Caza de osos en Florida: ¿Conservación o crueldad justificada?

Una mirada profunda y crítica a la reanudación de la caza de osos negros en Florida tras una década de pausa

Una cacería polémica vuelve a escena

Florida ha decidido retomar su primera cacería de osos en más de una década, desencadenando un intenso debate entre conservacionistas, cazadores y ciudadanos preocupados. Con más de 163,000 solicitudes para participar en una actividad de caza limitada a tan solo 172 permisos, esta campaña de diciembre ha resultado ser tan controversial como altamente solicitada.

La Comisión de Conservación de Pesca y Vida Silvestre de Florida (FWC) se mantiene firme en su argumento de que la caza forma parte de una estrategia crucial para la gestión de la fauna silvestre. Según datos oficiales, la población de osos negros en el estado asciende a aproximadamente 4,000 ejemplares, lo que, según las autoridades, justificaría esta medida.

El regreso tras la caza caótica de 2015

Para entender el escepticismo público, basta con regresar al 2015. En aquella ocasión, una caza experimental autorizada derivó en lo que algunos calificaron como una "masacre sin control". En tan solo dos días se abatieron más de 300 osos, entre ellos al menos 38 hembras con crías, algo que generó alarma a nivel nacional y obligó al cierre prematuro del evento.

Este año, sin embargo, las autoridades han declarado que aprendieron de aquellas fallas. El nuevo plan, que se extiende del 6 al 28 de diciembre, incluye restricciones más estrictas como la prohibición de matar oseznos o hembras con crías.

¿Control poblacional o invasión humana?

Parte esencial del debate es si esta caza es realmente necesaria. La FWC argumenta que los encuentros peligrosos entre osos y humanos están aumentando, y que la caza sirve como una medida de mitigación. Un ejemplo citado con frecuencia es el trágico incidente ocurrido en mayo, cuando un oso negro mató al anciano Robert Markel en una zona rural del estado.

No obstante, ambientalistas e investigadores sostienen que estos conflictos son consecuencia directa de la expansión humana hacia hábitats naturales de los osos. “Estamos invadiendo su territorio, no al revés,” afirma Chuck O’Neal, presidente y fundador de Speak Up Wekiva y Speak Up for Wildlife.

Activismo desde adentro

Una forma innovadora de protesta ha surgido desde las propias reglas del sistema: organizaciones como el Sierra Club y Bear Defenders instaron a sus miembros a comprar licencias de caza y solicitar permisos de osos que nunca pensaban utilizar. De este modo, bloquean a cazadores reales de obtener permisos, reduciendo indirectamente el número de osos que podrían ser cazados.

O’Neal lo resume así: "Gracias a nuestra participación en esta lotería, vidas de osos serán salvadas". Incluso resalta que ahora "hay miles de defensores de animales registrados como cazadores" que podrán influir en decisiones futuras participando en encuestas y consultas del FWC.

Detalles del proceso actual

  • Costo por permiso: $100 para residentes, $300 para no residentes
  • Duración de la temporada: del 6 al 28 de diciembre
  • Límites: solo un oso por cazador, sin oseznos ni hembras con crías
  • Modalidades aceptadas: rifle, arco y uso de cebo en propiedades privadas con 5,000 acres o más

El objetivo, según la FWC, es recopilar información sobre tasas de éxito de cazadores y permisos no utilizados, y utilizar esos datos para afinar futuros eventos.

Una polémica que trasciende fronteras

Florida no es ajena a estas controversias medioambientales. El estado ya permite, por ejemplo, una temporada anual de caza de caimanes desde agosto hasta noviembre, y continúa promoviendo campañas como el Python Challenge, enfocado en la erradicación de pitones invasoras en los Everglades.

Sin embargo, mientras que estas especies exóticas representan amenaza directa al ecosistema local, el oso negro es una especie originaria del territorio floridano. Esto añade una dimensión ética más compleja, dado que su caza se realiza más como control poblacional que como respuesta a una invasión de fauna foránea.

¿Vale más un oso o una estadística?

Desde el fracaso controlado de 2015 hasta las medidas más rigurosas planificadas en 2024, hay un esfuerzo evidente por parte de FWC para legitimar la caza como herramienta de manejo. Pero la pregunta crucial persiste: ¿Manipular la vida silvestre es un acto de gestión o una forma de violencia institucionalizada?

Estudios recientes como el del International Union for Conservation of Nature (IUCN) sugieren que la caza legal no es tan efectiva para el control poblacional como se cree. Es más, puede desestabilizar poblaciones al eliminar machos dominantes, incentivar el infanticidio entre osos sobrevivientes o provocar migración a zonas más urbanizadas.

“Regular la caza sin entender completamente la dinámica ecológica puede ser incluso más peligroso que no actuar,” — biólogo Ed Clark, del Wildlife Center of Virginia.

Además, la caza en sí se ve influenciada por factores culturales, sociales y políticos. En un estado como Florida, donde el turismo ecológico representa miles de millones de dólares anualmente, permitir la caza de una especie carismática como el oso negro puede también afectar la imagen internacional del estado como destino ambientalmente consciente.

Un asunto de poder público

Las decisiones sobre caza no se pueden aislar del contexto político y económico. Hay un claro interés por parte de propietarios de grandes extensiones privadas en convertir estas prácticas en oportunidades de ingresos mediante “programas de cosecha de osos” en sus terrenos.

Estas posibilidades abren una puerta peligrosa: la privatización de la caza como forma de lucro puede desplazar políticas basadas en ciencia y reemplazarlas por enfoques orientados a intereses de élite económica.

No solo números: hablamos de especies, ecosistemas y ética

El caso de la caza del oso en Florida no es simplemente una discusión sobre permisos y cifras. Es una disputa moral, ecológica y cultural sobre cómo los humanos interactuamos con la fauna que comparte nuestro entorno. En un mundo donde el 70% de las especies del planeta están en declive —según el Informe Planeta Vivo 2022—, cada decisión debe ser más examinada que nunca.

Proteger la biodiversidad no es simplemente preservar números; es **defender complejas redes de vida interconectadas** que nos benefician directa e indirectamente. Y quizás, comenzamos a hacerlo no cuando diseñamos la próxima caza, sino cuando decidimos dejar el gatillo sin accionar.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press