Perdón tras una ejecución: una mirada humana al caso Geoffrey West en Alabama

La historia de un hijo que perdonó al asesino de su madre abre un debate profundo sobre la pena de muerte en Estados Unidos

Un crimen que ocurrió hace décadas, pero cuyas secuelas aún marcan vidas

El 28 de marzo de 1997, Margaret Parrish Berry, de 33 años, fue asesinada de un disparo en la cabeza durante un intento de robo en la gasolinera Harold’s Chevron, donde trabajaba. En ese momento, su hijo Will Berry tenía apenas 11 años.

El asesino, Geoffrey West, entonces con 21 años, confesó haber apretado el gatillo. Lo hizo, dice, en un acto desesperado en medio de una crisis financiera, acompañado de su novia. Ahora, con 50 años, espera su ejecución por gas nitrógeno en Alabama.

El rostro del perdón: Will Berry

Will ha crecido con el peso de ese recuerdo. Sin embargo, en lugar de odio, ha optado por el perdón. Berry se ha convertido en uno de los escasos familiares de víctimas de asesinato que públicamente ha declarado su oposición a la ejecución del culpable.

“Yo perdono a este hombre, y no quiero que muera”, declaró en una entrevista telefónica. “No quiero que el Estado tome venganza en mi nombre ni en el de mi familia”.

La postura de Berry ha generado resonancia en el debate nacional acerca de la pena de muerte, especialmente en tiempos en que Alabama está introduciendo nuevas formas de ejecución como el uso de gas nitrógeno, que ha sido criticado por organizaciones de derechos humanos.

El perfil de Geoffrey West: rabia, arrepentimiento y redención en el corredor de la muerte

West, quien ha vivido los últimos 26 años en el corredor de la muerte del sistema penitenciario de Alabama, afirma que vive con un pesar constante por lo que hizo ese día:

“No hay un solo día en el que no desee regresar en el tiempo y hacer las cosas de otra manera. Me tortura saber lo que hice, y más aún pensar en el dolor que causé”, expresó en una llamada telefónica desde prisión.

Desde el encierro, West ha escrito cartas donde expresa remordimiento y ha pedido reunirse con Berry, quien también deseaba encontrarlo cara a cara para sellar ese perdón. Sin embargo, el sistema penitenciario rechazó el encuentro, citando regulaciones de seguridad.

Una ley inflexible y una gobernadora que no cede

El 11 de septiembre, en respuesta a una carta de Berry solicitando clemencia para West, la gobernadora republicana de Alabama, Kay Ivey, reiteró su postura:

“La ley de Alabama impone la pena de muerte para los crímenes más atroces, y es mi deber hacerla cumplir”, escribió, aunque reconoció las convicciones de Berry.

Ivey ha conmutado solo una sentencia de muerte en su gestión, y fue en un caso donde existían dudas sobre la culpabilidad del acusado, no por consideraciones morales o de reconciliación.

Pena de muerte: una práctica bajo lupa

Estados Unidos sigue siendo uno de los pocos países democráticos que mantiene y aplica la pena de muerte. Según Death Penalty Information Center, en 2023 se ejecutaron 18 personas en EE. UU., y hay más de 2,400 personas en los corredores de la muerte.

Alabama es uno de los estados más activos en este tipo de prácticas, incluso promoviendo métodos poco convencionales como la ejecución por inhalación de gas nitrógeno, programada para usarse con West, en lo que sería una de las primeras ejecuciones de este tipo del país.

Este nuevo método ha sido duramente cuestionado por expertos médicos y organizaciones como Human Rights Watch, que lo califican como innecesariamente cruel dado que no hay pruebas concluyentes sobre su efectividad ni rapidez.

Una violencia que rompió vidas, más allá de números

Berry lamenta no sólo la pérdida de su madre sino el modo en que su vida cambió desde entonces. El asesinato marcó su adolescencia con un dolor duradero. Sin embargo, encuentra en su familia y fe el camino para sanar:

“Es mi esposa y la iglesia quienes me han ayudado a levantarme. He aprendido que la venganza no sana. El perdón sí”.

Según datos del Pew Research Center, sólo el 35% de los estadounidenses cree que la pena capital disuade los crímenes violentos, mientras que el 60% la apoya en ciertos casos. La cifra ha ido descendiendo constantemente desde la década de los 90.

Una decisión irreversible: ¿ejecutar a West es justicia?

El fiscal general de Alabama ha sido firme en su apoyo a que se lleve a cabo la ejecución de West, señalando la brutalidad del crimen:

“Ella le entregó el dinero… y él la ejecutó”, defendió su oficina en un comunicado.

West, sin embargo, no evade su culpa. Acepta su crimen, y en un giro inusual, utiliza su historia como advertencia para los jóvenes:

“Si estás desesperado, ve a la iglesia, busca ayuda. Pero no hagas lo que yo hice. Siempre hay una salida, aunque no la veas”.

Caso paradigmático: cuando la víctima pide detener la ejecución

Casos como el de Will Berry no son comunes, pero tampoco son únicos. En 2022, familiares de una víctima en otro caso de violencia doméstica también pidieron frenar la ejecución del condenado. No fueron escuchados.

Este tipo de testimonios abre un nuevo frente en el debate sobre la pena de muerte: ¿Debe el deseo de la familia de la víctima incidir legalmente sobre la decisión de ejecutar?

Para activistas contra la pena capital, la respuesta es sí. El perdón no es signo de debilidad, argumentan, sino de una fortaleza moral superior. Diversas organizaciones promueven reformas en la legislación para que voces como la de Berry sean tenidas en cuenta legalmente.

La oportunidad negada: un sistema que no contempla la humanidad

Negarse a facilitar un encuentro entre Berry y West representa, en palabras de algunos expertos, una falta de empatía institucional. El criminólogo y defensor de justicia restaurativa Howard Zehr sostiene que “el proceso penal actual deja poco espacio para que víctima y ofensores se enfrenten cara a cara con sus realidades y sanen”.

Will Berry y Geoffrey West querían intentar hacerlo. El sistema, esta vez, no se los permitió.

La ejecución por nitrógeno dio finalmente un paso más en su aplicación en EE. UU. a pesar de las críticas crecientes. Pero esta historia, con su carga de dolor y perdón, no pasará desapercibida para quienes siguen luchando por una justicia más humana en Estados Unidos.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press