Confesiones de Kamala Harris: entre la lealtad, la conciencia y una derrota anunciada

La exvicepresidenta revela con crudeza su arrepentimiento por no haber confrontado a tiempo la candidatura de Biden y lanza duras críticas a Trump, mientras reflexiona sobre su fallido intento presidencial

El silencio que cambió el rumbo de la elección de 2024

Kamala Harris, exvicepresidenta de los Estados Unidos, sorprendió al país esta semana con una honestidad poco habitual para figuras de su rango político. En su primera entrevista televisada en vivo desde las elecciones de 2024, concedida a Rachel Maddow en MSNBC, Harris admitió que lamenta profundamente no haber expresado con anterioridad sus dudas sobre la idoneidad del presidente Joe Biden para buscar un segundo mandato.

Fue negligente. En retrospectiva, creo que fue imprudencia”, dijo Harris, haciendo eco de un pasaje de su nuevo libro, "107 Days", escrito tras haber reemplazado a Biden como la candidata demócrata y, posteriormente, haber perdido ante Donald Trump.

La confesión desató un debate nacional sobre los límites de la lealtad política, el papel del vicepresidente y el costo de la prudencia excesiva ante decisiones críticas que pueden cambiar el rumbo de un país.

¿Fue lealtad o miedo a parecer ambiciosa?

En una cita particularmente reveladora, Harris reflexionó: "Tenía una responsabilidad, una que no cumplí. Pensé que me verían como interesada, como oportunista… y callé". Esto se refiere al periodo previo a que Biden decidiera no continuar con su candidatura, cuando la mayoría del país ya cuestionaba su edad y su capacidad de liderazgo tras un desempeño flojo en un debate con Trump.

Las tensiones eran latentes. En su libro, Harris narra cómo su entorno evadía la discusión: "Todos repetían 'es decisión de Joe y Jill'". Sin embargo, su silencio solo prolongó una decisión inevitable: Biden renunciaría a su candidatura tras el desastre del debate, un doloroso proceso que consumió semanas estratégicamente vitales para la maquinaria demócrata.

El “momento Harris” y su fugaz candidatura presidencial

Tras la salida de Biden, el Partido Demócrata recurrió a Harris como la opción más lógica y visible para salvar la campaña. Su trayectoria como senadora, fiscal general de California y primera mujer negra y asiático-americana en llegar a vicepresidenta la convertían en una figura histórica. Sin embargo, su campaña no logró encender en el electorado el entusiasmo necesario.

En su obra, Harris menciona que, pese a sus preocupaciones sobre la capacidad de Biden para resistir otra campaña, tampoco se sentía segura de poder ganarle a Trump. "A veces, la historia tiene exigencias que van más allá de lo personal", reflexiona. Según datos de The Downballot, los demócratas lograron mejores resultados en elecciones locales que Harris en su candidatura presidencial, lo que puso aún más presión a su liderazgo.

Donald Trump, “tirano moderno”

En la entrevista y en su libro, Harris se muestra especialmente crítica con el regreso de Trump, a quien califica como una figura autoritaria. “Actúa como un dictador comunista”, afirmó. También apuntó contra los líderes empresariales, a quienes acusa de haberse rendido ante el expresidente republicano: “Los titanes de la industria no hablan, no alzan la voz".

Además, Harris comparó el contexto político reciente con los peligros de la normalización del autoritarismo. “Estamos lidiando con alguien que no respeta los principios básicos de la democracia”, dijo sobre Trump, insistiendo en que Estados Unidos está ante un momento definitorio de su historia republicana.

¿Una fórmula prohibida?: El dilema Buttigieg

Uno de los aspectos más llamativos del libro de Harris es su revelación de que su primera opción para vicepresidente era Pete Buttigieg, exalcalde y actual secretario de Transporte. La razón por la cual no lo eligió fue, según ella, el temor a que el electorado no aceptara una fórmula que incluyera a una mujer negra y a un hombre abiertamente gay.

Fue difícil. Me hizo sentir muy triste”, confiesa Harris en el libro. “No fue por prejuicio mío, sino porque las circunstancias eran extremas". La elección de Buttigieg, apuntó, habría sido una apuesta arriesgada, y ella no quería perder lo que ya era una batalla cuesta arriba. El propio Buttigieg dijo sentirse “sorprendido” por la revelación, pero se mostró comprensivo, añadiendo que “hay que darle más crédito al pueblo estadounidense”.

Las elecciones locales: un termómetro del desencanto nacional

Mientras Harris comparte sus reflexiones, el Partido Demócrata sigue librando batallas cruciales a nivel local. La candidata Demócrata Debra Shigley en Georgia y Adelita Grijalva en Arizona han impulsado candidaturas en distritos históricamente conservadores, reflejando el esfuerzo nacional por recuperar terreno.

La elección en el Distrito 21 de Georgia, donde Shigley logró el 40% de los votos en un bastión republicano, llamó la atención nacional. Aunque el escepticismo persiste sobre sus posibilidades reales de victoria, analistas como Brian Robinson señalan que los demócratas tienden a movilizar bien en elecciones de bajo perfil, especialmente cuando no están en el poder.

En Arizona, la hija del fallecido congresista Raúl Grijalva, Adelita Grijalva, busca mantener vivo el legado progresista de su padre en el Distrito 7, una de las zonas más latinas del país. Su objetivo es continuar luchando por una reforma migratoria comprensiva, en contraste directo con el discurso de mano dura de su rival republicano Daniel Butierez.

¿Qué sigue para Harris y el Partido Demócrata?

Kamala Harris cumplirá 61 años el próximo mes. Ha dejado claro que por ahora no tiene intención de postularse como gobernadora de California ni de hablar sobre una posible candidatura presidencial para 2028. Pero su posición dentro del partido no ha sido establecida con claridad.

Ha respaldado movimientos importantes como la propuesta de Gavin Newsom para redibujar los distritos electorales en California, una estrategia para contrarrestar el gerrymandering republicano. Y su mensaje es claro: “Tendemos a jugar según las reglas… pero este es un momento donde hay que combatir fuego con fuego”.

Su mensaje —entre autocrítica, advertencia y reafirmación de valores— llega en un momento de redefinición para el progresismo estadounidense. Su figura aún polariza: para algunos, es una guía moral necesaria; para otros, el símbolo de una oportunidad perdida.

¿Es Kamala Harris el futuro del Partido Demócrata o su último gran error?

La respuesta a esta pregunta no está del todo clara, pero sí lo está el ambiente de urgencia que atraviesa el Partido Demócrata. La confesión de Harris marca un parteaguas: por primera vez, una figura de su nivel reconoce haber fallado por temor a parecer ambiciosa.

Su libro y su entrevista abren puertas a una reflexión más profunda sobre la cultura política estadounidense: ¿cuál es el costo del silencio cuando las señales son claras?, ¿cómo pesa el género y la raza a la hora de tomar decisiones críticas?, ¿qué tanto se sacrifica lo estratégico ante lo simbólico?

Por ahora, Harris se ha convertido en la voz que señala lo que muchos dentro del partido temían decir en voz alta. Puede que no haya vencido a Trump, pero con sus palabras, ha entregado al electorado estadounidense una lección incuestionable: en política, el silencio no siempre es dorado. A veces, es un acto de imprudencia que se paga en las urnas.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press