejantes obstáculos logísticos para participar en una COP. Por su parte, Hikaru Hayakawa, de Climate Cardinals, estimó que entre 30 y 40 activistas que solían asistir han decidido no hacerlo este año por la falta de acceso a hospedaje.
Intentos de solución y críticas al gobierno brasileño
Ante la creciente presión, el gobierno brasileño, a través de la ministra de Medio Ambiente Marina Silva, anunció medidas para mitigar la crisis de alojamiento: desde poner a disposición habitaciones “accesibles” hasta traer dos cruceros gigantes con capacidad para hospedar unas 6.000 personas.
“Todos tendrán acceso para participar en el COP30”, prometió Silva, destacando que el cambio climático debe ser enfrentado “por todos nosotros”. No obstante, estas soluciones, aunque bien intencionadas, resultan insuficientes para amplios sectores no gubernamentales. Algunas organizaciones advierten que el problema de fondo no se resuelve con una intervención logística puntual. El verdadero reto es garantizar una participación equilibrada y representativa, esencial si el mundo quiere tomar decisiones vinculantes para todos.
Una ciudad colapsada antes de tiempo
Belém enfrenta también desafíos estructurales. La ciudad, con una infraestructura limitada, está inmersa en una carrera contrarreloj para presentar una imagen adecuada frente a los líderes globales. Desde huelgas de obreros que reclaman mejores condiciones laborales (entre ellos, los encargados de construir instalaciones para la COP30), hasta dificultades para mantener operativas zonas clave como el malecón del río Guajará.
“En nuestra infancia se nos enseña a ser hospitalarios”, compartió Arnaldo Vaz Neto, un asesor financiero brasileño que ayuda a intermediarios internacionales a encontrar alojamiento. “Pero nos encontramos de frente con las expectativas de un evento que exige estándares internacionales que la ciudad no puede prometer fácilmente”.
Precedentes controvertidos de otras COP
El fenómeno Belém no es único. Ya en ediciones pasadas, desde Glasgow (2021) hasta Dubái (2023), los precios de alojamiento se elevaron hasta tres o cuatro veces su valor habitual durante la semana de la COP. Sin embargo, lo que hace que esta edición sea más crítica es su carácter simbólico e histórico: es la primera vez que se solicita a los países revisar y fortalecer sus compromisos de reducción de emisiones desde el Acuerdo de París.
Por tanto, las ausencias debido a barreras económicas podrían tener un impacto real en las negociaciones, debilitando el principio de representatividad que rige desde hace décadas el proceso multilateral de cambio climático.
El costo humano de un evento clave
“Puede ser una gran oportunidad perdida para generar redes y cooperación entre organizaciones a nivel global”, lamentó Hayakawa. Para muchos países vulnerables y grupos minoritarios, participar en el COP no solo es valioso: es vital para que sus realidades sean traducidas en decisiones globales.
La exclusión económica de Belém plantea una pregunta alarmante: ¿están diseñadas estas cumbres para los verdaderamente afectados o para quienes tienen los medios?
Reformular la equidad climática dentro del proceso
En lugar de pensar únicamente en datos concretos de reducción de emisiones, quizá sea momento de repensar el acceso mismo a estos procesos. ¿Podría la ONU garantizar un fondo que subvencione alojamiento para grupos vulnerables en futuras COP? ¿Deberían las ciudades anfitrionas demostrar viabilidad de alojamiento asequible antes de ser seleccionadas?
Sin estas reformas, el proceso corre el riesgo de caer en una burocracia elitista donde el poder de decisión se reserva para quienes pueden pagar una habitación.
En definitiva, si no se reconoce el acceso como parte crítica de la justicia climática, el COP30 pasará a la historia más por sus cifras de exclusión que por sus avances ambientales.
Lo que está en juego
Belem no solo enfrenta el reto logístico de recibir a miles de líderes y activistas; simboliza la tensión global entre el discurso ambiental y la práctica real. La juventud, las comunidades indígenas y las organizaciones del sur global están luchando por asegurarse un lugar en la mesa donde se decide el futuro del planeta. Y si se les excluye, no será por falta de argumentos. Será por falta de camas.