La ONU frente al abismo: ¿Está el mundo preparado para reconstruir el multilateralismo?
Entre guerras, crisis climática e inteligencia artificial descontrolada, la Asamblea General de la ONU de este año se convierte en un espejo de un mundo fracturado que clama por soluciones reales.
Del 23 al 27 de septiembre de 2025, más de 150 líderes globales se reunieron en la sede de las Naciones Unidas, dando inicio a una nueva sesión de la Asamblea General, quizás una de las más tensas y decisivas en los 80 años de historia de esta organización. Bajo el lema no oficial de "un mundo al borde del colapso", la cita fue una radiografía brutal de los desafíos que enfrenta la humanidad en el siglo XXI.
El mundo en llamas: Gaza, Ucrania y nuevos focos de conflicto
En el centro de la escena, como era de esperarse, estuvo el conflicto en Gaza. Con casi dos años de escalada bélica entre Israel y Hamas, el informe publicado por expertos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU encendió la alarma: acusaciones formales de genocidio contra Israel —rechazadas vehementemente por ese país— pusieron a prueba no solo el sistema legal internacional, sino la capacidad diplomática del organismo.
Riyad Mansour, embajador palestino ante la ONU, declaró que “Palestina será el gran elefante en esta sala”, una frase que quedó grabada en las sesiones de diálogo. La negativa de Estados Unidos a otorgar visa al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, encendió aún más los ánimos. En respuesta, la Asamblea aprobó una votación que permitió su intervención por video, como se había hecho en 2022 con el presidente ucraniano Volodomir Zelenskyy.
La guerra en Ucrania también sigue ocupando una parte crucial del debate. Zelenskyy, esta vez presente en persona, participó en múltiples reuniones donde buscó reforzar el respaldo a Kiev frente a la agresión rusa, mientras el Consejo de Seguridad planea una sesión específica sobre el conflicto.
Trump y los nuevos paradigmas del poder global
En uno de los momentos más esperados, el recién reelegido presidente de Estados Unidos, Donald Trump, brindó su primer discurso en su segundo mandato. En un giro inesperado, moderó su tono e intentó presentarse como un negociador global eficaz, incluso insinuando que merece el Nobel de la Paz por los “acuerdos históricos” logrados en su primer período.
No obstante, la comunidad internacional observa con suspicacia. Su política de recortes presupuestarios ha afectado gravemente el funcionamiento del sistema de paz de la ONU. De hecho, la organización anunció recientemente que deberá reducir su presupuesto 2026 en un 15%, lo que implica una disminución de $3,200 millones y un recorte del 19% en el número de empleados administrativos.
Geopolítica en shock: Siria, Irán y Sudán
La sesión también fue escenario del debut del nuevo líder sirio Ahmad al-Sharaa, quien reemplazó al derrocado Bashar al-Assad. Su presencia generó atención diplomática y expectativa geoestratégica.
Por su parte, el recién electo presidente iraní Masoud Pezeshkian llegó en medio de la controversia por su programa nuclear. Los miembros del Consejo de Seguridad debatieron la posibilidad de restablecer sanciones si no se alcanza un acuerdo con Francia, Reino Unido y Alemania antes del 27 de septiembre.
En el caso de Sudán, donde la guerra entre facciones militares ha provocado la peor crisis de desplazamiento del mundo actual, la Asamblea presenció un silencio ensordecedor sobre medidas concretas. La atención global, monopolizada por Gaza y Ucrania, relegó el tema a los márgenes.
El desafío climático y la tecnología sin freno
Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, lo dijo con toda claridad en su discurso inaugural: “Estamos reunidos en aguas turbulentas —incluso inexploradas—. Nuestro planeta se sobrecalienta, las tecnologías avanzan sin controles y las desigualdades se agravan por horas.”
En ese marco, una serie de paneles abordaron la crisis climática, con foco en los recientes desastres naturales, como el súper tifón Ragasa en el sudeste asiático. Este fenómeno meteorológico, con vientos superiores a 215 km/h, provocó evacuaciones masivas en el norte de Filipinas, Taiwán y puso bajo alerta a regiones del sur chino como Guangdong. Constatado como uno de los tifones más potentes del año, dejó miles de desplazados, cortes de electricidad y representa una amenaza vigente para la región.
La tecnología fue otro eje crucial. El crecimiento de la inteligencia artificial —sin una regulación internacional clara— genera temor tanto en términos de empleo como de ciberseguridad. Guterres hizo un llamado urgente a establecer “guardrails” éticos y jurídicos para evitar que esta innovación se transforme en otra fuente de desigualdad y conflicto.
Feminismo en retroceso y metas de desarrollo estancadas
En el marco conmemorativo del 30.º aniversario de la cumbre de Beijing sobre igualdad de género, los datos alarman: al ritmo actual, según el propio Guterres, la equidad de género tomará 300 años en alcanzarse. Un retroceso frente a los objetivos planteados en 1995.
Además, se evidenció el rezago en las metas de desarrollo sostenible de la ONU para 2030, como la erradicación de la pobreza y el acceso universal a educación de calidad. La falta de financiación —agravada por los recortes de EE. UU. y otros países— amenaza con hacerlas inalcanzables.
¿Reformar o reinventar la ONU?
Guterres repitió en múltiples ocasiones que su objetivo central este año es reformar la ONU para adecuarla al mundo actual. Las propuestas incluyen un Consejo de Seguridad ampliado y más representativo, una mejor distribución del financiamiento, y mecanismos para enfrentar emergencias globales más ágilmente. Sin embargo, la resistencia de las potencias y la polarización actual complican cualquier reforma estructural.
Richard Gowan, director de la Oficina ONU del International Crisis Group, lo resumió así: “La resonancia de la ONU en temas de paz y seguridad no es la de antes, pero seguirá sobreviviendo, aunque sea a trompicones.”
Una oportunidad en medio del caos
A pesar del escepticismo generalizado, la Asamblea General de la ONU sigue siendo uno de los pocos espacios donde los líderes globales pueden hablar, escuchar y —quizás— construir puentes. Cuando el multilateralismo se encuentra bajo amenaza, este foro resiste como testimonio de que, al menos, el diálogo todavía es posible.
Mientras las guerras continúan, el clima se desborda y los algoritmos reemplazan decisiones humanas, la pregunta que flota sobre Nueva York es simple pero devastadora:
¿Podemos todavía edificar el mundo que decimos querer habitar?