Tragedia en Nueva Zelanda: el caso que conmociona al mundo y sacude el sistema judicial

El juicio contra Hakyung Lee, culpable de asesinar a sus hijos y ocultar sus cuerpos por años, abre el debate sobre la salud mental, la justicia y la memoria colectiva

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Hakyung Lee. Ese nombre retumba como un eco atroz en los pasillos judiciales de Nueva Zelanda y más allá. El caso de esta mujer surcoreana nacionalizada neozelandesa, recientemente declarada culpable de asesinar a sus hijos y ocultar sus cadáveres durante años en maletas, ha generado una ola de reacciones en todo el mundo.

El crimen: un horror descubierto por accidente

En agosto de 2022, el hallazgo de dos cuerpos infantiles en una unidad de almacenamiento en Auckland estremeció a toda Nueva Zelanda. Los restos fueron descubiertos por una familia que había adquirido el contenido del almacén a través de una subasta en línea, sin imaginar que entre las pertenencias abandonadas se ocultaban los cadáveres de dos menores: Minu Jo (6 años) y Yuna Jo (8 años).

Los cuerpos, meticulosamente empacados en dos maletas, llevaban allí desde junio de 2018, una macabra huella del crimen cometido años antes. La madre de los niños, Hakyung Lee, había abandonado Nueva Zelanda pocas semanas después del asesinato y se había refugiado en su país natal, Corea del Sur, donde cambió de nombre legalmente a Ji Eun Lee.

Las motivaciones y la defensa de la locura: ¿empatía o manipulación?

Durante el juicio en la Alta Corte de Auckland, la defensa de Lee intentó convencer al jurado de que la mujer no era consciente de sus actos al momento del crimen. Argumentaron un cuadro severo de depresión, agudizado por la muerte de su esposo en años anteriores.

La abogada defensora Lorraine Smith describió cómo Lee había “descendido a la locura”, enfatizando su fragilidad emocional y el impacto del duelo no resuelto. Según la versión presentada, Lee habría suministrado una dosis letal de antidepresivos a sus hijos, sin plena conciencia de sus actos.

No obstante, la fiscal Natalie Walker desmontó cuidadosamente esa narrativa. La acusación aseguró que aunque Lee probablemente sufría de depresión, su condición no alcanzaba los criterios legales para una defensa de insania. En Nueva Zelanda, para ser eximido de responsabilidad por locura, una persona debe ser absolutamente incapaz de comprender lo que hace o de discernir que está mal.

Walker sustentó que el actuar de Lee fue parte de una “fría y calculada estrategia” para desvincularse de su rol de madre, deshacerse de sus hijos y empezar de nuevo. Después del crimen, Lee no sólo abandonó el país, sino que también cambió su identidad y cortó cualquier nexo con su pasado.

¿Justicia servida?: Implicaciones éticas y sociales

Tras un juicio que comenzó el 8 de septiembre de 2025 y que fue descrito como uno de los más desgarradores de la historia reciente de Nueva Zelanda, el martes 23 de septiembre el jurado emitió su veredicto: culpable de asesinato.

El juez Geoffrey Venning ordenó que Hakyung Lee permanezca bajo custodia hasta la audiencia de sentencia que tendrá lugar el 26 de noviembre. En Nueva Zelanda, la pena por asesinato conlleva cadena perpetua obligatoria, con un mínimo de 10 años sin posibilidad de libertad condicional.

Durante la lectura del veredicto, Lee se presentó cabizbaja, con el rostro parcialmente cubierto por su cabello, y se mantuvo en silencio. Había seguido la mayor parte del juicio desde una sala separada, dado el impacto emocional que le generaba el proceso.

Una sociedad que se pregunta: ¿pudo evitarse?

La intensidad con la que el caso ha resonado en la opinión pública ha generado uno de los más encendidos debates sobre salud mental, responsabilidad penal y protección infantil que Nueva Zelanda haya enfrentado en décadas. El sistema judicial fue puesto a prueba no solo legalmente, sino social y moralmente.

Numerosos expertos en salud mental están exigiendo una revisión del acceso a servicios psicológicos para madres en situación vulnerable. Según estadísticas gubernamentales, más del 20% de las madres primerizas en Nueva Zelanda podrían experimentar algún tipo de trastorno mental posparto. Sin embargo, el acceso a una atención adecuada muchas veces se ve limitado por barreras culturales, económicas o idiomáticas.

La memoria de los inocentes

Minu y Yuna son ahora nombres grabados en la memoria colectiva de una nación. En varias ciudades del país se han realizado vigilias y manifestaciones en su honor, con mensajes que claman: “Nunca más olvidados”.

“Estos crímenes no solo acaban con las víctimas. También alteran el alma de toda una comunidad”, expresó una madre durante una misa memorial en Auckland. El dolor es profundo, pero también es un punto de partida para repensar políticas de prevención, respuestas institucionales ante señales de alarma, y la educación emocional como parte integral de la crianza.

¿Exilio o castigo?: La huida a Corea del Sur

Uno de los aspectos más polémicos del caso fue el hecho de que Lee huyó a Corea del Sur tras los asesinatos, y sólo fue extraditada cuatro años después, en noviembre de 2022. Esto reavivó discusiones diplomáticas sobre los acuerdos de extradición entre ambos países, así como los vacíos legales que permiten que criminales escapen y se refugien bajo nuevas identidades.

Una cuestión que ha emergido con fuerza es: ¿por qué tomó tanto tiempo traerla de regreso? ¿Y cómo pudo vivir tranquilamente durante años con ese secreto? Para algunos, Lee representa un símbolo de cinismo y frialdad; para otros, es el reflejo patológico de un sistema que falló en brindarle ayuda a tiempo.

Fallo judicial vs. fallo sistémico

El caso no ha terminado con el veredicto. Activistas por la infancia están pidiendo que se haga una revisión exhaustiva de todas las políticas relacionadas con la infancia en riesgo.

Según UNICEF Nueva Zelanda, en el país hay miles de niños en situaciones de vulnerabilidad, con padres o cuidadores que presentan problemas de salud mental no diagnosticados o no tratados.

Organizaciones como Child Matters y Parent Help NZ han exigido que se destinen más fondos y recursos para identificar de manera temprana hogares en riesgo. La idea es que este caso no se convierta únicamente en una estadística más, sino en un llamado a la acción concreta.

El espejo de la maternidad contemporánea

El caso también ha reabierto una discusión más compleja: la idealización de la maternidad y la presión social sobre las madres solas. En particular, madres migrantes como Lee, que podrían enfrentar obstáculos culturales, lingüísticos y de conexión con su entorno social.

“Nadie quiere justificar el crimen, pero tampoco podemos ignorar el contexto. Lee estaba quebrada mental y emocionalmente. Eso no la absuelve, pero nos obliga a mirar más allá del morbo para comprender qué dinámicas llevan a que un ser humano cometa lo impensable”, declara la psicóloga Jeannette Godoy, experta en salud perinatal.

¿Y ahora qué?

Mientras aguarda su sentencia, Lee permanece detenida en una prisión de alta seguridad, en régimen de vigilancia estricta. Su caso marcará jurisprudencia en varios sentidos, desde los límites de la defensa por salud mental hasta la responsabilidad de los sistemas de salud pública y justicia social.

Para algunos será vista como una criminal sin redención. Para otros, como un producto siniestro de un sistema que ignora a sus ciudadanos más vulnerables hasta que es demasiado tarde. Pero sobre todo, el caso de Hakyung Lee obliga a mirar de frente la fragilidad de las estructuras familiares y la capacidad —o incapacidad— del Estado para proteger a sus miembros más pequeños.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press